No hay éxito sin moscas
El hombre es el centro del universo; de hecho, está condenado a serlo
Imagen de la Tierra desde la Luna. NASA
- Y por último, a fin de garantizar la reproducción de la especie, la naturaleza inventó el óvulo, los espermatozoides y la suspensión momentánea de la sensatez.
- En ocasiones, el ego no le permite a uno verse a sí mismo.
- Por supuesto que el hombre es el centro del universo. De hecho, está condenado a serlo puesto que sólo dispone de un punto desde el que efectuar sus observaciones. Debido a este pequeño detalle, todo lo existente queda a su alrededor.
- Tener razón equivale a llevar sobre los hombros un saco de piedras. Los listos son aquellos que de vez en cuando se equivocan para que algún ingenuo cargue con el bulto.
- Algunos elogios causan moretones.
- El dominio profundo del idioma es condición indispensable del hombre libre. Algunos, quizá muchos, no lo saben. Aún peor, no lo entienden.
- No hay éxito sin moscas.
- El extremismo no es más que una de las denominaciones que suelen aplicarse a los jardines de infancia para adultos.
- Ruego al último ser humano en sucumbir al apocalipsis que aplauda segundos antes de ser aniquilado. Que al menos le quede al planeta una prueba de que en la historia de nuestra especie no se escondía ninguna animadversión contra él; de que fuimos, sí, terribles, pero no desagradecidos.
- ¡Cuánto le gusta a la felicidad domiciliarse en lo inútil!
- Tan pronto como llego a un lugar para mí desconocido, fijo mi atención en el rostro de las mujeres. Si las veo sonreír, respiro aliviado pues ya sé que he puesto los pies en zona habitable.
- Me fui a vivir lejos y eso es todo lo que puedo hacer por ustedes.
- Al ser humano no le hace falta tener grandes colmillos o un aguijón venenoso. El mismo servicio le prestan sus férreas convicciones.
- El totalitarismo es por principio un caso extremo de mala educación.
- ¿A partir de cuántos lectores deja un libro de ser literatura?
- De verdad, qué cosa más antiestética tener los agujeros de la nariz en el centro de la cara; pero es que, carecer de ellos junto a tantos individuos agujereados, aún sería peor; no sé, menos feo pero más monstruoso.
- Cuántas veces en la vida uno no sabe nada, pero nada de nada, y ni siquiera es el más tonto de la reunión.
- Difícil tarea lograr que nuestros adolescentes admiren a Platón, a Cervantes, a William Shakespeare. Yo los entiendo. ¿Qué se puede esperar de unos hombres que no andaban en bicicleta ni conocían el manejo del teléfono?
- Conociendo el corazón de los hombres y la naturaleza de los negocios, no tengo la menor duda de que, si nos alimentáramos de piedras, el fraude consistiría en vendernos fruta camuflada bajo una capa de cemento.
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