Castigado a morir en China
El biógrafo de Liu Xiaobo promueve la denuncia de la situación del Premio Nobel secundada por escritores como Philip Roth o Margaret Atwood
Taipéi
Protesta contra la visita del presidente chino Xi Jinping a Hong Kong y en apoyo del disidente Liu Xiaobo. AARON TAM (AFP) AFP
"El escritor Liu Xiaobo no quiere morir en China. Tanto él como su esposa, la poeta Liu Xia, sometida a arresto domiciliario desde 2010 sin estar acusada de ningún delito, quieren abandonar su país para que Liu reciba tratamiento fuera, o al menos, poder morir lejos de allí”. Lo explicaba en tono amargo el pasado jueves en Taipei el poeta Bei Ling, un disidente chino que vive a caballo entre Taiwán y Estados Unidos y que también dirige el China Independent PEN Center, una organización que vela por los derechos humanos de los escritores.
Bei, quien también es autor de una biografía sobre el disidente Liu Xiaobo, ha sido el impulsor de la campaña del PEN que pide la salida de China de este premio nobel de la paz encarcelado desde 2009 por exigir reformas democráticas y aquejado de un cáncer terminal. Más de cincuenta plumas de la literatura, desde Philip Roth a Salman Rushdie o Margaret Atwood, le han pedido al presidente Ji Xinping a través de una carta que permita que Liu Xiaobo reciba tratamiento médico en el extranjero. Lo mismo han hecho más de 150 premios Nobel, aunque sus llamamientos no han tenido éxito. El viernes el abogado de Liu afirmaba que China se niega a que el escritor abandone el país y en un ejercicio de propaganda se publicaba un vídeo en el que se ve al disidente haciendo ejercicio en prisión, alabando a sus carceleros y sonriendo en un hospital.
Pero la realidad tanto para Liu como para su esposa es muy diferente. Incluso antes de saber que su marido estaba enfermo y de que fuera trasladado a un hospital, Liu Xia le hizo llegar un papel al gobierno alemán a través de un amigo con estas desgarradoras palabras que Bei Ling muestra a través de su ordenador. “Estoy harta de mi vida, de esta vida grotesca. Quiero romper en pedazos la versión de mí misma que la habita. Anhelo escapar”.
El caso de Liu se ha convertido en una patata caliente para Xi Jinping, de visita en Hong Kong para celebrar los veinte años de la devolución de la ex colonia británica a China. Allí ha sido recibido con protestas y vigilias por el escritor. En teoría hasta 2047 la ciudad se debería regir bajo el principio de “un país, dos sistemas”, lo que garantizaría la libertad de prensa y expresión que no existe en el continente. Pero lo cierto es que las libertades en la ex colonia se han reducido con Xi y el mundo editorial lo ha sentido en sus carnes. “En 2015 desaparecieron los socios de la librería Causeway Bay Books, dedicada a la venta de libros críticos con Pekín. Uno de los libreros, Gui Minhai, continúa retenido en China. Cuatro han reaparecido ‘confesando’ sus crímenes en televisión. Los más de 70000 libros de sus almacenes han sido confiscados. Y todo porque se atrevieron a publicar obras sobre las vidas privadas de los dirigentes del partido comunista. Puro cotilleo pero en China se consumían con avidez” explica Bei.
Él no tiene dudas. “Antes quien gobernaba era el partido comunista. Hoy gobierna un dictador. Antes de Xi millones de turistas chinos que viajaban a Hong Kong (45 millones en 2015) compraban libros ‘prohibidos’ y los hacían circular por China. Pero hay listas negras que los ciudadanos desconocen donde aparecen obras relacionadas con minorías políticas (Tibet y Uigur) y críticas con el régimen y ahora en la frontera escanean cada título. Si llevas un libro prohibido te interrogan. Como lleves varios probablemente desaparezcas una temporada” dice lacónico. “El e-book es nuestro único aliado pero aún no es popular. Se salva la poesía porque es más abstracta pero si eres un disidente como yo o Liu Xia, tus libros están prohibidos al margen del contenido. Además, los autores hongkoneses o taiwaneses se autocensuran para poder vender en China. Es un mercado demasiado jugoso para dejarlo escapar” afirma Bei Ling.
Él pasó por la cárcel en 2000 por publicar una revista en Estados Unidos calificada de ‘ilegal’ en China. “Pero tuve más suerte que Xiaobo. Estados Unidos aún era influyente y ayudaron a liberarme. Hoy China es económicamente poderosa, Occidente depende de ella y hace la vista gorda ante sus abusos”.
El artista Ai Wei Wei, que esta semana inauguró en Washington DC una exposición de retratos realizados con Lego de disidentes políticos, denunciaba vía twitter: “Hay muchos presos políticos olvidados en China. Es triste esperar a que se estén muriendo para llamar la atención sobre su situación”.
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