sábado, 20 de mayo de 2017

DESDE MI LENGUA SE VE EL MAR ▲ Desde este libro se ve Portugal | Babelia | EL PAÍS

Desde este libro se ve Portugal | Babelia | EL PAÍS

76ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Desde este libro se ve Portugal

Si la guerra de Angola marcó a varias generaciones de autores portugueses, la crisis económica ha afectado a los más jóvenes. Todos tratan de liberarse de Pessoa



Un hombre lee en la Ribeira das Naus, al lado del río Tajo.

Un hombre lee en la Ribeira das Naus, al lado del río Tajo. 



"Desde mi lengua se ve el mar”. La frase es de Vergílio Ferreira, ha servido para marcar los designios de la historia de la cultura lusitana y sirve aún para imaginar algo así como un mapa líquido de su literatura actual, la que nos llega en la estela de figuras mayores bien conocidas, como José Saramago o António Lobo Antunes, cuyas obras han servido de brújula y guía a varias generaciones de escritores del país vecino. Consultamos la lista de los 10 autores en lengua portuguesa más traducidos a otros idiomas y encontramos esos dos nombres (con lugar de privilegio para el Nobel), junto al eterno Eça de Queirós y al incombustible Fernando Pessoa, el portugués más presente cada temporada en las mesas de novedades. Pero, salvadas esas cuatro referencias, ¿cuáles serían las líneas temáticas de fuerza de la literatura portuguesa actual y los autores y obras fundamentales que las alimentan? Miremos ese mar e intentemos encontrar algunas balizas.
Aunque sigue pesando mucho en el imaginario colectivo la experiencia traumática de la guerra colonial africana (y algunas de las últimas novelas de Lobo Antunes siguen siendo ejemplo de ello), nuevas realidades van adquiriendo un papel relevante en el retrato coral de la literatura lusa. Una obra fundamental de los últimos años, O retorno, de Dulce Maria Cardoso, relata en esa clave el tema del regreso a la patria de los “retornados”, los colonos portugueses residentes en África (más de 500.000, en un país con algo más de 10 millones de habitantes) alrededor de la experiencia del 25 de abril, y teje un relato emocionante y profundo de esa realidad, que se ha visto asimismo reflejada en otro libro magnífico y también con voz femenina, Cadernos de memorias coloniais, de Isabela Figueiredo. De alguna forma, se trata de un segmento más de una de las columnas vertebrales más importantes de la literatura portuguesa del siglo XX y el tránsito hacia nuestros días, que podría definirse en algo así como la “portugalidad” o el “pensar Portugal”, que mezcla la relectura de un legado historicista con nuevas perspectivas poscoloniales, tomando como objeto el ser y sentir del país en el espejo de la historia y el mundo, y que se plasma en la obra de ensayistas como la figura tutelar de las letras lusas, Eduardo Lourenço, el José Gil de Portugal hoy, el miedo de existir o el sorprendente cronista Onésimo Teotónio de Almeida.

CITAS DE LA FERIA

  • La 76ª edición de la Feria del Libro de Madrid se celebra en el parque del Retiro entre el viernes 27 de mayo y el domingo 11 de junio.
  • La conferencia inaugural correrá a cargo del filósofo Eduardo Lourenço.
  • De Nuno Júdice a Ana Luísa Amaral, pasando por Afonso Cruz, cerca de 40 autores portugueses acudirán a la feria. A ellos se sumarán escritores españoles como Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares o Lorenzo Silva.
  • Expresso y EL PAÍS, dos casos de éxito será el tema del diálogo entre Juan Luis Cebrián y Francisco Pinto Balsemão que tendrá lugar el 7 de junio.
  • Antonio Muñoz Molina pronunciará el 11 de junio la conferencia 'La risa de Eça de Queirós'.
Otra cara más de esa misma preocupación podemos localizarla en temas como la emigración de portugueses al extranjero o la presencia de minorías inmigrantes en el país, tópico recurrente en la narrativa de Valter Hugo Mãe, como reflejo del retrato de las clases desfavorecidas, en libros como El apocalipsis de los trabajadores o La deshumanización. Ese desasosiego por la situación del país, por el presente que sigue a un pasado tan heroico como trombótico, es uno de los aspectos que con más fuerza brotan en muchos de los nombres destacables de estas últimas décadas, y hace que sea imposible, desde la cultura, hablar del Portugal de nuestros días sin referirnos a la durísima experiencia de la crisis económica de la última década, bien presente en la literatura desde una perspectiva crítica y de compromiso ideológico, patente en títulos explícitos como Desamparo o Desnorte, de la novelista Inês Pedrosa, o en la obra ensayística de Boaventura de Sousa Santos, abanderado de cierta indignación social ante la degradación de los valores democráticos.
Otra línea temática muy interesante en la penúltima generación visible de escritores portugueses (los nacidos en los años setenta) es el diálogo entre la construcción del relato del Portugal rural, interior, casi como un paisaje y una cultura en extinción (presente en libros como Galveias, de José Luís Peixoto, o en Jesucristo bebía cerveza, de Afonso Cruz), y una visión más sofisticada e inundada de referencias culturales de carácter internacional, como sucede en el caso de la obra plural de Gonçalo M. Tavares, el más singular de los escritores portugueses de los últimos años, que bebe a partes iguales de la tradición y la vanguardia.
Los más traducidos a otras lenguas siguen siendo Saramago, Lobo Antunes, Pessoa y Eça de Queirós
Si a estos elementos unimos una línea de retrato cáustico y humorístico de la sociedad lusa, presente en la narrativa de Mário de Carvalho y Rui Zink; otra de carácter más intimista y simbolista, que toma cuerpo en las obras de Maria Velho da Costa (fundamental su obra Myra) o Hélia Correia, y añadimos el elemento cosmopolita constituido por escritores portugueses de origen africano, como Paulo José Miranda u Ondjaki, acabamos por definir el mapa fundamental de las letras lusas, en el que siguen contando con una presencia esencial nombres ya clásicos del último medio siglo, como Lídia Jorge, Mário Cláudio o Almeida Faria.
¿Y la poesía, la gran poesía portuguesa? A la sombra de nombres insustituibles, como los de Herberto Helder, António Ramos Rosa, Vasco Graça Moura, Manuel António Pina, Nuno Júdice o Gastão Cruz, se revela con especial constancia el eterno debate entre la luz y el hermetismo, que en Portugal se traduciría en algo así como la figuración y la capacidad de abstracción en la comprensión de la realidad. Porque ese término, ­“real”, en su rica polisemia, es uno de los más frecuentes en la lírica lusa del último medio siglo.
No faltan, como es costumbre, las voces que hablan de unas nuevas generaciones de escritores portugueses que no acaban de despuntar, como un bosque de maravillosos árboles enanos a la sombra de un conjunto notable de ejemplares de gran porte. Es la herencia, maravillosa y maldita al mismo tiempo, de la extraordinaria literatura portuguesa del siglo XX, una de las más ricas y variadas de Occidente, ante la cual los nuevos autores tendrán que enfrentar, algún día, la necesidad de matar a un padre simbolizado en forma de una tradición moderna inagotable (véase el ejemplo de Pessoa) que sigue, como el rey Don Sebastián, acechando en el horizonte cada mañana de niebla.


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