martes, 11 de enero de 2011

LA CABEZA - Elogio de la belleza - lanacion.com

Grandes obras de arte / Cabeza colosal olmeca 8. Artista desconocido
Elogio de la belleza
¿Qué hace que una obra de arte sea una obra maestra? Para responder esta pregunta, el libro Las setenta grandes obras de arte de la historia indaga en lo mejor de la expresión humana, desde la prehistoria hasta el siglo XIX. En la serie que se inicia hoy presentamos algunos hitos de ese recorrido

Domingo 9 de enero de 2011 | Publicado en edición impresa .




1500-1200a.C.
Basalto 220 x 160 x 165 cm Procedente de San Lorenzo (Veracruz, México), hoy en el Museo de Antropología de Xalapa (Veracruz, México).. Foto Editorial BlumeVer más fotos.

El rey inmortal

La compleja cultura olmeca, que se desarrolló en el sudeste de México entre los años 1500 y 400 a. C. aproximadamente, es la más antigua de Mesoamérica, muy admirada por las gigantescas cabezas retrato de piedra, de las que se conocen diecisiete. Diez de ellas se hallaron en el yacimiento de San Lorenzo, una enorme plataforma o "mesa" en parte artificial que se alza unos 50 metros sobre los pantanos y las tierras de cultivo circundantes. Fue allí donde se construyó el primer complejo urbano de Mesoamérica.

La cabeza colosal número 8, también conocida como monumento 61, fue exhumada de este yacimiento en 1970. Casi todas las cabezas colosales, tanto de este como de otros yacimientos olmecas, se hallaron fuera de su contexto original, trasladadas por pueblos posteriores, o bien por causa de la erosión. Por fortuna, esta fue enterrada deliberadamente antes de 1200 a. C., ya que casi todos los monumentos conocidos de San Lorenzo fueron mutilados o rotos alrededor de 900 a. C., cuando el lugar quedó en ruinas. En cambio, esta cabeza se halló en un estado impecable.

Aunque no es la mayor de las cabezas colosales, es enorme. Pesa unas diez toneladas y fue tallada en un gran bloque de piedra, de un basalto que se halla en las laderas del cerro Cintepec, un volcán situado a unos 50 kilómetros al noroeste de San Lorenzo. Su transporte hasta la base de la plataforma debió de realizarse por vía fluvial y costera en grandes embarcaciones de madera de balsa, siendo después izada hasta lo alto con cuerdas y troncos. Este pueblo carecía de rueda o animales de tiro, y tampoco disponía de metales. Ello hace aún más impresionantes la precisión y la belleza de la talla, ya que el basalto tiene la dureza del jade y todo el trabajo tuvo que hacerse martillando, picando y raspando piedra contra piedra.

Como todas las de su clase, esta cabeza colosal es el retrato de un rey. Lleva lo que seguramente era un casco protector, con una cinta en la base sobre la que se repite un bajorrelieve de la garra o el pico de un ave rapaz parecida a un águila y que tal vez representa el nombre de este personaje desconocido. Sus facciones, esculpidas con gran sensibilidad y un conocimiento pleno de la anatomía muscular, transmiten una abrumadora impresión de poder. El ceño fruncido, el cuidadoso dibujo de los ojos, las anchas aletas nasales, la boca ligeramente abierta y los labios carnosos dan una sensación de autoridad atemperada por la dignidad y la serenidad. No cabe duda de que se trataba de un potentado olmeca de renombre en los albores de esta civilización mesoamericana.

Es un misterio el motivo por el que este magnífico retrato fue enterrado poco después de iniciada la andadura de San Lorenzo como capital de un poderoso Estado. La ausencia de mutilación sugiere que no se trató de un derrocamiento dinástico. Fuera lo que fuera lo ocurrido hace casi tres milenios y medio, una de las grandes obras maestras de la antigüedad quedó preservada para nosotros en todo su esplendor.

Por Michael D. Coe
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el dispensador dice: América pre-hispánica (nativa) contiene signos y señales de la presencia de Dios en todos sus rincones. Enseña que en el pasado el hombre comulgaba fehacientemente con sus creencias y asumía su condición de efímero, con resignación pero aceptando con honor e hidalguía pertenecer a una estirpe y recibir en ello la gracia de la vida (por entonces así era considerada). El legado de la América ancestral supera largamente a todo lo creado como consecuencia de la conquista y la consecuente imposición de la inquisición que produjo el mayor genocidio del que exista registro histórico (memoria colectiva), para luego crear una historia a medida de las miserias de los reinos que habían elaborado la gesta, necesaria para recuperar bienes consumidos entre avaricias y angurrias... Ello indica la presencia y la vigencia de dos ámbitos históricos, el propio, el intrínseco, el original y común a un mundo casi desconocido conformado por aquellas estirpes definidas de las que nada se conoce con certeza... y el otro, el inventado para dar lugar al sentido de dominación y esclavitud, habilitando a un sometimiento inducido que se sostiene hasta hoy. Las tribus nativas de América del Norte, tanto las de Canadá, Estados Unidos de Norteamérica como las de México presentan contenidos que discrepan con la historia que se les endilga... Léase, lo que cuentan los libros no se corresponde con lo que se observa... Nada distinto sucede con todas las expresiones culturales de la América Central y desde luego, ello se extiende a nuestra América del Sur. América, la antigua, es sinónimo de piedra... quién reconoce sus lenguajes está en condiciones de entender y más aún, comprender y descifrar sus ecos, sonidos que están aún cuando ningún libro de academicismos lo reconozca. Este legado habla... indicando que nada es como lo cuentan las conveniencias. Este legado además de arte contiene la vida de sus creadores y revela sus capacidades, mucho más cercanas a Dios que aquella que luego han vendido a través de las historias de indias. Significativamente, en América todo habla haciendo culto de silencios... sonidos que muchas veces (la mayoría) se apagan para preservar el sentido de los orígenes y preservar la calidad de sus fuentes... y una vez más, ello no tiene precio ya que el valor reside en todo aquello que no se ve y que muy pocos aprecian. El dispensador ha ido sembrando trozos de su alma en distintos lugares del mundo, pero en algunos de esos lugares han sucedido curiosas experiencias que me permiten aseverar, aún cuando se me señale por insanía (justificada por cierto), que las cabezas olmecas además de pensar, hablan, con quién quieren por supuesto... aún cuando no son las únicas. La piedra habla... ¿me escuchas?... Enero 11, 2011.-

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