Don Extranjero
El aliento narrativo de Andrés Neuman mantiene vivo 'Fractura', con un comienzo y una conclusión excelentes, aunque afectada por algún parón
Sendai, cerca de Fukushima, tras el tsunami de 2011. TORU YAMANAKA GETTY
Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) regresa a los trenes de largo recorrido con Fractura. El último ferrocarril suyo de esas dimensiones fue El viajero del siglo (2009), con el que hace algunos años consiguió el Premio Alfaguara y el Premio de la Crítica. El protagonista de Fractura es un anciano, el señor Watanabe, superviviente directo de Hiroshima, donde perdió a su padre, e indirectamente de Nagasaki, donde perdió al resto de su familia. El accidente de la central nuclear de Fukushima, la tragedia ocasionada a raíz de un tsunami, reactiva una herida nunca del todo sanada o escondida.
La flecha que lanza Neuman, narrador limpio y eficaz, en ese lenguaje y mirada de ningún sitio, surca tiempo y espacio. El viaje de Watanabe que le llevará al lugar de la tragedia de Fukushima, a los pueblos contaminados de alrededor, sus supervivientes, seres solos, elegidos y señalados como él mismo, es narrado por Neuman desde diferentes miradas. Cuatro mujeres de distintos lugares del planeta (París, Nueva York, Buenos Aires y Madrid), un periodista argentino, Pinedo, que trata de entrevistarle, el uso de la tercera persona y el propio protagonista nos llevan de la mano por una vida vivida sin trascendencia afectada ni pornografía del dolor, atento —autor y lectores— a los detalles cotidianos, alejados casi siempre de las máximas sentenciosas. Es la vida de un hombre cualquiera, un extranjero con independencia de allí donde se encuentre, extraño y peculiar pero que sabe encajar, maleable, que encuentra madrigueras y calor sin que haya nada que le amarre lo suficiente.
El aliento narrativo de Neuman mantiene vivo el libro, con un comienzo y una conclusión excelentes, de saber gestionar lo que se dice pero sobre todo lo que no se dice. El personaje del periodista, que uno sancionaba fácil e innecesario como medio de reunir las piezas rotas de la vida de alguien, es resuelto de una manera impecable, así como otros hilos de la historia. Neuman nos recuerda que la vida es una narración inacabada en la que los personajes de la obra apenas atinamos a entender nuestras líneas de diálogo y poco más. Watanabe atraviesa vidas, continentes, épocas y tragedias como un hilo que cosiera y descosiera a la vez. El testimonio de cuatro mujeres de su vida añade, con mayor o menor fortuna, matices a uno de los Watanabe posibles sin ampararlo ni explicarlo del todo.
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La novela, con todo, a pesar de su ambición y los logros mencionados, es una maquinaria que, cuando la cuerda se destensa, se para cada cierto tiempo. Sucede cuando lo narrado no tiene intencionalidad literaria sino sólo informativa, aportando datos y reflexiones sensatas, ciertas pero irrelevantes si son servidas sin espátula de autor. Escritas en un idioma español a modo de patena, lengua franca hasta la afectación, para resaltar las otras voces que resuenan en la vida de un hombre solo que vive el presente desde el drama y hacia el drama sin aspavientos, sin necesidad de encontrar justicia o compasión ajena. Un hombre vivo que debería estar muerto y se pregunta por qué.
Fractura. Andrés Neuman. Alfaguara, 2018 491 páginas. 21,90 euros
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