Reír por no llorar
Paul Beatty ganó el Man Booker con 'El vendido', una deslumbrante sátira en la que alguien decide recuperar un barrio de Los Ángeles reinstaurando la esclavitud
El escritor estadounidense Paul Beatty, retratado en 2015. ALEX WELSH / THE NEW YORK TIMES / CONTACTO
Nacido en 1962 en Los Ángeles, el escritor afroamericano Paul Beatty se crio en los barrios de Pico, Santa Mónica y Venice Beach. Estudió en un instituto de enseñanza secundaria en The Valley como parte de un programa de integración racial que convertiría en objeto de cruentas burlas en su primera novela. Se matriculó en Psicología en la Universidad de Boston, pero enseguida se cansó, decidiendo inscribirse en el programa de escritura creativa del Brooklyn College, en Nueva York, donde tuvo la fortuna de estudiar con Allen Ginsberg.
En la calle tomó parte activa en el movimiento de poesía oral, muy cercana a la performance, por entonces muy en boga en cafés y garitos del circuito bohemio de la ciudad. Uno de sus santuarios era el legendario Nuyorican Poets Cafe, antiguo nido de activistas latinos, resucitado en los noventa tras años de silencio. El local estaba ubicado en el East Village, a unos pasos de la sede de Los Ángeles del Infierno (denominación que a Paul Beatty le parecía perfecta para designar su ciudad natal). Esencialmente, le importaba un bledo cuanto oliera, siquiera de lejos, al modelo de cultura impuesto por el establishment blanco.
Le gustaban los bajos fondos de Nueva York y se sentía cómodo entre raperos y artistas negros y latinos, con quienes compartía una profunda repugnancia hacia todo tipo de imposición política, ideológica o cultural. Inopinadamente se presentó a un slam (acto de improvisación poética) que se celebraba en el Nuyorican y lo ganó, convirtiéndose en una celebridad local. MTV reprodujo algunos fragmentos de su actuación. Los títulos de sus composiciones (‘Sin etiquetas’, ‘Atraco a mano hablada’, ‘Banco Grande Roba a Banco Pequeño’) daban una idea muy clara de su poética. En cuanto a técnica, Beatty mezclaba los recursos del rap, del hip-hop y el lenguaje de la calle con los grandes modelos poéticos del pasado, cuyos códigos de todos modos reventaba. En realidad, la poesía no fue más que un vehículo que le permitió dar rienda suelta a su inmenso talento verbal y, tras publicar dos libros, la abandonó para centrarse en la novela.
Hasta la fecha ha escrito cuatro, todas ellas marcadas por el recurso a un humor cáustico, certero e inteligente en el que lleva a cabo una sátira desaforada de la sociedad norteamericana vista desde la perspectiva de la comunidad negra. No hay rencor ni victimismo en lo que hace, sólo la afirmación gozosa e hilarante de una manera de entender la vida que es sistemáticamente silenciada. Su última novela, El vendido (2015), aparece ahora en castellano de la mano de la editorial Malpaso. Con ella ganó el Man Booker, primera vez que el honor recaía sobre un escritor de raza negra. Beatty es además editor de Hokum, extraordinaria antología de humor afroamericano publicada en 2006.
El juego de Beatty consiste fundamentalmente en hacer saltar por los aires todo tipo de clichés y estereotipos
El vendido es una sátira disparatada y brutal de una sociedad profundamente hipócrita y enferma. Sobre Beatty recae el papel de señalar sus lacras a través del prisma del racismo, cosa que hace sacando a relucir su mejor arma, un humor acerado y sin complejos que no deja títere con cabeza. Consciente de que la situación que describe carece de solución, Beatty opta por el disparate. Eso sí, si se punza la superficie de la página, puede que al lector le salpique la sangre, porque lo que se cuenta en El vendido debiera dar ganas de todo menos de reírse.
Velocísima, desenfadada y despreocupadamente verborreica, El vendido nos muestra el lado invisible de Los Ángeles, el infierno, un lugar que pese a todo puede resultar bastante divertido. La acción transcurre en un espacio elástico y sin límites que oscila entre la sede del Tribunal Supremo de Estados Unidos y las calles de Dickens, barriada que las autoridades han hecho desaparecer (literalmente) de los mapas. Al narrador, un tal yo, se le ocurre que la mejor manera de recuperar el barrio es volver a instaurar la esclavitud y la segregación racial.
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Eso es lo que lo convierte en un vendido y en enemigo público de la justicia. Durante la causa instruida contra él, yo fuma marihuana de su propia cosecha y recupera fragmentos de su historia y de los suyos. Hay muchos momentos conmovedores, desde su historia de amor con una conductora de autobús, que lo dejó para casarse con un rapero metido a policía, hasta su amistad con un anciano que se empeña en ser su esclavo, una crónica de la vida en varios condados de Los Ángeles y una visión lírica de un Estado (mental) llamado California.
El juego de Beatty consiste fundamentalmente en hacer saltar por los aires todo tipo de clichés y estereotipos. Cuando el libro se publicó hizo daño, porque entonces la sociedad americana vivía un momento de brutalidad policial contra la comunidad negra que el sistema judicial refrendaba sistemáticamente. Beatty no buscaba un efecto así. Su única prisa era que el libro saliera a la luz mientras hubiera un presidente negro en la Casa Blanca. No es que Obama salga necesariamente bien parado. El libro, y ese es otro de sus méritos, dirige muchos de sus dardos contra los iconos de la comunidad negra. Beatty consiguió publicar El vendido antes del fin de la era de Obama, pero su logro tiene algo de trágico. La situación que vive Estados Unidos hoy, en un momento en el que las tímidas reformas alcanzadas por el único presidente negro de la historia del país están siendo sistemáticamente borradas del mapa, hace que la lectura de un libro así sea una experiencia desgarradora.
El vendido. Paul Beatty. Traducción de Íñigo García Ureta. Malpaso, 2017. 368 páginas. 22 euros
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