sábado, 22 de julio de 2017

WEST WINGS || Tira al oeste, Pollock | Babelia | EL PAÍS

Tira al oeste, Pollock | Babelia | EL PAÍS

LIBROS

Tira al oeste, Pollock

El autor estadounidense consigue culminar uno de los libros más audaces, a la vez que clásicos en forma y divertidos del año

Un granero en Georgia en torno a 1900.

Un granero en Georgia en torno a 1900. 



"Go West, young man”. El grito de guerra del destino manifiesto, la llamada a la colonización del Oeste americano (así como un vídeo muy gay de Pet Shop Boys). “Tira pa’l Oeste, rapazuelo”. Un lema que ha infectado, ya convertido en metáfora, a numerosos cineastas y escritores. Sí, muchos artistas sucumben al romanticismo del wéstern: un hombre solo contra los elementos (y algunos indios revoltosos). Algunos de ellos, como nuestros autores de bolsilibro, porque ponía macarrones en la mesa. Otros porque, continuando con el lema pionero, parecía el último reto, como un rito de pasaje que todo artista criado en salas de barrio y discos de rock and roll y libros de Zane Grey tuviese que probar algún día.
Donald Ray Pollock, autor de dos grandes libros de realismo mugriento y gótico sureño (los relatos ­Knockemstiff; la novela El diablo a todas horas), es uno de los últimos escritores en sumarse a la tradición del wéstern. Su salto de fe se parece al de Richard Price cuando decidió dejar de hablar de su familia y se sumergió en lo criminal. Un acto valiente, un aumento de apuesta que todo artista está obligado a realizar en algún punto de su carrera: abandonar lo confortable, adentrarse en lo desconocido. Con el consiguiente peligro de extraviarse o caerse a una zanja. Pero no. Pollock sale más que airoso de su incursión. El banquete celestial representa un audaz paso adelante para un narrador especializado en contar las vidas de los vencidos, los dañados, los irredimibles. ¿Cómo lo ha hecho? Elemental: al igual que hizo Francisco Casavella en Lo que sé de los vampiros, Pollock ha agarrado sus temas de siempre (redención, culpa, violencia, pueblos-de-mierda) y sus personajes arquetípicos (losers con un pie en el infierno) y los ha mandado a deambular por el año 1917, en algún culo de mundo de la frontera entre Georgia y Alabama. El cambio de aires les sienta bien. Pollock abandona la frase de redoble y se concentra en contar. Su estilo en El banquete celestial es mucho más contenido, más clásico, menos de puñetazo. Sobrio y detallado, sin ahorrar en carnicería ni humor negro. Los subrayadores hallarán menos frases que imprimir en camisetas, pero una historia mucho más compleja, rica en paisaje humano y saga familiar. Impulso Harry Crews, pero herramientas Oakley Hall. La historia es lo importante.
Y es fantástica: los hermanos Jewett (Cane, Cob y Chimney: el listo, el tonto y el granuja), cautivados por las aventuras de un pistolero de noveleta y azuzados por la miseria, deciden colgar los azadones y empezar a delinquir. Ahí empieza un quijotesco periplo criminal, sembrado de aventuras, higadillos y secundarios inolvidables. Combinándolos, hurgando en sus biografías, trazando sus senderos, Pollock consigue culminar uno de los libros más audaces, a la vez que clásicos en forma y, para colmo, divertidos, del año.


El banquete celestial. Donald Ray Pollock. Traducción de Javier Calvo. Literatura Random House, 2017. 413 páginas. 21,90 euros.

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