sábado, 27 de enero de 2018

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Céline: Infección | Opinión | EL PAÍS

Infección

El talento más alto también procrea retoños deformes y criminales

El escritor Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) en Meudon alrededor de 1955.

El escritor Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) en Meudon alrededor de 1955. GETTY IMAGES





El problema moral que plantean los panfletos antisemitas de Céline no es si Gallimard debe o no reeditarlos, sino cómo comprender que hayan sido escritos por la misma mano que compuso Viaje al confín de la noche, una de las grandes novelas europeas del pasado siglo. Yo he leído esos panfletos, cuyo título no pienso repetir, que se consiguen por Internet sin mayores dificultades. ¿Acaso puede hoy prohibirse un libro, cuando cualquier mercancía está a un clic de ordenador? Quizá una edición regular de venta en librerías borraría parte del aura maldita que los rodea y los hace más tentadores (mejor no hablar de unas posibles notas críticas, en las que algunos confían como en la pareja de la Guardia Civil que flanquea al peligroso maleante). Porque esos panfletos son repulsivos: tan convulsos y desquiciados que, si el tema no fuese serio, darían risa. Pero a su modo son imprescindibles para entender nuestra época, en la que de lo mejor puede brotar lo peor y el talento más alto también procrea retoños deformes y criminales.
Céline escribió un breve ensayo biográfico sobre Ignaz Semelweiss, un médico que a comienzos del siglo XIX descubrió el modo de evitar las fiebres puerperales que mataban a tantas parturientas (lo editó Alianza, traducido por García Hortelano). Bastaba con lavarse bien las manos y los instrumentos que se utilizasen en el parto. Pero en aquella época anterior a Pasteur esta sencilla solución resultaba increíble y los colegas se burlaron de Semelweiss. Entonces él, para convencerles, se hirió con un bisturí empleado en una autopsia, infectándose mortalmente. Me pregunto si Céline no hizo otro experimento semejante, contaminando voluntariamente su escritura con los peores miasmas del siglo para ponernos en guardia contra la infección política de la historia.

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