La última palabra del pope del pop
La National Gallery de Londres presenta en público los últimos trabajos de Richard Hamilton
Gran figura del arte de posguerra, falleció en 2011
La obsesión por el desnudo femenino, compartida con su héroe artístico Marcel Duchamp, el estudio constante del espacio y la perspectiva que definen un cuadro, la influencia de los clásicos en su obra más tardía que plasma en imágenes generadas por ordenador… La última e inacabada obra de Richard Hamilton (1922-2011), pionero del pop art británico y una de las grandes figuras del arte de la posguerra, se presenta esta semana en Londres por primera vez al público como una destilación de más de cinco décadas de carrera artística, la esencia de sus inquietudes y de su arte. El tríptico Le chef d’oeuvre inconnu: a painting in three parts (La obra maestra desconocida: una pintura en tres partes) es el gran protagonista de la exposición que la National Gallery dedica al tramo final de su producción, y de la que el propio autor fue artífice hasta que le sobrevino la muerte en septiembre pasado.
Marcado por su interrogación constante de las representaciones de la realidad que nos rodea, que reinventó una y otra vez combinando estilos, géneros y formatos, Hamilton decidió que la muestra londinense integrara la presentación inicial de esa obra, con sus tres variaciones, una vez supo nunca podría acabarla. Ejecutada a partir de imágenes digitales sobre las que pintó a mano, Le chef d’oeuvre inconnu fue concebida específicamente para esa retrospectiva de su última década artística en la National Gallery, un museo del que fue asiduo visitante, comisario y expositor, y cuyo retablo de maestros ejerció de inspiración esencial en sus trabajos postreros.
Una mujer desnuda se recuesta en el lecho bajo la mirada de tres personajes masculinos, los pintores Poussin, Courbet y Tiziano, en ese tríptico que plasma una historia corta (con el mismo título) firmada por Honoré de Balzac en 1831: el relato sobre un pintor del siglo XVII que trabaja incansablemente en el retrato de una mujer en busca de la representación perfecta. La obra maestra desconocida de Hamilton también podría verse, a decir de los expertos, como su respuesta a otro cuadro de Marcel Duchamp —Étant donnés, el último realizado por el artista francés y hoy propiedad del Museo de Arte de Filadelfia—, a quien siempre consideró su gran maestro.
Las referencias a Duchamp o al arte del Renacimiento, cuyas reglas de la perspectiva utiliza en sus cuadros de interiores, son una constante en la treintena de piezas que integran la exposición Richard Hamilton: Los últimos trabajos, inaugurada el miércoles y que puede visitarse de forma gratuita hasta el 13 de enero. La pintura, la fotografía y las técnicas digitales (el autor fue pionero en el uso del ordenador y diseñó sus propio hardware), conforman unas obras en las que predominan el erotismo de sus modelos desnudas, la recreación de espacios interiores y la iconografía religiosa. Así como la obra Descending nude puede recordar al Nu descendant un escalier de Duchamp (1912), las dos versiones de La Anunciación que propone Hamilton nos muestran primero a sendas mujeres desnudas y con rasgos muy actuales encarnando al arcángel Gabriel y a la Virgen y, en una segunda variación, a otra modelo despojada de ropa y hablando por teléfono en un hábitat de decoración minimalista.
La propia National Gallery aparece como objeto de una de las obras expuestas (The Saensbury wing), donde una de sus alas es pintada en un estilo austero que se centra en el punto de vista, otras de las cuestiones recurrentes en la producción del artista británico. El museo con el que mantuvo una relación muy estrecha nos brinda esta gran exposición a modo de reflexión sobre la madurez plena de su arte.
La crítica londinense se ha rendido ante la propuesta (en contraste con las reacciones divergentes que suscitara la anterior retrospectiva de Hamilton organizada en la ciudad hace dos años y medio, entonces consagrada a su sesgo más político). Más de una voz consideró aquellos trabajos, entre ellos la imagen manipulada del ex primer ministro Tony Blair en pose de cowboy (crítica a su implicación en la guerra de Irak), como magníficos ejemplos de Photoshop, pero piezas de arte facilonas y sin mayor trascendencia. Ahora, cuando se acaba de cumplir el año de su fallecimiento, la muestra de la National Gallery reivindica en toda su dimensión la figura de un artista que ejerció de precursor del pop art en Reino Unido (con la fundación del movimiento británico de vanguardia Independent Group, en 1952), que se anticipó en el enfoque hacia el arte conceptual, y que exploró la pintura, la tipografía, el diseño industrial y las herramientas tecnológicas hasta llegar a ese último cuadro sobre una obra maestra que no pudo culminar
A principios de los años cincuenta Inglaterra, en medio de una Europa desmoronada, persiguiendo un poco de aire tras las secuelas de la guerra, trataba de hallar su imagen, buscar nuevas fórmulas para el relato. Justo en esos años, en una de los primeras reuniones del Independent Group, la versión inglesa y temprana del arte pop norteamericano, aparecía Richard Hamilton en el ICA londinense, centro indiscutible de vanguardia desde la inauguración. Sería un momento crucial en su carrera: allí conocería a Eduardo Paolozzi, uno de los artistas de collage más interesantes del grupo, y empezaría a familiarizarse con Duchamp, otro de los hitos para su trayectoria.
A partir de aquí las cosas irían deprisa. Primero el famoso collage —¿Qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?—, donde el chico inglés de posguerra recortaba fascinado las revistas americanas para construir la obra que llamaría la atención de todos.
Después su papel en la exposición This is tomorrow —esto es hoy— en la Whitechapel de Londres. Había comprendido como nadie la esencia del pop: “Popular, barato, sexy, inteligente y un gran negocio”, comentaba un poco a la manera de Warhol.
Aunque nada tenía que ver con Warhol, entre otras cosas porque pese a sus afinidades electivas, las de un momento de transformación, ingleses y americanos se rebelaban en los últimos cincuenta y primeros seesenta contra planteamientos diametralmente opuestos desde el punto de vista formal. Si en los Estados Unidos se reaccionaba contra la abstracción de la Escuela de Nueva York impuesta por la crítica, en Inglaterra —se dice a menudo— la revuelta era contra los paisajes bucólicos de la colonia de St. Yves en Cornualles. Los primeros construían una imagen frígida del mundo, los segundos rescataban un arte urbano y agresivo.
Autor de diseños memorables —como el del White Album de The Beatles—, interesado en las nuevas tecnologías y los diferentes procesos de estampación; siempre involucrado a la política, en especial los conflictos locales, Hamilton volvía la mirada también hacia los clásicos —se pudo ver en el Prado con sus relecturas de Las Meninas. La muerte le sorprendió trabajando sobre La obra desconocida de Balzac —otra fascinación de Picasso—, serie que ha quedado inconclusa y que habla de su interés hacia los grandes maestros. Al volver a mirar obras radicales e inteligentes como $he —cuya iconografía parte de una serie de anuncios de amas de casa y modelos relacionándose con electrodomésticos, tan de época— queda claro que Hamilton mismo ha pasado a formar parte de esta categoría. Es, sin duda, un “gran maestro” del siglo XX
el dispensador dice:
he sentido perfumes,
escapar de pétalos sin rosas,
he percibido fragancias,
de jazmines en sus elegancias,
y hasta me han llegado esencias,
que venían de la nada...
he sabido entonces,
que los ángeles no duermen,
que despiertos andan,
velando por los sueños y sus ramas,
ayudando a transcurrir las noches,
avizorando los mañanas,
ya que en los destinos no hay tiempos,
sino dones en sus gracias...
parecen haber océanos de soledades,
parecen haber mares de silencios,
muchas veces las palabras no dicen,
lo que recitan los sentimientos,
se pierden miradas en los vientos,
buscando hallar sentidos,
se ven corazones sufridos,
de tantos malentendidos,
de otros tantos incomprendidos,
escondidos,
en momentos muy mentidos,
donde lo que se sembró,
en algún huerto perdido,
evidentemente sólo sirvió,
para trampear el destino...
se producen extraños caprichos,
donde las circunstancias son giros,
se dan vuelta los ombligos,
ante raros destilados,
alquimistas han pasado,
tratando de hallar inversas,
los conocimientos no cuentan,
cuando se sustentan en soberbias,
de allí que sean las cuentas,
las que doblan los futuros,
más vale andar sin apuro,
que estar dominado por urgencias...
sucede que justo al lado de la vida,
hay espejos que no mendigan,
ellos van reflejando,
las intenciones paralelas,
ya en las dimensiones se cuelan,
los reflejos de otras vidas,
descubriendo lo aprendido,
lo encubierto en lo agredido,
la burla que se ha pretendido,
mintiendo al desprevenido,
siempre hay más de un ombligo,
que se conecta en cada aura,
lo que no se aprende en el aula,
conductas propias de "maulas",
concluyen signando destinos,
al atraparse en desatinos...
por ello es bueno tener en cuenta,
que aquello que parecen vueltas,
cargan en sus revueltas,
sus sogas que se despliegan,
para ayudar a las almas,
cuando se pierden las calmas,
suele no verse el mañana,
espíritus cuelgan de las ramas,
de los árboles de sus destinos,
de allí la importancia del libro,
donde se inscriben las huellas,
todo lo que se hace es estela,
siempre llena de testigos,
que aún cuando no se vean,
darán testimonios al hilo,
las dimensiones son paralelas,
y cada vida en sus destellos,
anda en sus pasarelas...
el destilado es simultáneo,
aunque no era raro en antaño,
y mientras las dimensiones existen,
las vibraciones coexisten,
naciéndose en paralelo,
por ello quien no interpreta el mensaje,
terminará siendo tenido por lelo.
Octubre 18, 2012.-
Marcado por su interrogación constante de las representaciones de la realidad que nos rodea, que reinventó una y otra vez combinando estilos, géneros y formatos, Hamilton decidió que la muestra londinense integrara la presentación inicial de esa obra, con sus tres variaciones, una vez supo nunca podría acabarla. Ejecutada a partir de imágenes digitales sobre las que pintó a mano, Le chef d’oeuvre inconnu fue concebida específicamente para esa retrospectiva de su última década artística en la National Gallery, un museo del que fue asiduo visitante, comisario y expositor, y cuyo retablo de maestros ejerció de inspiración esencial en sus trabajos postreros.
Una mujer desnuda se recuesta en el lecho bajo la mirada de tres personajes masculinos, los pintores Poussin, Courbet y Tiziano, en ese tríptico que plasma una historia corta (con el mismo título) firmada por Honoré de Balzac en 1831: el relato sobre un pintor del siglo XVII que trabaja incansablemente en el retrato de una mujer en busca de la representación perfecta. La obra maestra desconocida de Hamilton también podría verse, a decir de los expertos, como su respuesta a otro cuadro de Marcel Duchamp —Étant donnés, el último realizado por el artista francés y hoy propiedad del Museo de Arte de Filadelfia—, a quien siempre consideró su gran maestro.
Las referencias a Duchamp o al arte del Renacimiento, cuyas reglas de la perspectiva utiliza en sus cuadros de interiores, son una constante en la treintena de piezas que integran la exposición Richard Hamilton: Los últimos trabajos, inaugurada el miércoles y que puede visitarse de forma gratuita hasta el 13 de enero. La pintura, la fotografía y las técnicas digitales (el autor fue pionero en el uso del ordenador y diseñó sus propio hardware), conforman unas obras en las que predominan el erotismo de sus modelos desnudas, la recreación de espacios interiores y la iconografía religiosa. Así como la obra Descending nude puede recordar al Nu descendant un escalier de Duchamp (1912), las dos versiones de La Anunciación que propone Hamilton nos muestran primero a sendas mujeres desnudas y con rasgos muy actuales encarnando al arcángel Gabriel y a la Virgen y, en una segunda variación, a otra modelo despojada de ropa y hablando por teléfono en un hábitat de decoración minimalista.
La propia National Gallery aparece como objeto de una de las obras expuestas (The Saensbury wing), donde una de sus alas es pintada en un estilo austero que se centra en el punto de vista, otras de las cuestiones recurrentes en la producción del artista británico. El museo con el que mantuvo una relación muy estrecha nos brinda esta gran exposición a modo de reflexión sobre la madurez plena de su arte.
La crítica londinense se ha rendido ante la propuesta (en contraste con las reacciones divergentes que suscitara la anterior retrospectiva de Hamilton organizada en la ciudad hace dos años y medio, entonces consagrada a su sesgo más político). Más de una voz consideró aquellos trabajos, entre ellos la imagen manipulada del ex primer ministro Tony Blair en pose de cowboy (crítica a su implicación en la guerra de Irak), como magníficos ejemplos de Photoshop, pero piezas de arte facilonas y sin mayor trascendencia. Ahora, cuando se acaba de cumplir el año de su fallecimiento, la muestra de la National Gallery reivindica en toda su dimensión la figura de un artista que ejerció de precursor del pop art en Reino Unido (con la fundación del movimiento británico de vanguardia Independent Group, en 1952), que se anticipó en el enfoque hacia el arte conceptual, y que exploró la pintura, la tipografía, el diseño industrial y las herramientas tecnológicas hasta llegar a ese último cuadro sobre una obra maestra que no pudo culminar
El gran maestro
A principios de los años cincuenta Inglaterra, en medio de una Europa desmoronada, persiguiendo un poco de aire tras las secuelas de la guerra, trataba de hallar su imagen, buscar nuevas fórmulas para el relato. Justo en esos años, en una de los primeras reuniones del Independent Group, la versión inglesa y temprana del arte pop norteamericano, aparecía Richard Hamilton en el ICA londinense, centro indiscutible de vanguardia desde la inauguración. Sería un momento crucial en su carrera: allí conocería a Eduardo Paolozzi, uno de los artistas de collage más interesantes del grupo, y empezaría a familiarizarse con Duchamp, otro de los hitos para su trayectoria.
A partir de aquí las cosas irían deprisa. Primero el famoso collage —¿Qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?—, donde el chico inglés de posguerra recortaba fascinado las revistas americanas para construir la obra que llamaría la atención de todos.
Después su papel en la exposición This is tomorrow —esto es hoy— en la Whitechapel de Londres. Había comprendido como nadie la esencia del pop: “Popular, barato, sexy, inteligente y un gran negocio”, comentaba un poco a la manera de Warhol.
Aunque nada tenía que ver con Warhol, entre otras cosas porque pese a sus afinidades electivas, las de un momento de transformación, ingleses y americanos se rebelaban en los últimos cincuenta y primeros seesenta contra planteamientos diametralmente opuestos desde el punto de vista formal. Si en los Estados Unidos se reaccionaba contra la abstracción de la Escuela de Nueva York impuesta por la crítica, en Inglaterra —se dice a menudo— la revuelta era contra los paisajes bucólicos de la colonia de St. Yves en Cornualles. Los primeros construían una imagen frígida del mundo, los segundos rescataban un arte urbano y agresivo.
Autor de diseños memorables —como el del White Album de The Beatles—, interesado en las nuevas tecnologías y los diferentes procesos de estampación; siempre involucrado a la política, en especial los conflictos locales, Hamilton volvía la mirada también hacia los clásicos —se pudo ver en el Prado con sus relecturas de Las Meninas. La muerte le sorprendió trabajando sobre La obra desconocida de Balzac —otra fascinación de Picasso—, serie que ha quedado inconclusa y que habla de su interés hacia los grandes maestros. Al volver a mirar obras radicales e inteligentes como $he —cuya iconografía parte de una serie de anuncios de amas de casa y modelos relacionándose con electrodomésticos, tan de época— queda claro que Hamilton mismo ha pasado a formar parte de esta categoría. Es, sin duda, un “gran maestro” del siglo XX
el dispensador dice:
he sentido perfumes,
escapar de pétalos sin rosas,
he percibido fragancias,
de jazmines en sus elegancias,
y hasta me han llegado esencias,
que venían de la nada...
he sabido entonces,
que los ángeles no duermen,
que despiertos andan,
velando por los sueños y sus ramas,
ayudando a transcurrir las noches,
avizorando los mañanas,
ya que en los destinos no hay tiempos,
sino dones en sus gracias...
parecen haber océanos de soledades,
parecen haber mares de silencios,
muchas veces las palabras no dicen,
lo que recitan los sentimientos,
se pierden miradas en los vientos,
buscando hallar sentidos,
se ven corazones sufridos,
de tantos malentendidos,
de otros tantos incomprendidos,
escondidos,
en momentos muy mentidos,
donde lo que se sembró,
en algún huerto perdido,
evidentemente sólo sirvió,
para trampear el destino...
se producen extraños caprichos,
donde las circunstancias son giros,
se dan vuelta los ombligos,
ante raros destilados,
alquimistas han pasado,
tratando de hallar inversas,
los conocimientos no cuentan,
cuando se sustentan en soberbias,
de allí que sean las cuentas,
las que doblan los futuros,
más vale andar sin apuro,
que estar dominado por urgencias...
sucede que justo al lado de la vida,
hay espejos que no mendigan,
ellos van reflejando,
las intenciones paralelas,
ya en las dimensiones se cuelan,
los reflejos de otras vidas,
descubriendo lo aprendido,
lo encubierto en lo agredido,
la burla que se ha pretendido,
mintiendo al desprevenido,
siempre hay más de un ombligo,
que se conecta en cada aura,
lo que no se aprende en el aula,
conductas propias de "maulas",
concluyen signando destinos,
al atraparse en desatinos...
por ello es bueno tener en cuenta,
que aquello que parecen vueltas,
cargan en sus revueltas,
sus sogas que se despliegan,
para ayudar a las almas,
cuando se pierden las calmas,
suele no verse el mañana,
espíritus cuelgan de las ramas,
de los árboles de sus destinos,
de allí la importancia del libro,
donde se inscriben las huellas,
todo lo que se hace es estela,
siempre llena de testigos,
que aún cuando no se vean,
darán testimonios al hilo,
las dimensiones son paralelas,
y cada vida en sus destellos,
anda en sus pasarelas...
el destilado es simultáneo,
aunque no era raro en antaño,
y mientras las dimensiones existen,
las vibraciones coexisten,
naciéndose en paralelo,
por ello quien no interpreta el mensaje,
terminará siendo tenido por lelo.
Octubre 18, 2012.-
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