FOTOGRAFÍA
La fotografía como espejo: Minor White
La Fundación Loewe acoge la primera exposición individual en España de este maestro del modernismo fotográfico
Golden Gate, San Francisco, 1959 MINOR WHITE /HOWARD GREENBERG GALLERY
“¿Has estado enamorado alguna vez?”, le preguntó Alfred Stieglitz a Minor White. White asintió. “Entonces puedes ser fotógrafo”, añadió Stieglitz. La conversación tuvo lugar en Nueva York. Transcurría 1946 y White dudaba entonces sobre su capacidad para ser un buen fotógrafo. Stieglitz era ya un anciano a punto de morir. Su sencilla pregunta no solo hizo salir de dudas al joven artista, también le indicó la senda a tomar; un camino de búsqueda espiritual reflejado en la capacidad metafórica de las imágenes.
Con motivo de PHotoEspaña 2017, la Fundación Loewe dedica una exposición a Minor White (Minneapolis, 1908-Boston, 1976). Se trata de la primera muestra individual que se celebra del artista en nuestro país, que agrupa 42 fotografías bajo el título Minor White: metáforas. “Fue un gran maestro, muy influyente en la fotografía americana de la posguerra. Su labor destacó no solo como fotógrafo, sino como profesor y editor de la revista Aperture, que aun sigue siendo la biblia de la fotografía”, destaca María Millán, comisaria de la muestra.
Desde la perspectiva actual, sometidos a un bombardeo continuo de imágenes dirigido a captar nuestra atención solo momentáneamente, y dónde la fotografía parece revelar códigos culturales más que verdades personales o espirituales, quizás la obra de Minor White sea un poderoso contrapunto valedor de los principios de la fotografía modernista. “Uno debe fotografiar las cosas no solo por lo que son, sino por lo que además son”, decía White.
Su abuelo le regaló una cámara a los siete años. Autodidacta, llegó a la fotografía a los 30, después de haber estudiado literatura inglesa y botánica. Sus primeros pasos los dio a través de la fotografía documental, cuando le encargaron retratar los edificios históricos del puerto de Portland, listos para su demolición. Fue por esa época cuando obtuvo su primer trabajo como docente de la fotografía en La Grande Art Centre. Un año más tarde, tres de sus fotografías fueron incluidas en una exposición del MoMa Image of Freedom. Poco a poco sus imágenes descriptivas se fueron volviendo más personales. La experiencia en el ejército, durante Segunda Guerra Mundial, junto a su reunión con Stieglitz, marcaría un antes y un después en su trayectoria artística.
Inspirado por la creencia de Kandinsky de que el color, la forma y la línea reflejan las vibraciones del alma, así como por las teorías simbolistas de la imagen como metáfora, Stieglitz había elaborado una teoría de equivalencias.Esta quedó plasmada en su serie de fotografías de nubes, las cuales expresaban sus distintos estados internos y emocionales. “Quise fotografiar nubes para averiguar lo que había aprendido en 40 años dedicado a la fotografía. Expresar mi filosofía de vida a través de las nubes, mostrar que mis imágenes no eran el resultado de un tema”, escribió el fotógrafo. Así, Stieglitz se convirtió en la principal influencia de Minor. “Tanto en sus enseñanzas como en su obra personal, Minor hacía mucho hincapié en la necesidad de estar en contacto con la vida interior y atento a las sensaciones que experimenta uno mismo”, explica Millán. “Seguidor de la teoría de la equivalencia, sus fotografías van más allá de la imagen que reflejan; sus rocas, sus escenas de agua o hielo, son imágenes simbólicas, metáforas de un sentimiento. Son metafóricas tanto para su autor como para quien las observa”.
De Stieglitz también heredó la tendencia a la secuenciación de las imágenes, defendiendo que otorga más contenido a las imágenes que si son observadas individualmente. “Aun así, Minor da la libertad al espectador para crear su propia secuencia y crear su propia historia”, señala la comisaria. “De esta forma en la exposición se han mezclado imágenes de distintas etapas: los paisajes urbanos de San Francisco, con desnudos y con abstracciones”.
Ansel Adams le invitó en 1946 a impartir clases en el California School of Fine Arts de San Francisco. Con Adams compartía su pasión por la naturaleza, pero no su visión. Minor nunca estuvo interesado en mostrar su grandiosidad ni su belleza, sino en captar sus formas abstractas para expresarse simbólicamente a través de metáforas. “Lo que sí aprendió y propagó de Adams fue su sistema de zonas (técnica de revelado)”, señala Millán, “por el cual conseguía exponer y revelar un negativo con una excelencia en la que que se pueden distinguir toda una gama de tonalidades”. “En la exposición”, continúa Millán, “podemos observar esta riqueza tonal, ya que todas sus fotos las reveló él. Podemos apreciar lo bien que entendía la luz a la hora de exponer y de revelar. Son imágenes lujosas, con un grado de poesía y evocación máximo”. Sin embargo, fue con Edward Weston con quien compartió su visión de la naturaleza, de la expresividad de las formas, aunque sus interpretaciones diferían. Juntos irían a fotografiar a Point Lobos.
La fotografía se convirtió en una filosofía de vida para el artista. A través de ella hizo visible su continua búsqueda de la trascendencia espiritual (durante distintas etapas de su vida abrazó el catolicismo, el zen, se hizo adicto al I Ching, seguidor de la mística de Gurdieff o de las teorías psicológicas de la Gestald). También le sirvió para expresar su deseo por los hombres; deseo que en su vida pública tuvo que mantener oculto. Escribió un diario, al que llamó Memorable fancies, título que cogió prestado del poeta William Blake, el cual sirvió de desahogo y cobijo a su naturaleza introspectiva y a su fama de huraño y poco sociable.
“Fue muy criticado por no salir del armario, dice la comisaria, “sobre todo en los ochenta por parte de Mapplethorpe y el colectivo gay. Pero uno sale del armario o no, y las condiciones de cada uno son muy distintas. Minor no fue libre para decir lo que quería de forma abierta como lo fueron los artistas de los ochenta. Vivía de su sueldo como fotógrafo en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), en donde hubiese perdido su trabajo de salir a la luz su homosexualidad”.
Siete de las imágenes que se muestran en la exposición pertenecen al proyecto Lives I've never lived, realizado en la última etapa de su vida. En ellas aparece posando para la cámara de su alumno, Abe Frajndlich, en momentos de gran intimidad hablando de la muerte, que le sobrevino un mes después, de un ataque al corazón. “Cayó en el olvido”, comenta Millán, “pero la exposición organizada por el Paul Getty Museum de Los Ángeles en 2014 le devolvió al lugar que se merece dentro de la fotografía. Su obra está siendo revalorizada. Hay un revival de su figura, pero esta vez no está mediatizada por su vida personal”, concluye Millán.
Minor White: metáforas. Fundación Loewe. Madrid. Hasta el 27 de agosto.
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