lunes, 1 de mayo de 2017

ALUD DE LETRAS || “A mí me va la vida en los libros, no sé dedicarme a otra cosa” | Babelia | EL PAÍS

“A mí me va la vida en los libros, no sé dedicarme a otra cosa” | Babelia | EL PAÍS



¿POR QUÉ CREER EN LOS LIBROS?

“A mí me va la vida en los libros, no sé dedicarme a otra cosa”

Eva Boj fundó la librería Atticus Finch en Madrid tras 18 años trabajando como librera de otro establecimiento







Eva Boj, fundadora de la librería Atticus Finch.



Atticus Finch, el héroe discreto de la novela Matar a un ruiseñor de Harper Lee, fue —¿quién sabe si en la era Trump sigue siéndolo?— un espejo en el que millones de estadounidenses se miraron durante años. Aquel abogado creado por Lee en 1950 —con la recientemente recuperada precuela Ve y pon un centinela— fue interpretado por Gregory Peck en la película que adaptó Robert Mulligan en 1962. Para millones de ciudadanos, por tanto, el rostro de aquel abogado sin esposa que vive en Alabama y defiende la moralidad y la tolerancia tenía la cara de Peck. Todavía hoy la tiene. Quizás la madre de Eva Boj Bragado, propietaria de la librería madrileña Atticus Finch, fuera una de ellas. En homenaje a su madre y al libro que tanto le gustaba, Eva abrió este local en el barrio de Malasaña. Una librería que comparte con Atticus no sólo el mismo nombre, también dos de sus cualidades: la discreción y la elegancia. Tras 18 años trabajando como librera de otro establecimiento, Eva decidió hace cuatro fundar su propia librería: “Ya llevo 18 años siendo librera. A mí me va la vida en los libros, no sé dedicarme a otra cosa”.
Atticus Finch es un lugar pequeño en el que ocurren cosas extraordinarias: desde cuentacuentos infantiles una vez al mes, recitales poéticos, presentaciones, cine clubs para socios, talleres de escritura... Un lugar en el que compartir el placer de la cultura. Si además todas estas actividades se aderezan con las rosquillas de Papá Atticus —un dulce exquisito que realiza en propio padre de Eva—, cualquier plan en Atticus Finch se vuelve irresistible.
“A mí me va la vida en los libros, no sé dedicarme a otra cosa”
Inmersa estos días en las fiestas de mayo de Malasaña, Eva sabía que para emprender su nuevo negocio necesitaba un sitio céntrico: “Tengo un tipo de cliente curioso. Yo pensaba que trasladarme desde Chamartín, donde estaba mi anterior trabajo, a Malasaña significaba volverme mucho más moderna y me he dado cuenta que un buen lector de clásicos contemporáneos está en todos sitios”, comenta Boj. Y es que, ciertamente, en un lugar tan pequeño la selección de libros se revela fundamental: “Hay tres espacios dentro de la librería: una sección infantil-juvenil que cada vez ocupa más sitio porque hay mucha demanda, la narrativa de adulto centrada en libros modernos y contemporáneos y, por último, el pequeño salón para actividades”. Sin olvidar la cocina de dos metros cuadrados donde siempre se está cocinando algo rico para dar la bienvenida a los clientes.
Hay tres libros que Eva está recomendado con fruición en las últimas semanas: El cuento de la criada, de Margaret Atwood, un clásico que la editorial Salamandrareedita y que la cadena HBO ha adaptado a serie de televisión distópica; Fat city, de Leonard Gardner en la editorial Underwood, “una historia de personajes con el boxeo como metáfora de los golpes de la vida. Excelente tanto en los diálogos como en sus precisas descripciones y la traducción de Rubén Martínez Giráldez, que merece una mención”; Helada sangre azul, de Yuri Buida, en Automática Editorial, “para aquellos que gusten de lecturas rigurosas, lineales, sobrias, pero a la vez, sublimes, líricas, casi mágicas... Breve pero intensa obra sobre una misteriosa y fascinante mujer que nos transporta a la Rusia postsoviética y sus viejas glorias”.
Ante la última pregunta que abrocha cada uno de los capítulos de esta serie, Eva responde sin dudar: “Creo en los libros porque los libros son todo. Te ayudan en un montón de circunstancias de la vida, a evadirte, a soñar, a consolarte, a viajar, a proyectar lo que quieres ser”, afirma entusiasta la librera para rematar: “Los libros no pueden morir porque moriríamos nosotros también”.

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