viernes, 28 de enero de 2011

UMBRAL, EL LIBRO ROJO - Los sueños secretos de Jung - lanacion.com  

Libros y autores
Los sueños secretos de Jung
La publicación facsímil del original manuscrito en que el psicoanalista suizo anotó e ilustró los sueños que lo atormentaban permite descubrir una impensada inspiración visionaria
Viernes 28 de enero de 2011 | Publicado en edición impresa.


Las ilustraciones de El libro rojo muestran al psicoanalista abocado a una actividad desconocida: Jung se revela como un notable artista plástico. / GENTILEZA EDITORIAL
Por María Rosa Lojo
Para LA NACION


Uno de los acontecimientos culturales de 2010 fue la aparición, por primera vez en castellano, de El libro rojo (así llamado por el color de su encuadernación en estado de manuscrito) o Liber Novus ("libro nuevo", el nombre que le dio su autor). La Fundación Costantini, con su editorial El Hilo de Ariadna, ha triunfado en el desafío de presentar la traducción junto a un bellísimo facsímil. El tomo impacta tanto por su considerable formato, como por la extraordinaria calidad de la impresión. Con este libro que excede cualquier etiqueta, que ha sido el material inspirador de sus más ambiciosos desarrollos teóricos, pero que apela a la retórica del discurso lírico y profético, Carl Gustav Jung (1875-1961), fundador de la llamada "psicología profunda", muestra también facetas de artista plástico visionario, así como de experto calígrafo. En los albores del siglo XX compone, sobre papel foliado, una obra al estilo de los más complejos manuscritos iluminados del Medioevo. La editorial ha lanzado también, con El libro rojo , un necesario volumen exegético del doctor en Filosofía Bernardo Nante, supervisor general de esta edición castellana, que participó asimismo en la edición madrileña (hecha por la editorial Trotta) de varios tomos de las Obras Completas del psicoanalista suizo.

Si bien la existencia de El libro rojo era conocida por circuitos de allegados y especialistas, su autor no quiso publicarlo en vida, salvo por un fragmento: los "Septem Sermones ad Mortuos". Sus herederos (ya de la tercera generación) decidieron autorizar en el año 2000 una primera edición alemana, aparecida finalmente en 2009 y dirigida por el psiquiatra e historiador de la psicología Sonu Shamdasani (cuya introducción y notas se reproducen en la edición argentina). La prolongada demora tuvo que ver con la índole peculiarísima del texto: una obra secreta en la que Jung trabajó entre 1913 y 1930, anotando sueños que lo atormentaban y visiones aterradoras. Al principio llegó a creerse él mismo al borde de la esquizofrenia, hasta que el estallido de la Primera Guerra Mundial lo convenció de que en verdad había anticipado con sus sueños la inmensa catástrofe. Asumió que se le estaban revelando, en un denso lenguaje simbólico, claves de una crisis espiritual a la vez personal y colectiva. Desde luego, no evaluaría el producto de este proceso interior como una obra científica sino como una labor testimonial. Se vio a sí mismo como el sujeto experimental de un proceso de transformación que lo llevaría al ensanchamiento de la conciencia y a la exploración integradora de todas las dimensiones y niveles de la psique a través de sus figuras simbólicas. Jung consideraría este proceso, que denominó "de individuación", como la meta última de la existencia humana y lo convertiría en el eje de su teoría y su práctica terapéutica.

Este camino conduce al buscador hacia el encuentro de un "Dios vivo" que rompe las imágenes cristalizadas y convencionales de lo divino en el Occidente cristiano, y muestra también el mal y la sombra que deben ser aceptados para poder trascenderlos. Se construye así una imagen total de Dios (y de Dios en el alma humana), que supera al sentido y al contrasentido en la reunión de los opuestos, en la "boda mística" de la alquimia. Nante previene contra las simplificaciones que una vulgata new age ha hecho a menudo de la rica ambigüedad de la cosmovisión junguiana. Ciertamente, no hay más que adentrarse en las páginas de El libro rojo para comprobar que se está frente a una intrincada "selva simbólica" cargada de poderosas sugerencias, irreductible a cualquier esquematismo. Lejos de las configuraciones rígidas, la noción de "arquetipo" a la que arribó Jung en su plataforma teórica, alude sólo a una potencialidad, una huella psíquica transmitida como un legado colectivo, que se actualiza en cada nuevo contexto generando ricas y diversas representaciones. Tan diversas, tan irrepetibles y singulares como lo es cada proceso personal de integración de los opuestos en el "Sí-mismo": renacimiento de Dios como experiencia subjetiva en la profundidad anímica.

Aunque se trata de un texto que bien cabría calificar de místico por el tipo de vivencias que narra, El libro rojo puede interesar a creyentes y a no creyentes. Describe procesos psicológicos; resulta altamente iluminador en cuanto a la gestación de los símbolos mítico-religiosos; no intenta fundar sistemas metafísicos ni imponer dogmas doctrinarios institucionales y, como no pocos textos de esta clase, posee una notable fuerza poética. Pero la interpretación junguiana de lo religioso y de la energía libidinal sería decisiva en su fractura con respecto al psicoanálisis de Freud. En 1912, poco antes de comenzar El libro Rojo , Jung publica una obra clave (sobre la que después volverá): Transformaciones y símbolos de la libido . Es la época de su separación de la escuela freudiana, a la que se hallaba ligado desde 1907. Tanto Shamdasani como Nante destacan que los comienzos de Jung son independientes de Freud y que tiene otros referentes (Bleuler, Janet, Flournoy, Bastian, Usener, Lévy-Bruhl), de modo que no pueden considerarse sus teorías como meras derivaciones de las del maestro vienés. Jung, que ya había acuñado el concepto de "complejo" antes de su vínculo con Freud, postula en Transformaciones... el carácter prospectivo, orientador y creativo de la libido, más allá de lo sexual, e insiste en considerar la dimensión religiosa por fuera de lo psicopatológico.

El vasto aparato erudito desplegado en las notas de Shamdasani, así como la sólida exégesis de Nante, ponen al lector en fluido contacto con las redes intratextuales, dentro del corpus junguiano, e intertextuales, con obras que fueron especialmente motivadoras: además de las Escrituras bíblicas, los mitos y las religiones en general y las creaciones de otros artistas y literatos (de Friedrich Nietzsche a Willliam Blake, de Swedenborg a Goethe y Dante). El clima intelectual y cultural en el que Jung se movió durante esos años, la influencia de pintores simbolistas (como Odilon Redon) y vanguardistas en general, la huella de las culturas del mundo antiguo, así como del arte precolombino, en los elementos plásticos de esta obra también concitan el interés de los editores. Figuras recurrentes en El libro rojo son los mándalas cuatripartitos, símbolos del estado del "Sí-mismo", que Jung trabajó con minuciosa intensidad y múltiples variantes. Su fascinación por el Oriente y el recorrido por la imaginería alquímica (su preocupación central después de dejar El libro rojo , que quedó inconcluso), se profundizarían con el tiempo, hasta desembocar en obras capitales del final de su vida como Mysterium Coniunctionis (1955-1956).

Ninguno de los exégetas insiste particularmente en lo biográfico más allá de la necesaria contextualización (su objetivo es destacar la pregnancia simbólica de valor universal en este escrito); empero, Nante no deja de referirse a las polémicas vinculaciones supuestas entre Jung y el nazismo. No sólo las desmiente con energía (en este sentido también pueden citarse esclarecedores trabajos anteriores, como el de Francisco Hernández Lomeli), sino que añade un curioso dato conocido hace muy poco: Jung fue el agente nº 488 de la estadounidense Office of Strategic Services y estuvo involucrado en una fallida conspiración contra Hitler.

Por fin, más allá de la erudición y la teoría, la lectura de El libro rojo (aunque su autor se resistiera a considerarlo "artístico") constituye una experiencia estética de primera magnitud. Lo extraño, lo arcaico, lo desusado convergen en imágenes de siniestra belleza y nos llevan a recordar sus "afinidades electivas" con escritores argentinos tan diferentes entre sí como Estela Canto, Ernesto Sábato o Leopoldo Marechal, que dibujaron también, en obras sugestivas y audaces, la búsqueda de una esquiva sabiduría.

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el dispensador dice: los nubios y sus sabios, los indos y los propios, celtas, atlantes, lemures, eskeras, mayas, urus, todos los antiguos, sin excepciones, aseveraban que el espíritu llega a los tiempos respirables acarreando sus sueños, sintonizados con el destino escrito en el libro de vida y a su vez colgado de las ramas del árbol de la vida. Dichos sueños alientan, señalan, advierten, anuncian, impulsan, sugieren, proporcionan un universo de herramientas para transitar la vida... a veces actuando como tormento y otras tantas de guía, luz, lámpara en la senda. Las densidades han hecho que las gentes olviden los sentidos esenciales de los sueños y peor aún, se ha perdido la capacidad para interpretarlos, traducirlos a la circunstancia donde el tiempo impera. Los sueños pueden servir para atar, también para desatar hechos durante la vida... pero sus signos son condicionantes. No atenderlos es no asumir que la vida es justamente una cinta de moebius, donde existen y coexisten dos caras simultáneas, una aquella que se vive, otra aquella que se sueña pero que es un reflejo compensador con el "otro lado", el verdadero nido del alma. La dualidad es ley en el universo y tiene una importancia angular en todo lo que existe como forma visible, pero también en aquello que el ojo humano no ve, en aquello que la piel humana no accede, no siente, y en aquello que la mente humana actual no alcanza, no entra por incapacidad manifiesta. El universo late aquí y en cada una de sus dimensiones, dimensiones a las cuales se ingresa o se sale utilizando los agujeros de energía que sirven para compensar las fuerzas al modo de vasos comunicantes... del mismo modo actúan los sueños. Si el hombre no tuviera sueños no podría vivir en la Tierra, no podría respirar, no podría transitar sus circunstancias... pero el ser humano está lejos de comprender el sentido de los umbrales, aún cuando haya un libro rojo, o aún cuando haya otro que se lo cuente. Las cargas de la rutina minimizan los valores de los aspectos fundamentales que hacen al vivir, y es así que el hombre se pierde en una madeja de sí mismo, inventando excusas para alejar aquello que no entiende y tampoco quiere entender, que no conoce y tampoco quiere hacerlo... pero los umbrales son independientes a la vida de cada quién y así como pueden ser ignorados, pueden por ellos mismos reclamar atenciones... y eso, justamente eso, es lo que ha comenzado a suceder ante los cambios que vienen, del mismo modo que el mar y sólo él abre o cierra la vida en la tierra. Enero 28, 2010.-

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