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Descubiertas dos nuevas lunas de Júpiter
Montaje de Júpiter y los satélites galileanos.| NASA/JPL
Montaje de Júpiter y los satélites galileanos.| NASA/JPL
Rafael Bachiller | Madrid
Actualizado miércoles 06/07/2011 10:08 horas
El astrónomo Rafael Bachiller nos descubre en esta serie los fenómenos más espectaculares del Cosmos. Temas de palpitante investigación, aventuras astronómicas y novedades científicas sobre el Universo analizadas en profundidad.
El hallazgo reciente de dos nuevas lunas de Júpiter eleva a 65 el número total de satélites conocidos en torno al gigante gaseoso. Júpiter mantiene así el récord como el planeta con el mayor número de lunas identificadas en el sistema solar, le sigue de cerca Saturno con 62 satélites confirmados.
S/2010 J1 y S/2010 J2
Observaciones recientes han confirmado la existencia de dos nuevas lunas en torno a Júpiter. El descubrimiento ha sido hecho público mediante un 'telegrama' de la Unión Astronómica Internacional que puede ser consultado aquí .
El telescopio Hale.| Palomar Observatory
El telescopio Hale.| Palomar Observatory
El descubrimiento se remonta al pasado 7 de septiembre cuando, utilizando el telescopio Hale de 5 metros en Monte Palomar (California), los astrónomos Jacobson, Brozovic, Gladman y Alexander realizaron unas primeras observaciones en las que aparecían indicios de un nuevo satélite en torno a Júpiter. La noche siguiente, Christian Veillet dirigió el espejo de 4-m del telescopio Canadá-Francia-Hawai (CFHT) hacia el gigante gaseoso y no sólo confirmó el hallazgo del equipo de Jacobson, sino que descubrió otra luna aún menor. Los descubrimientos se realizaron en un momento especialmente favorable para las observaciones, cuando Júpiter se encontraba en una oposición particularmente cercana a la Tierra. Observaciones posteriores han permitido confirmar la existencia de las lunas y determinar algunas de sus características.
Las dos lunas han sido designadas provisionalmente como S/2010 J1 y S/2010 J2. Las observaciones indican que sus tamaños son de 2 km y 1 km, respectivamente, y que sus órbitas son altamente irregulares (muy excéntricas y muy inclinadas). Ambas lunas orbitan en una zona exterior del sistema joviano y siguen un movimiento retrógrado, esto es, el sentido de su movimiento es contrario al del giro del planeta y al de las órbitas de los mayores satélites interiores. En este enlace de la NASA puede consultarse una tabla comparativa de sus parámetros.
Recreación de la formación del Sistema Solar.| NASA
Recreación de la formación del Sistema Solar.| NASA
Todo ello indica, pues, que estos pequeños satélites son cuerpos que quedaron atrapados en el enorme campo gravitatorio del gigante gaseoso en un tiempo remoto, quizás poco después de la formación del propio sistema solar, cuando el número de fragmentos sobrantes de la formación de los planetas eran muy abundantes en el medio interplanetario.
65 lunas
Los cuatro mayores satélites de Júpiter (Ío, Europa, Ganímedes y Calisto) fueron descubiertos por Galileo en 1610. Estos fueron los primeros cuerpos del sistema solar que fueron observados orbitando en torno a un cuerpo diferente del Sol y la Tierra. Júpiter con estas grandes cuatro lunas tiene el aspecto de un sistema solar en miniatura, lo que transmitió al astrónomo pisano una gran confianza en la teoría heliocéntrica de Copérnico.
Las cuatro lunas galileanas son muchísimo mayores que todas las otras lunas jovianas. Entre las cuatro poseen una masa que es 300 veces mayor que la de todos los otros satélites juntos. Estos cuatro grandes satélites son esferoidales, con órbitas regulares y aproximadamente circulares que siguen el mismo sentido de la rotación del planeta.
Amaltea fotografiada desde la nave Galileo.| NASA
Amaltea fotografiada desde la nave Galileo.| NASA
Similares a los satélites de Galileo, aunque muchísimo menores, hay otros cuatro satélites más interiores: Amaltea, Metis, Adrastea y Tebe. Este grupo (conocido colectivamente como grupo de Amaltea) tiene pues, al igual que el grupo galileano, un origen estrechamente ligado a la formación del planeta.
Sin embargo, los otros 57 satélites conocidos de Júpiter (incluyendo los dos descubiertos ahora) son pequeños cuerpos que orbitan a distancias mucho mayores del planeta, siguiendo movimientos a menudo retrógrados e irregulares. Se piensa que la mayor parte de estas lunas fueron asteroides que pasaban cerca de Júpiter en los momentos iniciales de su formación y que fueron capturados en órbitas heterogéneas.
Muchos de estos asteroides se rompieron en pedazos menores por las tensiones originadas por la captura o mediante colisiones con otros cuerpos. Cada una de estas fragmentaciones dio lugar a una familia de satélites similares de las que hay identificadas varias. Scott Sheppard, uno de los mayores especialistas del mundo en los satélites de Júpiter, ha realizado una compilación de tales familias en esta tabla ► Solar System Exploration: Planets: Comparison Chart: "- Enviado mediante la barra Google".
Récord de satélites
Con 65 satélites conocidos, Júpiter consigue un nuevo récord en número de lunas. Le sigue de cerca Saturno con 62 satélites identificados. Después viene Urano con 27 y Neptuno con 13. Si añadimos los dos de Marte y la Luna (no se conocen satélites ni de Mercurio ni de Venus), resulta que entre los ocho planetas del sistema solar suman 170 satélites confirmados.
Naturalmente los planetas enanos (entre los que se encuentran Plutón y Eris) también pueden tener satélites y, de hecho, se conocen, seis satélites de esta clase.
Se da la circunstancia de que algunos de los satélites de los ocho grandes planetas son mayores que los planetas enanos. De hecho, de encontrarse orbitando directamente en torno al Sol, las lunas galileanas debieran ser clasificadas como planetas enanos.
También interesante
* En la designación S/2010 J2, la letra S significa que se trata de un satélite, la cifra 2010 es el año del descubrimiento y J2 que es el segundo descubrimiento realizado en Júpiter en ese año. Este tipo de designaciones son provisionales hasta que los nuevos satélites reciban un nombre definitivo, que suele ser mitológico y relacionado con el dios Júpiter. Además de estas dos lunas, todavía quedan por nombrar definitivamente 12 de las lunas descubiertas en el año 2003.
* El descubrimiento de los satélites de Júpiter ha ido de la mano del desarrollo tecnológico. Desde 1610, no se descubrió ningún satélite hasta 1892 cuando se identificó Amaltea. Hasta 1951 se descubrieron otras siete lunas y una más en 1970. Las naves Voyager, gracias a la exploración espacial, permitieron descubrir otras tres en 1979, pero no se produjo ningún otro descubrimiento hasta 1999 en que se identificó otra. Entre los años 2000 y 2003, el equipo de Sheppard y Jewitt (Univ. de Hawai) utilizando grandes telescopios en tierra logró descubrir 45 lunas adicionales.
* El diámetro de la mayor de las lunas exteriores apenas alcanza los 9 kilómetros. No es imposible que aún queden por descubrir numerosas lunas con tamaños menores de un kilómetro.
Rafael Bachiller es director del Observatorio Astronómico Nacional (Instituto Geográfico Nacional) ► Astronomía - Instituto Geográfico Nacional - Áreas de actividad - Ministerio de Fomento: "- Enviado mediante la barra Google".
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Así es la mayor tormenta del Sistema Solar - ABC.es: "Ciencia
Así es la mayor tormenta del Sistema Solar
Desde las pasadas navidades, varios grupos de astrónomos, entre ellos el español Agustín Sánchez-Lavega, no han quitado ojo a la intrigante mancha blanca que se expande por Saturno
josé manuel nieves
Día 06/07/2011 - 19.28h
Tormenta de rayos en Saturno
Un par de semanas antes de la pasada Nochebuena, un grupo de astrónomos aficionados descubrió una gran mancha blanca en Saturno. Se trataba de una gran tormenta que destacaba sobre la brillante superficie del planeta gigante.
No era la primera vez que se observaba algo parecido, pero esta mancha no era como las demás y llamó de inmediato la atención de los especialistas. De hecho, a los pocos días de ser descubierta, se comprobó que crecía de una forma inusitada, hasta alcanzar un tamaño similar al de la Tierra. Los investigadores se dieron cuenta así de que se encontraban ante una tormenta extraterrestre de increíbles proporciones, quizá la mayor jamás observada en todo el Sistema Solar.
Apenas unos días después, se decidió estudiar el extraordinario fenómeno con el mejor de los instrumentos de que disponemos en esa remota región. Y todos los sensores y cámaras de la sonda Cassini, que desde hace años (2004) estudia Saturno y sus satélites, se dirigieron al hemisferio norte del gigante anillado.
Fue una feliz coincidencia que, justo en ese momento, la Cassini se en contrara en un punto que permitía una vista privilegiada del acontecimiento. El 24 de diciembre de 2010, el día de Nochebuena, llegaron las primeras imágenes.
El inmenso núcleo de la tormenta seguía creciendo. Y al mismo tiempo se estaba formando una enorme «cola» de nubes blancas que, ya en aquellas primeras fotografías, tenía diez veces el tamaño de nuestro planeta. Apenas dos meses después, la larga cola blanca había rodeado por completo Saturno.
Otras cuatro grandes manchas blancas se habían visto con antelación en Saturno durante los últimos 130 años. Manchas que se producen a intervalos más o menos regulares de unos treinta años terrestres, lo que equivale a un año del planeta gigante. Se trata, al parecer, de un fenómeno meteorológico estacional, que tiene lugar de forma cíclica en los veranos de Saturno.
Pero la mancha de la pasada Nochebuena no sigue ese patrón. De hecho, se ha producido demasiado pronto (acaba de empezar la primavera en el planeta, faltan unos ocho años terrestres para que llegue el verano) y sus dimensiones, intensidad y poder son extraordinariamente grandes, incluso para el planeta anillado.
Un sistema tormentoso masivo
Así que desde las pasadas navidades varios grupos de astrónomos, entre ellos el español Agustín Sánchez-Lavega, de la Escuela Técnica Superior de Ingenierıa de Bilbao, no han quitado ojo a la intrigante mancha blanca. El resultado son dos artículos que aparecen en la revista Nature.
En el primero, Sánchez-Lavega analiza con detalle la gran mancha y explica que se trata de un sistema tormentoso masivo, que de alguna forma aún por explicar extrae calor y humedad de lo más profundo de la atmósfera del planeta.
En el segundo, George Fischer, del Instituto de Investigaciones Espaciales de la Academia Austríaca de Ciencias, demuestra que la enorme tormenta provoca continuas descargas eléctricas de una intensidad jamás observada hasta ahora.
Cada rayo, según explica Fischer en Nature, es unas diez mil veces más fuerte que cualquier rayo que se produzca en la Tierra. Y, por si fuera poco, en el núcleo de la gran tormenta esas descargas se producen hasta diez veces por segundo. Los investigadores creen que la violencia de estas descargas se debe a la presencia de numerosas células tormentosas combinadas en el enorme núcleo del sistema tormentoso, que actualmente tiene un diámetro de cerca de 8.000 km.
Ya el pasado mes de agosto, antes de que se detectara la gran mancha blanca, el propio Fischer consiguió, por primera vez, obtener imágenes y sonido de una tormenta de rayos en Saturno. El vídeo, que se hizo público en abril de este año, es el que puede verse en esta noticia.
Como la «Gota fría» del Mediterráneo
Pero volvamos a la gran mancha blanca. Durante dos meses, Sánchez-Lavega y sus colegas han estudiado la tormenta, que no ha dejado de estar activa y que afecta ya a todo el hemisferio norte del planeta. «Se trata -afirma el científico español a ABC- de un fenómeno parecido a las gotas frías del Mediterráneo. Hay grandes bolsas de vapor de agua caliente en las capas bajas de la atmósfera hasta a 250 km por debajo de la tormenta. El agua caliente sube y al chocar en la alta atmósfera con aire más frío se condensa y forma nubes».
Estas nubes, sin embargo, aunque contienen algo de agua, no son como las nuestras, ya que están formadas por pequeños cristales de amoniaco. Una vez han ascendido, «los vientos hacen el resto y las reparten por todo el planeta».
Por desgracia, ni siquiera los instrumentos de la Cassini son suficientes para explicar con exactitud cómo puede llegar a producirse un «monstruo meteorológico» de estas proporciones. «No sabemos -afirma a ABC Sánchez-Lavega- cómo es posible que la poca radiación solar que llega a Saturno pueda penetrar tan abajo en la atmósfera del planeta y disparar esta clase de tormentas tan grandes. Es posible que todo empiece con pequeñas tormentas que después se unen y forman una mucho mayor, pero no lo sabemos. Los modelos que hacemos en ordenador no producen tormentas mayores de mil km, y ésta es diez veces más grande».
«Así que por ahora -concluye Sánchez -Lavega- lo único que podemos hacer es seguir observando».
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el dispensador dice: Galileo está inquieto... el universo que conmovió su espíritu es mucho mayor que lo que él lo imaginaba, tal vez más completo, o posiblemente más sublime. Nada distinto a lo que puede haber sentido Ptolomeo mirando hacia la vía láctea... seguramente sus sueños iban más allá de los instrumentos de medición, de las derivas y de las ascenciones rectas, de las órbitas y los movimientos retrógrados... ¿cómo habrán imaginado el universo aquellos mayas inquietos, herederos de sabidurías distantes?... ¿qué sabían los indos y los persas, sobre un universo inalcalzable?... posiblemente, habían sido herederos de la virtualidad de la vida y habían descubierto que aquello considerado tangible, no lo es. Que se trata de una mera circunstancia convergente hacia el sentido esencial de la huella y su sombra, nada más que eso. Sin embargo, aquellos sabios construyeron ciencia filosófica sin propiedad intelectual alguna, aportando al patrimonio del mundo de las ideas, un patrimonio tan universal como aquello que que nos contiene, nos cobija y nutre nuestros tiempos. Hay personas que nunca levantan su mirada del suelo, temiendo tropezar, pretendiendo asegurar el paso, y tan es así que se pierden la bendicion del cielo... Hay otros que miran hacia el horizonte fijamente, buscando anticipar los hechos que cruzan sus sendas... Algunos imaginan aquello que no ven, aunque intuyen que algo hay más allá de sus ojos. A veces logran plasmarlo en pinturas y otras tantas en palabras, pero siempre se quedan sin poder traducir las esencias de esos sentimientos invisibles, sensaciones sin límites que los hacen despegarse del suelo que pisan sin siquiera moverse. Unos pocos están en sus cuerpos, pero viven fuera de ellos y se alimentan de aquel universo que los demás se pierden... y luego, eso que ellos descubren, que los nutre, sirve para acompañar ciertos momentos en la vida de los muchos. Poesía oportunista de encuentros y desencuentros de afectos humanos... versos sin rima, que está allí vibrando sin la consideración de humano alguno. Eso que sucede como consecuencia del verbo y su orden eterno, le permite al hombre crear su ciencia, su entelequia de la cosmogonía de la existencia, la paradoja de una filosofía que por momentos es etérea y en otros se solidifica hasta convertirse en un muro donde se estrellan ilusiones y mañanas... para luego ser prosa o poesía de encuentros momentáneos, finitos, hasta que el tiempo los impone como desencuentros, ausencias, distancias, pentagramas quebrados, notas desafinadas de un concierto jamás expresado. Lo notable de todo lo que nos rodea, de todo lo que existe, es que lo ha hecho, lo hace y lo hará siempre, sin nosotros... lo cual indica que el sentido de las cosas, está muy lejos de ser patrimonio del hombre y sus días. Lo admirable, es que el orden universal está más vivo que nuestros sueños y se autoprotege, conservándose hacia una eternidad que jamás veremos, que nos ha ofrecido ser espectadores de circunstancia de algo majestuoso por lo que nada tienes que pagar, apenas eso... y allí reside la gracia suprema... las esencias no tienen precio. Julio 07, 2011.-
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