domingo, 4 de marzo de 2018

SIN MI :: Fernando Aramburu: “La identidad es una necesidad básica del ser humano” | Cultura | EL PAÍS

Fernando Aramburu: “La identidad es una necesidad básica del ser humano” | Cultura | EL PAÍS



ENTREVISTA

Fernando Aramburu: “La identidad es una necesidad básica del ser humano”

El escritor vasco publica 'Autorretrato sin mí', un libro que reúne una sesentena de prosas poéticas en las que se abre al lector "como un melón"

El escritor vasco Fernando Aramburu, ayer en Madrid.

El escritor vasco Fernando Aramburu, ayer en Madrid.



“Habito desde que nací en un hombre llamado Fernando Aramburu. No voy a quejarme. Hay desiertos peores. Ese hombre me obliga a madrugar. Se ha ido metiendo en años. Tenía una melena que se le derramaba sobre los hombros. Hoy lleva, llevamos, los pensamientos al aire”.
Si de verdad quieren conocer a Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), el escritor que ha vendido solo en España —según su editorial— 700.000 copias de Patria, la célebre novela sobre el conflicto vasco, si desean saber dónde nacen su sensibilidad y fina ironía, lean Autorretrato sin mí (Tusquets), su último libro y probablemente el más personal de cuantos ha escrito. En sus 61 piezas en prosa, en las que hace las paces con la poesía, verán retratado al niño inquieto que fue y al chaval de un hogar sin libros que entró en la literatura con El Lazarillo de Tormes y un bofetón. Verán también al joven que hacía el gamberro con sus amigos del Grupo CLOC en el Peine del Viento, de Eduardo Chillida, hasta que entendió por Albert Camus lo que significa la rebeldía, y al filólogo enamoradizo que, en los 80 y sin saber palabra del idioma, se fue a Alemania por amor y solo vuelve de visita. En 182 páginas están todos los Aramburus posibles hasta llegar al que es hoy. Premio Nacional, de la Crítica... un escritor atrapado en el éxito que se presenta puntualísimo a la entrevista. Y sí, con los pensamientos al aire. La gorra la dejó en su habitación.
Pregunta. Patria nació de su necesidad de contar el conflicto vasco. ¿De qué necesidad nace Autorretrato sin mí?
Respuesta. Es un ejercicio literario de introspección pero lo que ofrece no es una sucesión de datos autobiográficos sino un paisaje en el que confío que cualquier lector se pueda reconocer. Me propuse verbalizar lo que me constituye como ser humano. Lo que pasa es que solo dispongo de mi perspectiva, para tratar tantos aspectos que nos unen como la infancia, la soledad, la relación con los padres o los hijos, el miedo…
P. Dice que no es una autobiografía pero es el relato de su vida.

EL NUEVO LIBRO EN UN PUÑADO DE FRASES

  • Sobre la escritura. “Le otorga un sentido a mi vida que me la hace soportable y a ratos, no tengo por qué ocultarlo, grata”.
  • Sobre su mujer. “Hasta hoy (me está esperando a la vuelta de la esquina) permanecerás con la mujer, sin la cual tu vida entera, créeme, no tendría más consistencia que el barro seco”.
  • Sobre la soledad. “¿De dónde eres? Soy de mi soledad, el país que jamás abandono vaya a donde vaya”.
  • Sobre sí mismo. “En líneas generales, acierto y me equivoco. En líneas generales, me equivoco y acierto, y los años van pasando. A veces me equivoco mucho. A veces, la verdad, no acierto nada”.
  • Sobre el terrorismo. “¿Por qué le han disparado? Es que no era exactamente un hombre.
  • A ver si nos entendemos. Era un objetivo, una legaña molesta en el ojo de una utopía”.
  • Sobre el mar. “De tiempo en tiempo te visito como a un miembro más de mi familia. Eres el único al que encuentro igual que siempre, libre de vejez y decadencia”.
  • Sobre su hija Isabel. “Nadie me ha conferido tanta forma como tú”.
  • Sobre la lengua castellana. “Descubrí con ayuda de las letras magnas que la moza pobre de mi barrio era una princesa sonora”.
R. Tiendo al pudor y juego literariamente con trampas. He camuflado mucha materia autobiográfica en mis libros. Pero en Autorretrato sin mí me he abierto como un melón, nunca he dado tanto de lo que hay en mí al posible lector. Me incomoda ser escritor, mirar en el corazón de los demás y esconderme.
P. Sobre la muerte de su padre escribe: “No estás, padre, y casi te abarco entre mis brazos, movido por la vieja costumbre del afecto”. ¿Cuánto ha llorado escribiendo?
R. Un poquito. Y ahora noto que lo voy a pasar mal promocionándolo. La vida es como es, nos regala belleza, música, pero también nos da palos muy fuertes.
P. La poesía fue su amor de juventud, luego la arrinconó… ¿Cómo ha vuelto a ella?
R. Mi relación con la poesía ha sido como de matrimonio conflictivo. Yo no puedo escribir un libro si no me siento libre y en un momento me pareció que me quitaba libertad porque yo también quería jugar con la parodia, el chisme, el humor, el análisis... Al final, hemos llegado a un acuerdo. Ella debe admitirme la prosa, no voy a volver a contar sílabas ni a escribir con un determinado vocabulario de prestigio poético… En este caso quería que en cada página el texto vibrase con determinada intensidad. No quería dirigirme solo al intelecto del lector, sino removerlo por dentro.
P. De su lectura se deduce que los infortunios ajenos le han humanizado y que hay dos figuras sin las cuales no sería quien es: Camus y su hija Isabel.
R. Agradezco a Camus que me advirtiera a edad temprana que las personas están por delante de las ideas. Pero con mi hija Isabel, que sufrió una meningitis que le dejó secuelas, he ido más allá. Me ha inoculado una empatía hacia el ser humano sin la cual mi literatura no es concebible. Hablo de la capacidad de compartir dolor con el otro y tratar de mitigárselo.
P. ¿Qué le aporta la escritura?
R. Me permite conocerme, expresar el mundo, aunque sea defectuosamente, y da forma a mi vida.
P. ¿Qué busca en la obra ajena?
R. Excelencia literaria. Y también perspectivas. Si suprimo del hombre imperfecto que soy mis lecturas me quedaría en papel celofán. La escritura nos abre una ventana a almas ajenas.
P. Antes de Patria hay mucho Aramburu, Fuegos con limónEl trompetista del UtopíaAños lentos... ¿Le molesta que le encasillen en esa novela?
R. No me importa nada. Me halaga que haya sido significativa para mucha gente y, acaso, emocionante. No pocas víctimas del terrorismo me han dado las gracias por que exista y contribuya a que no se pase página rápidamente.
P. Patria le ha sacado del escritorio y del anonimato y la soledad que tanto le gustan.
R. Sí. No me considero importante y no quiero ponerme delante de mis obras, pero tampoco voy a quejarme de la felicidad. Lo llevo bien porque he puesto un límite, el otoño, a partir del cual recuperaré mi soledad y mi rutina. La actividad literaria es para mí placentera incluso en los días en que estoy torpe o bloqueado.
P. ¿Cómo explica que la sociedad vasca no se haya contagiado del procéscatalán?
R. Creo que no queremos repetir lo que vivimos. Perdí amigos de la izquierda abertzale que me vuelven a hablar, discutimos sin estar de acuerdo, pero podemos hablar. Las aspiraciones independentistas siguen presentes pero ya no generan esa fractura social que tuvimos y que dejó un reguero de muertos y mucho dolor.
P. ¿Dónde estuvo el cáncer?
R. Está en los cerebros y en el hecho de que el ser humano es frágil y adoctrinable. Además, me da la impresión de que mis congéneres necesitan perdurar más allá de la existencia, ya sea abrazando los consuelos que ofrece la religión o en las grandes ideas, la lengua, la nación… entidades supraindividuales que, se supone, perdurarán más que el individuo.
P. Ha vivido más tiempo en Alemania que en España. ¿Qué es para usted la identidad?
R. Es una necesidad básica del ser humano. Nadie es completo en su mismidad, uno necesita estar con los demás para sostenerse como humano. Si gana la Real Sociedad me alegro. Pero acepto la identidad en su acepción amable, la que no se vuelve contra nadie y no está representada por una bandera ni por un himno. A partir de cierto grado se convierte en nacionalismo, un proyecto político en el que no caben todos, y ahí no entro. Aprendí que el mundo no termina al final de mi calle.
P. ¿Cuál es su patria?
R. Tendría que ir a clases de trabajos manuales para hacerme una y sería una patria hecha con pedacitos de algunos países, personas a las que quiero y que me abrazan, metería mis libros y algunos paisajes en los que me gusta reflejarme. Y luego esa patria tendría las puertas abiertas para que entre quien quiera.

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