domingo, 23 de enero de 2011

DETRÁS DE LOS CRISTALES - El reino de los cielos - lanacion.com

Grandes obras de arte
El reino de los cielos
Los vitrales de la catedral de Chartres. Artistas desconocidos
Domingo 23 de enero de 2011 | Publicado en edición impresa



El reino de los cielos
Arriba, Rosetón meridional, c. 1225. El Cristo del Apocalipsis, rodeado de ángeles (abajo, de izq. a der.): Lucas a hombros de Jeremías, Mateo sobre Isaías, Juan sobre Ezequiel y Marcos sobre Daniel. Foto Gentileza Editorial BlumeVer más fotos

Las vidrieras de la catedral de Chartres son únicas en muchos aspectos. En ningún otro lugar ha sobrevivido tanto vidrio medieval a las guerras, las tormentas, la intolerancia religiosa y la desidia de siglos. De las 173 ventanas originales, 143 se encuentran en su mayor parte intactas, y hay en total casi 1500 vitrales con escenas y figuras que componen una biblioteca en imágenes prácticamente sin igual sobre la vida y las creencias medievales. Aparte de esto, consideradas en conjunto constituyen un programa artístico de una calidad y ambición rara vez vistas, comparable por su complejidad iconográfica con la Capilla Sixtina, de Miguel Angel, o la capilla de los Scrovegni, de Giotto. La catedral que vemos hoy es en su mayor parte posterior al incendio de 1194, que destruyó todo el antiguo edificio románico, salvo el ala oeste. El clero vio la ocasión de construir una catedral mayor y mejor en el nuevo estilo gótico, y los responsables de la reconstrucción concibieron un programa que integrara vitrales, arquitectura y escultura en una enérgica afirmación de la autoridad y el dogma de la Iglesia. Una de las grandes innovaciones de la arquitectura gótica fue el arbotante, que liberaba los muros de la carga de la bóveda y hacía posible abrir vanos más amplios. El espacio así ganado para los vitrales permitió desarrollar la iconografía y todo un nuevo vocabulario y unos nuevos medios de expresión en vidrio de colores. El resultado fue una explosión de creatividad durante la segunda mitad del siglo XII, que alcanzó su culminación en las catedrales góticas del XIII, en particular las de Bourges, Reims, Amiens, París y, sobre todo, Chartres. La instalación de los vitrales de Chartres se prolongó durante treinta años o más, comenzando hacia 1205. La impresión que recibe quien visita Chartres por primera vez suele ser profunda. A muchos les sorprende la oscuridad del interior incluso en un día soleado. Los intensos colores del vidrio -principalmente rojo, azul, amarillo y verde, y en menor cantidad, morado, marrón y rosa- crean una atmósfera mágica. Se trata de un efecto deliberado, al menos en parte; al fin y al cabo, las catedrales góticas eran, en cierto sentido, una evocación de la Jerusalén celestial descripta en el Apocalipsis de San Juan, y los vitrales eran las joyas de la ciudad celestial. Lo más llamativo son los tres grandes rosetones situados en los puntos cardinales Norte, Sur y Oeste del edificio. Estos maravillosos despliegues de luz, color y geometría celebran la vida de Jesucristo y la Virgen María (incorporando también las armas de soberanos seculares, Blanca de Castilla y un duque de la región) y marcan la pauta para el resto de los vitrales. El alto ventanal oriental en el coro vuelve a subrayar lo importante, con la Virgen sosteniendo al Niño Jesús. La preeminencia concedida a la figura de María en Chartres no sólo se debe a que la catedral le estaba dedicada, sino también al hecho de que la reliquia más valiosa que en ella se guardaba era su túnica -la Sancta Camisa-, que había sobrevivido milagrosamente al incendio de 1194, al igual que el célebre vitral conocido como Notre-Dame de la Belle Verrière («Nuestra Señora del Bello Vitral»). La ventana oriental del deambulatorio, tras el altar mayor, refleja los intereses del capítulo catedralicio. Este importante lugar se reservaba tradicionalmente al árbol de Jesé (con la genealogía de Cristo) o la Pasión, pero en Chartres lo ocupan las vidas de los Apóstoles. Ello revela la importante deriva que se produce en la Iglesia occidental a principios del siglo XIII desde los grandes temas místicos hacia las ilustraciones de la vida cristiana activa. Por la misma razón, casi todas las ventanas que circundan el edificio al nivel del suelo -las más visibles para los fieles laicos- muestran vidas y relatos de santos y parábolas evangélicas. Estas ventanas son obras maestras de la narrativa que organizan los episodios para dar pie a paralelismos teológicos. Los milagros abundan en estas escenas, algo sin duda alentador para los peregrinos del siglo XIII. Las ventanas elevadas del nivel superior continúan dicha temática, mostrando en su mayoría figuras de santos. Estos relatos de vidas de santos nos dicen también mucho sobre la vida cotidiana en la Edad Media: la realeza, los caballeros, los campesinos, los barcos, los edificios, los animales, la naturaleza, las comidas, los vestidos, las ceremonias; todo esto y más está a la vista. Cada vitral representa una escena con la mayor economía, de modo que puede apreciarse lo que ocurre de un solo vistazo y reconocer a los protagonistas al instante; así, los santos tienen halo; los árboles, ciudades y edificios se ilustran de forma rudimentaria, y las actitudes y el lenguaje corporal de los personajes se representan de modo que sus pensamientos y acciones se descifran con rapidez. Pese a ello, hay una especie de lenguaje oculto, cuyo significado hoy quizá no seamos ya capaces de comprender y que se manifiesta especialmente en las señas que hacen con las manos algunos personajes. La frecuente aparición de demonios, ángeles y la mano de Dios indica la presencia de fuerzas sobrenaturales o la intervención divina. Otro importante aspecto sociocultural de los vitrales de Chartres es quién los encargó y financió. En la mayoría de estas obras se puede ver a los donantes, que son miembros del clero, la nobleza o los gremios. Esta última categoría comprende una representación casi única de muchos oficios. Entre ellos, los toneleros, que -no sin sentido del humor- escogieron para su ventana el tema de la embriaguez de Noé.
C. 1200-1230
Vitrales coloreados
Catedral de Chartres (Francia)
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el dispensador dice: antes de las gestas de la inquisición en busca de brujas y hechiceros, alquimistas y filósofos, astrónomos y matemáticos, labradores de conocimientos provientes del mundo indo-persa o persa-indo, los herederos de aquellas antiguas sabidurías plasmaban sus saberes en obras ciertas, tan monumentales como imperecederas en sus esencias. Los vitrales de numerosas iglesias y catedrales se nutrieron de aquellos hombres, anónimos, desconocidos, que condución métodos y procesos que se han extraviado a manos de mezquindades y miserias... No obstante las circunstancias y sus consecuencias, las expresiones perduran sin que nadie atine a hallar la senda que traían, que los impulsaba hacia la eternidad de los tiempos respirables. No importa que cantidad de luz haya afuera de los recintos, dentro siempre habrá la misma cantidad de luz... y ése no es un tema menor. Los vitrales diseminados por el mundo antiguo enseñan un atisbo del valor de aquellas sabidurías. Nadie hoy está en capacidad de replicar semejante logro, proveniente de un lapso donde no había electrónica y el copiar y pegar no tenían lugar alguno. El genio, aquel don y su talento se han extinguido para siempre... hasta que el mundo de las ideas habilite a que sus esferas desciendan nuevamente a la Tierra para ocupar alguna mente iluminada y sensible, una mente capaz de contener la idea sin someterla a su ideología, un espíritu liberado de ataduras falsas al falaz sentido de propiedad y patente, un alma comulgante con el sentido último y superior de la comunidad. Cuando ingresas a algunos templos elegidos, te das cuenta cuánta luz de Dios hay en ellos... debes saber que esa luz se filtra tras los vitrales de los anónimos olvidados. Enero 23, 2011.-
NOTA: hasta hoy no se ha podido dar con la fórmula de los vidrios manufacturados por los nubios...

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