Londres ilumina los claroscuros de Leonardo
Una exposición "histórica" junta por primera vez fondos del artista
ÁNGELES GARCÍA (ENVIADA ESPECIAL) - Londres - 09/11/2011
Hombre del Renacimiento, sí. Artista prolífico, no tanto. Leonardo da Vinci, inventor de mundos imposibles y quimérico ingeniero, terminó poco más de 20 cuadros en su vida. Y por si fuera poco, ni siquiera todos ellos están convenientemente atribuidos. La National Gallery de Londres alberga desde hoy una cantidad insólita en la muestra Leonardo da Vinci: pintor en la corte de Milán. Un número que convierte esta en una ocasión única, en un momento excepcional, en una conjunción casi astral de voluntades museísticas. Y tras la contemplación de la exposición, que la prensa británica ha anticipado ampliamente y que el público londinense (la ciudad amaneció agitada y engalanada con los carteles de la exposición) ha corrido a agotar como si de un concierto de U2 se tratase, cabe decir que tanta fiebre leonardiana estaba plenamente justificada.
Da Vinci (Anchiano, Italia, 1452-Castillo de Clos-Lucé, 1519), el más puro intérprete de la esencia del Renacimiento, alcanzó (o rozó) la perfección en una obra escasa basada en la observación a la que dotó de perspectiva y envolvió en juegos de sombras. La exposición se centra (hasta el 5 de febrero) en el periodo del mayor apogeo de su genio renacentista, las décadas de 1480 y 1490, tiempo que estuvo a las órdenes del gobernador de la ciudad, Ludovico Maria Sforza, el Moro. Es en esta etapa cuando pinta obras como Retrato de un músico, San Jerónimo, La dama del armiño, La bella herrera, las dos versiones de La Virgen de las rocas... o el mural de La última cena que concibió en el refertorio de Santa María de Milán, cuyos dibujos y bocetos preparatorios, propiedad de la familia real británica, se muestran al público por vez primera. En total se exponen 60 obras entre pinturas y dibujos realizados directamente por Leonardo junto a una veintena de obras de artistas de su entorno. De paso, la exposición certifica la autoría de Leonardo en dos de sus obras más controvertidas: El salvator mundi y La bella principessa. El gesto representa un sustancial enriquecimiento del exiguo legado pictórico. Y en la sala dedicada a los seguidores de Leonardo, una de las joyas es El salvador adolescente, uno de los cuadros más valorados de la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid.
Todo rezuma el aroma de lo histórico en esta exposición. Luke Syson, conservador de pintura antigua italiana y exultante comisario, lo afirmaba ayer subido en los bancos colocados entre las dos versiones de La Virgen de las Rocas (una prestada por el Louvre y la otra recién restaurada por la National Gallery): nadie puede dejar de emocionarse al contemplar esas joyas que, frente a frente, dicen mucho del afán escultórico de la técnica de Leonardo.
En su trabajo, Syson ha querido indagar en las ambiciones de Da Vinci como pintor. Hasta ahora han sido abundantes las muestras dedicadas a estudiar sus aportaciones como inventor, científico e incluso dibujante, pero este es el trabajo expositivo más ambicioso dedicado a su obra plástica. El conservador ha pretendido también hacer una aproximación a Leonardo y a sus circunstancias biográficas para acabar así con el halo de misterio (el particular y muy célebre sfumato de su pintura) que rodea su vida.
Descrito por sus coetáneos como un hombre de belleza y encanto fuera de lo común, excéntrico y elegante en su vestimenta, solo se le conoce un autorretrato realizado cuando tenía 60 años: un dibujo que se encuentra en la Biblioteca Real de Turín, en el que se representa como un anciano bondadoso, con ojos claros y frondosas barbas. Homosexual, vegetariano y zurdo, encontraba en los animales sus mejores aliados. Los caballos, perros y pájaros formaron parte esencial de su entorno. Sus muchos estudios para un hipotético bestiario (patas, hocicos o colas) dan fe del interés del artista.
El mural La última cena, realizado por encargo de Sforza, prolonga la exposición con escalofriantes efectos dentro de la colección permanente de la National Gallery. Además de la reinterpretación de uno de sus discípulos más brillantes, Giampetrino, se expone la restauración del trabajo ideado por Leonardo, así como bocetos preparatorios que funcionan como desgarradores estudios anatómicos. También propiedad de los Windsor, son apuntes de personajes reales que Leonardo encontraba por las calles. No solían posar para él. Prefería observarlos el tiempo necesario y entonces corría a reproducirlos.
Hombre de ciencia, hizo también él mismo algunas autopsias y los restos analizados se exhiben de una manera tan descriptiva como bella. Como él mismo dejó escrito: cuantas más aproximaciones se efectúen hacia el misterio del ser humano, mayor será la posibilidad de abarcarlo, de capturar su alma.
La ciudad amaneció agitada y engalanada con los carteles de la muestra
Emocionan las dos versiones de 'La Virgen de las Rocas', vistas frente a frente
Todo rezuma el aroma de lo histórico en esta exposición. Luke Syson, conservador de pintura antigua italiana y exultante comisario, lo afirmaba ayer subido en los bancos colocados entre las dos versiones de La Virgen de las Rocas (una prestada por el Louvre y la otra recién restaurada por la National Gallery): nadie puede dejar de emocionarse al contemplar esas joyas que, frente a frente, dicen mucho del afán escultórico de la técnica de Leonardo.
En su trabajo, Syson ha querido indagar en las ambiciones de Da Vinci como pintor. Hasta ahora han sido abundantes las muestras dedicadas a estudiar sus aportaciones como inventor, científico e incluso dibujante, pero este es el trabajo expositivo más ambicioso dedicado a su obra plástica. El conservador ha pretendido también hacer una aproximación a Leonardo y a sus circunstancias biográficas para acabar así con el halo de misterio (el particular y muy célebre sfumato de su pintura) que rodea su vida.
Descrito por sus coetáneos como un hombre de belleza y encanto fuera de lo común, excéntrico y elegante en su vestimenta, solo se le conoce un autorretrato realizado cuando tenía 60 años: un dibujo que se encuentra en la Biblioteca Real de Turín, en el que se representa como un anciano bondadoso, con ojos claros y frondosas barbas. Homosexual, vegetariano y zurdo, encontraba en los animales sus mejores aliados. Los caballos, perros y pájaros formaron parte esencial de su entorno. Sus muchos estudios para un hipotético bestiario (patas, hocicos o colas) dan fe del interés del artista.
El mural La última cena, realizado por encargo de Sforza, prolonga la exposición con escalofriantes efectos dentro de la colección permanente de la National Gallery. Además de la reinterpretación de uno de sus discípulos más brillantes, Giampetrino, se expone la restauración del trabajo ideado por Leonardo, así como bocetos preparatorios que funcionan como desgarradores estudios anatómicos. También propiedad de los Windsor, son apuntes de personajes reales que Leonardo encontraba por las calles. No solían posar para él. Prefería observarlos el tiempo necesario y entonces corría a reproducirlos.
Hombre de ciencia, hizo también él mismo algunas autopsias y los restos analizados se exhiben de una manera tan descriptiva como bella. Como él mismo dejó escrito: cuantas más aproximaciones se efectúen hacia el misterio del ser humano, mayor será la posibilidad de abarcarlo, de capturar su alma.
el dispensador dice: antiguamente, mucho antes de Leonardo, incluso antes de la escuela de los ptolomeos, antes de los lemures y sus contemporáneos los atlantes, antes del antes de la historia inventada por las conveniencias de los reinos y sus virreinos medievales... hubo una ciencia de los trazos, una filosofía que contribuía a interpretar las esencias de las geometrías, las líneas rectas y las otras curvas, una ética que enseñaba a construir imágenes a partir de los aportes del mundo de las ideas. Por entonces, las culturas ancestrales sabían que las ideas eran esféricas y que según sus contenidos, respondían a complejas ecuaciones que expresaban su masa, sus energías, sus trayectorias, sus estabilidades, y mucho más, órbitas, ascensiones y declinaciones. El secreto de aquella lejana lógica introducía a las inteligencias en el cómo identificar las rectas dentro de la esfera, para luego transformarlas en motores de realizaciones que contribuían a beneficiar a las comunidades, así como también las enriquecía de artes que en una sola imagen, contenían muchas transformadas en detalles casi inaccesibles para las almas apuradas, para los vendedores de dignidades tanto como para sus compradores... ángulos desapercibidos, líneas tenues, indetectables al ojo ligero. El perfeccionamiento de las inteligencias las iba dotando de habilidades que tenían el potencial de alcanzar distintos rangos de genio... pero, los fundamentalismos de los tiempos promovieron la quema de bibliotecas y registros, ya que impulsaban oscurantismos a escala para favorecer las dominaciones sociales y las esclavitudes de las pobrezas. Salvo lo cursado por lemures y atlantes en un mundo muy distinto, donde los conocimientos se protegían con consciencia social, luego de ellos fue utilizado como bien de cambio, lo que hizo que la civilización humana comenzara a sucumbir. Atlantes y lemures desaparecieron por un cataclismo global, impensado, que los borró de la faz de la tierra en una sola noche... después vinieron las aventuras del hombre contra su Dios, su espíritu, sus ángeles y también contra las conciencias. Así perduramos en el error de creernos dueños del universo, desconociendo el sentido de las ignorancias, aplicando el criterio de las soberbias y los desprecios crecientes. Sea como sea, trastabillando la historia, algunos ecos de aquellos distantes idearios llegaron golpeando los zócalos hasta los años de un raro renacimiento... ¿cómo?... no importa, llegó y fue suficiente destello como para que el genio se recreara a sí mismo. En los trazos de Leonardo, hay escondidos otros que aparecen ante la mirada de las almas inocentes... cuanto más se enfocan las miradas, más se descubren imágenes veladas, esmeriladas por las miserias del espíritu... pero están ahí, indemnes. Hasta los propios ptolomeos ejercitaban sus capacidades concentrándose en descubrir las miles de figuras que se escondían dentro de una mayor y única... a partir de allí nacía la ciencia de los trazos y sus trazas. Saberes reconocidos por alquimistas y templarios, saberes que corrían por las sangres de las estirpes americanas y sus praderas y montañas... lo que se pierde a manos de las miserias, siempre regresa, espontáneamente, por obra y gracia del espíritu santo, un Espíritu que es Santo desde la eternidad y de cara a ella misma... ¿te animas a ser parte de aquella ciencia?... Noviembre 10, 2011.-
"... mira con la inocencia del alma, ella te lleva más allá de tus sentidos".
¿qué ves?... ¿qué no ves?... ¿ves?...
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