Ocio y cultura Grandes reportajes - Sergio Reboredo - Ganges el rio sagrado de los hindues - JANO.es - ELSEVIER: "Ganges, el río sagrado de los hindúes
Sergio Reboredo
14 Junio 2011
Vistas del Taj Mahal desde la orilla opuesta al río Yamuna, en Agra.
A este emblemático río, que nace en la cordillera occidental del Himalaya, acuden en masa los peregrinos hinduistas a purificarse en sus aguas o incluso a morir a su paso por las orillas de Varanasi para detener la secuencia de reencarnaciones y poder alcanzar así su liberacion espiritual o nirvana. Nos dejamos arrastrar por su corriente a lo largo de gran parte de sus 2.500 km de recorrido para descubrir algunos de los lugares más emblemáticos y sagrados de la India.
Gangotri, el nacimiento
Nacimiento del río Ganges en Gangotri.
El lugar exacto en el que comienza a fundirse el hielo para transformarse en esa agua divina en la que los hindúes expían sus pecados es una cueva helada llamada Gomukh (Boca de vaca) situada a 4.200 m, en la falda del Himalaya, en el estado indio de Uttarakhand. Tras 2.510 km de recorrido, el Ganges desemboca en el golfo de Bengala, formando con el río Brahmaputra el mayor delta del mundo, el delta del Ganges.
En el pueblo de Gangotri, a 18 km del nacimiento del río, llama la atención un pequeño templo construido por el general nepalí Amar Singh Thapa a principios del s. XVIII, dedicado a la diosa Ganga. El templo se cierra coincidiendo con el día de Diwali, festival de las luces que se celebra en otoño, y no vuelve a abrir sus puertas hasta marzo. Gangotri congrega a muchos extranjeros que se preparan para proseguir el viaje a Gomukh. También es zona de paso de los que se dirigen a Yamunotri, uno de los 4 lugares de peregrinaje en la India, llamados Char Dham y que representan, según el filósofo del siglo VIII Adi Shankara, las 4 moradas de Dios en los 4 puntos cardinales del subcontinente indio. En este lugar, a 3.042 m de altura, el río sagrado se llama Bhagirati, ya que no es hasta Devprayag, donde confluye con el río Alaknanda, cuando recibe el nombre de Ganges.
Rishikesh, la cuna del yoga
Shiri Trayanbaks Temple, en el margen izquierdo del Ganges a su paso por Rishikesh
Siguiendo el curso del río hacia Rishikesh nos topamos con Uttarkashil, un buen lugar donde hacer una parada técnica. Medio centenar de casas de adobe, madera, y techos de pizarra se apelotonan a ambos lados del cauce del Ganges. Sólo la violencia con que el agua golpea las piedras y algún que otro graznido de cuervo rompen el silencio. Junto al cauce del río se sitúan diversos ashrams y templos frecuentados por sadhus, santones y peregrinos y un largo y abombado puente metálico en suspensión que comunica las dos partes del municipio.
A primera hora de la mañana sale el autobús rumbo a Rishikesh. La carretera desciende vertiginosamente a la par que el río y los arrozales comienzan a vislumbrarse desde la destartalada ventanilla. Tras 7 horas de tortuoso camino alcanzamos la ciudad de los yoguis.
Rishikesh, una población de unos 80.000 habitantes, es la meca internacional del yoga. Dan fe de ello los carteles, pósteres y panfletos que ofertan clases y cursos de esta práctica junto a otras terapias alternativas como el reiki o el shiatsu. Desde que los Beatles se alojaron en un ashram de la zona y compusieron The happy song Rishikesh, los turistas llegan en manadas cada año con la esperanza de que alguno de los yoguis de consagrada reputación les acoja durante su mes de meditación. Rishikesh es una ciudad peculiar: totamente vegetariana y abstemia, sus comerciantes tienen prohibido el uso de bolsas de plástico para contribuir a la conservación del medio ambiente.
El transitado puente peatonal Lakshman Jhula y los monos que corretean por los cables de hierro que lo sustentan son la atracción principal de los transeúntes, que intentan evitar los ataques de los primates en busca de alimento. Junto al puente se encuentra el Templo Shri Trayanbakshwar, uno de los más espectaculares por el colorido de sus 13 pisos y las escalinatas de sus orillas, donde los peregrinos se bañan y lavan la ropa.
La ciudad santa de Haridwar
Nada más salir de la estación de tren, una enorme cabeza de Shiva nos indica que estamos en uno de los 7 lugares más sagrados de la India. Según la religión mayoritaria del país, todos los hinduistas deben acudir a Haridwar al menos una vez en la vida, y mejor si lo hacen con sus familias. Kumbha Mela es el nombre del peregrinaje que se celebra hasta esta ciudad santa 4 veces en 12 años y que puede llegar a reunir, como en 2001, más de 70 millones de personas.
La ciudad parece inmersa en una fiesta constante y es en la zona del río llamada Har-ki-Pairi (pisada de Dios), donde se celebra la ceremonia Ganga Aarti de ofrendas y plegarias a los dioses. Las escalinatas del río se llenan de devotos con su puja (un cesto realizado con hojas en el que se colocan pétalos de flores y una vela encendida) que depositan en el río mientras suenan las campanillas y el aroma del incienso invade la atmósfera.
Agra, la ciudad del Taj Mahal
La línea férrea sigue el cauce del río Yamuna, el mayor afluente del río Ganges, que baña Agra, famosa por albergar una de las siete maravillas del mundo: el Taj Mahal, Patrimonio de la Humanidad desde 1983. Este mausoleo es el fruto de una historia de amor protagonizada por el emperador mogol Sha Jahan y su tercera esposa Mumtaz Mahal (Luz del Palacio). Ambos se enamoraron cuando tenían 14 años y Mumtaz Mahal fue siempre la esposa favorita del emperador, su confidente y consejera que le acompañaba incluso en las campañas militares. En una de esas campañas la mujer dió a luz a su decimocuarto hijo y el parto se complicó. En el lecho de muerte Sha Jahan le prometió que levantaría el más hermoso de los monumentos en recuerdo de su gran amor. Sha Jahan ordenó 2 años de luto por la muerte de Mumtaz Mahal y comenzó en 1631 la construcción en mármol blanco del monumento funerario, a orillas del Yamuna, en la que trabajaron 20.000 obreros y más de 1.000 elefantes transportaron a Agra mármoles, piedras semipreciosas y preciados materiales de lugares tan distantes como Egipto, China o Afganistán. Los mejores artesanos decoraron con versículos del Corán y motivos florales los mármoles de los edificios, entre los que se cuentan una mezquita dedicada al culto y una réplica idéntica construida al otro lado para mantener la simetría.
El Fuerte Rojo, también llamado Lal Qila, es otro de los atractivos de Agra. Se trata de un palacio amurallado rodeado de una profunda fosa que se llenaba de agua del río Yamuna. Los Grandes Mogoles del Imperio mogol: Babur, Humayun, Akbar, Jahangir, Shah Jahan y Aurangzeb vivieron y gobernaron desde aquí.
Varanasi, ciudad santa entre las santas
Quinientos treinta y siete kilómetros y 12 horas a bordo del Marudhar Express separan Agra de Varanasi. La ciudad santa de los hindúes vive ajena al resto del mundo, anclada en su pasado místico. Turistas y devotos hindúes acuden a esta ciudad bañada por el Ganges a purificarse o a morir para que su cuerpo pueda ser incinerado y arrojado a sus aguas y liberar así su alma de la interminable cadena de reencarnaciones. El atractivo principal de Varanasi reside en la larga sucesión de ghats para el baño de la orilla oeste del Ganges. Los ghats son los escalones que descienden hacia el río donde los peregrinos se sumergen para limpiar su alma y también el lugar donde se incineran los cadáveres. El mejor momento para visitarlos es el amanecer, cuando la luz es mágica y los peregrinos toman su primer baño, juntan sus manos a la altura del pecho, susurran mantras y recogen una y otra vez agua del río en sus cuencos para volverla a derramar al río o bañarse con ella. Una vez acabado el baño consiguen un estado de gracia cercano a la pureza e intentan no tocar a nadie mientras se dirigen a alguno de los templetes repartidos por la ciudad para seguir con los rezos. La máxima autoridad en los ghats son los pandits (sacerdotes)-brahmanes, sentados casi siempre en bancos de madera bajo las sombrillas de bambú. Preparan los baños rituales, untan de tilak (pasta de sándalo) la frente de los devotos y los turistas, recitan mantras y vigilan la ropa de los que se bañan en el río.
Al atardecer, el sonido de cientos de caracolas anuncia otro de los ritos de Varanasi: el Arati, el culto al crepúsculo. Los ghats se llenan de sacerdotes con el cuerpo cubierto de ceniza que agitan sus campanas, emulando la vibración cósmica primordial, y hacen a los dioses la ofrenda de los 5 elementos: el agua del continuo paso del sagrado río, una flor que simboliza la tierra, una pequeña lámpara que representa el fuego, una cola de pavo como símbolo del aire, y un trozo de tela, que lo envuelve todo. Al ritmo de tambores, gongs y campanas, la ceremonia se prolonga a medida que la oscuridad envuelve este lugar eterno, esta ciudad hecha de fervor y de esperanza.
Bodhgaya, la iluminacion de Buda
Presidido por el templo Mahabodhi, es uno de los lugares más sagrados para los budistas. Cuenta la tradición, que en el siglo v a.C., el príncipe Siddharta llegó a esta ciudad ataviado como un monje asceta. Se sentó bajo el árbol Bodhi y después de tres días y tres noches sucesivas de meditación transcendental alcanzó la iluminación o nirvana, convirtiéndose posteriormente en Buda. En la actualidad ese ficus ya no existe, pero en su lugar hay una gran higuera junto al templo Mahabodhi, llamada Sri Maha Bodhi, que se considera una descendiente directa del árbol Bodhi original, y es venerada de la misma manera.
Según los textos budistas, Buda, lleno de gratitud hacia el árbol, después de la iluminación, se quedó ante él con los ojos abiertos sin parpadear durante una semana entera. Después de ese día anduvo entre el árbol y la Stupa Animeshlocha, y en cada una de las huellas de sus pisadas nacía una flor de loto. El recorrido es conocido hoy con el nombre de Ratnachakarma o Camino Precioso. Desde ese día no han dejado de llegar devotos budistas atraídos por consagrar ese estado de espiritualidad.
El templo Mahabodhi fue construido de ladrillos, siendo una de las más antiguas estructuras de este tipo en la India, e influyó enormemente en otras edificaciones religiosas del país. La torre central tiene una altura de 55 m, y está rodeada de cuatro torreones menores del mismo estilo. El templo está rodeado de dos tipos de balaustradas de piedra en los cuatro lados, con imágenes en uno de sus lados de dioses hindúes como Lakhmi y Surya. Hoy en día el complejo que rodea al templo Mahabodhi concentra multitud de templos y monasterios, como los de Tailandia, Birmania, Bután, Camboya, Japón y Mongolia entre otros, además de una representación del Dalai Lama, y está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 2002. Además, se practican retiros espirituales y cursos de meditación.
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el dispensador dice: India no es un lugar apto para occidentales, tampoco lo es para aquellas almas que viven atadas a las densidades de los cuerpos, mucho menos para las auras espesas, y ni que hablar de aquellos que se aferran a la materialidad como criterio de permanencia. Occidente le debe mucho a India y en particular a los "indos", pero ello no está en el inconsciente de dicha civilización, ni siquiera en su imaginario colectivo. La India es misteriosa porque su pensamiento es cosmogónico y excede los términos que propone la vida terrenal, de allí que sea casi incomprensible... semejante a otros nichos culturales del Asia, equivalente a las culturas ancestrales de la América lejana, aquella que recolectó la filosofía del conocimiento lemur y de la ciencia práctica de los atlantes. América conserva vestigios de aquellas civilizaciones, pero ha perdido la expresión de sus esencias, cosa que no sucede allá, en la India. Cada paso implica descubrir un nuevo ángulo del pensamiento espiritual... cada lugar es un polo de energía que trasciende lo humano para consubstanciarse en el túnel que une las existencias con las inexistencias, antípodas de una misma huella, en diferentes dimensiones de vibración espiritual, lo denso y lo etéreo, lo espeso y lo sublime... en la India nada es como parece, y el occidental suele pasar de largo sin atender a lo "medular", maravillándose con la majestuosidad de lo efímero, pero obviando la importancia de lo imperceptible, medido ello en fragancias, perfumes, olores rancios, que van y vienen envolviendo y confundiendo los paisajes, distrayendo a los pasantes que se someten a un turismo de conveniencias, sin asumir que en la India, lo trascendente es invisible a los ojos. Occidente le debe a la India el sentido supremo del bautismo, deformado luego y adecuado a aquellos pies que no saben despegarse de la tierra que pisan y encima pretenden apropiarse de ella, buscando una eternización del cuerpo sin entender que el tiempo todo lo consume. Desde los Himalayas hasta el Océano Índico se respira espíritu, sin embargo los lugares esenciales son desconocidos por los occidentales, incluso por aquellos que asisten en busca de descubrir el sentido de las almas, intentando liberarse de la madeja que envuelve al mundo humano... Sí, nada es como parece, incluso la propia India contiene a otras dimensiones donde ciertas cosas permanecen inaccesibles a la vista. Puedes estar allí, puedes pisar el lugar, pero aún así no sabrás dónde estuviste realmente... qué duendes se movilizaban tras tu paso, cuáles acompañaban y cuáles otros soplaban brisas para ahuyentar tus intenciones o tus pensamientos... En la India nada es como parece, y aquello que parece, sencillamente no lo es... sin que descubras la diferencia. Julio 17, 2011
"... momento, no entres por mi puerta, si no estás dispuesto a dejar tu destino fuera de ella. Momento, no te asomes a mi ventana, si no estás dispuesto a liberarte de tus adversidades. Momento, no te entres a mi santuario, si no estás dispuesto a no salir jamás de él...". No es tu cuerpo el que se va, apenas es tu alma que regresa.
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