domingo, 18 de octubre de 2015

DE LOS NÁUFRAGOS ► [Henciclo] interruptor - El problema técnico y la gestión - la columna de H enciclopedia

interruptor_La gestión de soluciones



RETIRADA DEL ARTISTA

El problema técnico y la gestión

Carlos Rehermann



El problema del arte



El problema técnico no es el únicoproblema que plantea el arte, pero sí el que más preocupa al artista. En realidad “problema técnico en arte” es un pleonasmo.
Hacer un recorrido histórico por el arte con la finalidad de explicar este punto tiene numerosas dificultades. Entre otras cosas, la definición de arte abarca tantos asuntos que resulta difícil otorgarle un lugar en el diccionario. Su esfera incluye la pintura de paredes de una caverna del paleolítico —que se cree que tenía usos mágicos—, los frisos ornamentales de un baño romano —casi siempre el ornamento entra en la categoría de arte si es suficientemente viejo, de manera que el friso decorativo del baño del bar “Los girasoles” de Montevideo quedará fuera del mundo del arte al menos hasta dentro de un siglo—, los retratos de prostitutas mantenidas por los reyes y prelados de la Europa renacentista que probablemente cumplían funciones parecidas a las de una revistaPenthouse de 1970—, los 21 autorretratos de Rembrandt —el Absoluto hecho visible—, la cama cuidadosamente mugrienta de Tracey Emin — cuya finalidad fue la de atemorizar a los jurados del premio Turner, que al salir del salón de deliberaciones miraban nerviosos alrededor, imaginando que la artista se abalanzaría sobre ellos armada con un consolador gigante de un ominoso color negro, mientras se rascaba su famoso herpes labial—, y mucho más.
El difunto Arthur Danto cortaba por lo sano cuando dictaminaba que “arte” fue algo que ocurrió en Occidente entre el siglo XV y la década de 1960. Sus razones son muy atendibles y su definición es clara. Su trabajo se limita al arte visual, pero sus elaboraciones acerca de la muerte del arte podrían extenderse a otros géneros. En realidad este es un mundo de zombis.
Los artistas, con diferentes clases de buen tino, se niegan rotundamente a considerar que el arte ha muerto. Tanto quienes podrían calificarse de tardowarholianos (es decir, los cultores del arte conceptual) como los pospicássicos (todos los demás, que son los menos) tienen motivos valederos para negarse a la muerte: unos, porque sostienen que lo que hacen es arte; los otros, porque sostienen que lo que hacen es arte. Ambos grupos sostienen que lo que hacen los demás no es arte. Unos, con expresiones de condescendencia y superioridad; los otros, con miradas de rabia y temor. ¿Qué se puede decir acerca del problema que se le plantea al artista al momento de ponerse a trabajar, si no es posible ponerse de acuerdo acerca de qué es el arte? Lo interesante de este problema es que justamente no es necesario definir nada para resolverlo. El problema del artista es un problema técnico. Se puede ir a la historia para poner un ejemplo, sin que se haga necesario mencionar nunca la palabra arte.
Problema técnico 1
Los pintores flamencos del siglo XV desarrollaron la técnica de la pintura al óleo hasta llevarla a cumbres luego difícilmente superadas. ¿Cuál era el “problema técnico” de aquellos pintores? La respuesta no puede ser más clara: no lo sabían. Los clientes de esos pintores, la nueva clase burguesa que estaba inventando el capitalismo, estaba muy interesada en mostrarse con sus posesiones: monedas de oro, vajilla de plata, pieles de animales, sedas de la China, terciopelos, maderas nobles y mujeres. Bien, pero ¿qué problema suponía esto para un pintor? Si hasta ese momento su clientela estaba compuesta más que nada por clérigos y aristócratas, que pedían asuntos religiosos o heráldicos, pues bien, ahora sería cuestión de cambiar de tema y mostrar objetos caros dentro del marco.
Pero no era tan fácil. El temple, técnica predominante por entonces, carecía de las posibilidades del óleo para describir brillos, texturas, transiciones, profundidades y transparencias. La sensualidad requerida por los temas (se trataba, ahora, de representar superficies, cosas, y no ideas o creencias) no se hacía presente en la chata suavidad del temple. Pero era imposible que los artistas o los clientes pudieran entender el problema que se estaba configurando, porque no había nada con qué compararlo. El proceso que lleva de Broederlam a Van Eyck es precisamente el camino de elaboración del problema. El problema no estuvo bien planteado hasta que apareció su solución. El día que “El matrimonio Arnolfini” estuvo terminado, el problema técnico quedó simultáneamente planteado y resuelto.
Esta idea ha sido frecuentada especialmente por científicos y filósofos de la ciencia. Jean Hyppolite, compañero de Sartre y Merleau-Ponty, maestro de Foucault y Deleuze, la formuló así: “Se afirma frecuentemente que un problema bien formulado es un problema resuelto, lo cual es cierto. Se olvida, sin embargo, añadir que el problema queda bien planteado solamente después de haber sido resuelto”.
Problema técnico 2
El problema de la persona narrativa en la novela moderna siguió un proceso que reafirma esa intuición. Robinson Crusoe está narrada en primera persona. Como hace notar John Mullan, “la primera palabra de la primera novela inglesa es «yo»”. En la primera edición Defoe no figura como autor del libro; debajo del título sólo está la frase “Escrito por él mismo”, refiriéndose a Crusoe. Para los lectores de las ficciones de comienzos del siglo XVIII el problema de la persona narrativa era un asunto clave. Hasta que la ficción no comenzó a consumirse predominantemente a través de lecturas personales, el narrador era el aeda o el contador de cuentos. Estaba clarísimo quién hablaba: el tipo que estaba contando la historia. Pero en un libro, si un personaje dice “yo” —razonaba plausiblemente un lector de aquellos tiempos—, entonces ese personaje tiene que ser el autor del texto. Por eso “Crusoe” y no “Defoe” en la tapa del libro. Se necesitó un siglo entero para que la primera persona —con frecuencia en forma epistolar— hiciera lugar a otras posibilidades. El problema técnico de Defoe quedó solucionado sólo cuando pudo poner su nombre en la tapa del libro, es decir, cuando se entendió completamente. Y eso fue posible porque el público fue parte esencial del planteamiento y la solución del problema, que supuso un enorme movimiento social, el acceso de grandes masas de población  a la comprensión de codificaciones muy sofisticadas de texto, es decir, las incontables variedades de la ficción.
Gestión
Quizá porque hay una necesidad de racionalidad de la economía de los estados, en las sociedades modernas se ha venido conformando una profesión vaga, mezcla de vocación diletante con ansiedad por la eficiencia económica, llamada gestión cultural. No se trata, por cierto, de una especialidad nueva, aunque sí ha sido muy recientemente que las escuelas superiores le han dado un lugar y le han construido una currícula.
Es frecuente que los gestores contratados por el Estado o por grandes instituciones lancen ideas para convocar artistas a presentar propuestas u obras con cierta temática o perfil ideológico. Así, se convoca a concursos de cuentos sobre la democracia, piezas de teatro sobre la diversidad, obras de arte visual sobre la violencia de género. Ya se habló aquí mismo del fracaso inevitable de esas prácticas, examinados los resultados con las herramientas de la crítica. Pobreza de ideas, penuria técnica, fractalidad del tedio, horror a la incorrección, es decir, sumisión a morales heredadas. Lo esencial del asunto central que ocupa a los artistas, es decir, el problema técnico, es que no está ni clara ni completamente formulado, de manera que no es posible un trabajo fructífero que no gire en torno a un problema técnico. Por supuesto, esto está muchísimo más allá del interés de un gestor, al menos de la mayor parte de aquellos que trabajan para grandes instituciones privadas o públicas.
La conversión de la crítica en teoría, es decir, el abandono de la descripción por la prescripción, fenómeno que comenzó hace medio siglo en la Academia estadounidense y se expandió bacterianamente por todo el planeta, es perfectamente funcional a la tarea burocrática de la gestión de cultura. El problema no es ni de los gestores ni de los gobernantes, sino, muy probablemente, una respuesta inevitable a los cambios sociales que trastocaron los sentidos del arte en el mundo de los últimos 150 años: la pérdida del aura que explicaba Benjamin hace 80 años, refiriéndose a procesos que habían comenzado casi un siglo antes. Los artistas dejaron de ser factores de una conexión entre el mundo oscuro, sucio y más o menos idiota de la producción de riqueza y el asesinato en nombre de la patria y una esfera trascendente del ser. No es que ya no haya artistas que efectivamente nos hacen sentir ese contacto superior; es que los estados ya no los necesitan para sobrevivir.
Los productores de cine estadounidenses fueron quizá los primeros en poner en marcha de manera agresiva y notablemente dinámica, y por lo demás enormemente exitosa, el mecanismo de gestión que actualmente domina el mundo, hacia los años treinta del siglo pasado (cuando Benjamin hablaba de la pérdida del aura). Los cuentos de Scott Fitzgerald protagonizados por su personaje Pat Hobby, guionista de la época muda expulsado por el sistema de gestión moderno —esto es, de los años treinta—, muestran con amargo humor la muerte del cine como arte en Hollywood. El ajuste es comprensible, y para que las empresas funcionen, quizá necesario, ya que los capitales iniciales requeridos para realizar una obra cinematográfica son muy grandes. Los capitalistas necesariamente tienen que controlar la empresa y no pueden permitir que unos irresponsables (como de sobra se sabe que son los artistas, especialmente después de la pérdida del aura) se pongan a jugar con su dinero.
En la actualidad la producción sigue más o menos procesos similares en todos los géneros artísticos. Los libros se producen de acuerdo a planes diseñados por gestores editoriales; los artistas visuales han cedido terreno a los curadores, que son los gestores del arte visual, quienes promueven, ordenan, organizan y redactan textos orientadores para las exposiciones que realizan; lo mismo puede decirse de la música y el teatro. El protagonismo y la fuerza renovadora se han ido retirando del espacio de los creadores para afincarse clara y definitivamente en el espacio de los gestores, curadores, y editores.
El problema técnico en arte es perjudicial para la industria y el comercio, y la solución de la gestión es borrarlo del paisaje. El arte es una actividad irracional, antieconómica e imprevisible, y por lo tanto choca contra la racionalidad requerida para que el mundo marche bien, de acuerdo a lo que un gobierno en sus cabales necesita. Pero la insistencia de algunos gestores, basados en especulaciones de algunos economistas acerca de los beneficios económicos de la cultura es muy perjudicial para el arte (en general se evita la palabra arte y se habla de cultura, algo que se podría denominar una negación militante de la especificidad del arte). Esa tesis infundada lo único que logra es habilitar un proceso de evaluación económica de los proyectos artísticos, con lo cual se construye un desbalance que necesariamente dejará afuera, a la corta o a la larga, a los proyectos artísticos que no cumplan con el requisito de una gestión a priori, completamente ignorante del sentido del problema técnico.
-.-.-.-

el dispensador dice: cuando te hunden la primera vez, te asustas... miedo al océano abierto... miedo a los tiburones... miedo a la noche... miedo al frío... miedo a la inmensidad sobrecogedora... miedo al calor abrumante del día... miedo a la profundidad... miedo al horizonte al nivel de los ojos... miedo a los rayos... miedo a las tormentas... miedo a no poder flotar... miedo a la desesperación... miedo al miedo...

a veces el miedo te mueve a la esperanza... y nadando encuentras una playa que no está ni figura en ningún mapa...

a veces el miedo te gana y te dejas sumergir para ser alimento de alimañas...

a veces el miedo te trae respuestas inesperadas... y así como aparece una isla... aparece un barco que salva, siempre que no sea de piratas...

cuando te hunden la segunda vez, ya no te asustas tanto... siempre que hayas sobrevivido al primer hundimiento... allí aprendes que hay confusión en el "enamoramiento"... y que aquello que tu sientes como "amor", para el otro puede ser salvación y acomodamiento, hasta que le cambien los vientos y entienda que ya no eres su salvavidas y que es preferible ahogarte a acompañarte... de hecho, nadar juntos suele no ser parte de ningún buen destino... salvo que las almas vibren al modo de un trino, al unísono... algo difícil en el concierto humano de mentiras y trampas a la mano...

cuando te hunden la tercera vez... ya estás acostumbrado a hacer la plancha... a esperar la oportunidad para nadar hacia la nada, y a veces las playas se te aparecen inesperadamente y hasta te dan la oportunidad de elegir la isla donde recalar con tu humanidad despojada...

cuando te hunden por cuarta vez... ya no aguardas a que el torpedo haga blanco bajo la línea de flotación... directamente te arrojas al agua y tomas distancia para ver cómo se hunde tu nave pero no tu esperanza... las mentiras son golpes al alma... pero las traiciones suelen sentirse como lanzas atravesando los espacios y también las distancias...

desde pequeño aprendí a ser náufrago de mi mismo... así es que luego de haber sobrevivido en numerosas ocasiones ya nada me toma por sorpresa... reconozco a los humanos por sus auras y por lo que sus palabras pesan... 

cuando me perdí por primera vez en el Sahara tuve miedo a las dunas... pero la segunda vez que me perdí en el Sahara tuve temor por las arenas sueltas... y la tercera vez me sentí bendecido de haberme extraviado y hasta de encontrar una especie de refugio olvidado en un oasis desconocido... raro, pero demasiado real... amo el Sahara como amo al océano de mi Atlántida...

cuando me perdí por primera vez en los Himalayas tuve frío, tanto que no puedo describirlo con palabras... pero alguien me encontró y me dió para beber un té que no sólo me hizo perder el frío del momento... sino que me lo hizo perder para siempre... nunca más tuve frío... porque aprendí a desprenderme... tanto es así que en veces posteriores, perdido entre alturas desconocidas, siempre halle portales conducentes a gentes sin fortunas... sabias de hielos y dunas... de aguas abiertas e higos de tunas...

podría decirse que de tanto naufragar, me he doctorado en naufragios... 

podría decirse que de tanto perderme, me he doctorado en extravíos...

podría decirse que de tanto extraviarme, me he doctorado en ser un sobreviviente...

debo darle gracias a los monjes sabios del Itey en su stupa invisible del Tíbet intangible... así como debo darle gracias a los viernes de Robinson Crusoe, quien me orientó en las islas de los mapas imposibles... así como debo darle más que gracias a Antinea y a Victoria, por haberme concedido la posibilidad de reconocer las playas de la Atlántida sin gloria... porque hasta la Lemuria tiene su historia...

cuando te acostumbras a ser náufrago... te ríes de ti mismo... y contemplas el horizonte y su ostracismo... haces culto de la soledad y del silencio, en sí mismos... y hasta comprendes las miserias humanas de los otros intentando saquearte la voluntad y despojarte del esfuerzo sudoral de las convicciones bien sostenidas... al punto que las lanzas a pesar de herirte ya no te dejan cicatrices ni tampoco heridas, las que suturan a partir de tu propia risa... de descubrir que las intenciones recitadas sólo son muestra de las urgencias que visten a las prisas, propias de gentes sin escrúpulos, inmorales a la vista...

hoy... ya ni siquiera tengo isla... tampoco playa... y transito mi desierto sin altar a cuestas que me asista... aunque sí llevo a mi ángel de la guarda y a mi consciencia que me empuja a permanecer de pié, mientras cursa el día... lo bueno de sobrevivir es que la muerte no te asusta, porque sabes que todo esto no es más que un sueño, que se respira mientras dura... y que lo demás son miserias que se despliegan mientras el viento sopla y la vela contiene las brisas de las locuras...

cuando transitaba por los pasillos de los hospitales, descubrí que había ángeles a raudales, aguardando por almas a las que venía a buscar para conducir a sus umbrales... consciencias sueltas de personas sin ventanales, que respiraban sin darse cuenta que había nacido y que hasta habían vivido...

sólo puede decirte sin temor a equivocarme... que en esta Tierra humana y en esta otra de la creación hecha Verbo a pronunciarse... no hay nadie... absolutamente nadie... que no sea nacido de madre. OCTUBRE 18, 2015.-

DECICADO A: Juana y a Victoria... la primera, madre en soledad... la segunda, madre en el silencio... ser humano demanda tiempo... y allí la luz no cabe, porque no pertenece al ámbito de los sentidos humanos, mucho menos de sus sentimientos... los que se reconocen luego del umbral, cuando el portal te envuelve y te abstrae... de cualquier olvido y de cualquier recuerdo.




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