LO MEJOR DE 2018 / TEATRO
Mis 10 favoritos de 2018
Josep Maria Pou, Pablo Remón, Alfredo Sanzol, Peris-Mencheta, José Ramón Fernández y David Selvas son algunos nombres que han brillado este año teatral
Imagen de 'Moby Dick'. DAVID RUANO
Acaba la temporada teatral y, como cada año, llega tiempo de balances. Tiempo de elegir, a ojos del crítico, entre lo mejor de Madrid y Barcelona. Dejando fuera muchas piezas valiosas para no rebasar las 10, y con un escalafón que no sigue la jerarquía sino el orden de aparición en escena.
Moby Dick
Josep Maria Pou fue Bartleby en 2003. Quince años después abordó al capitán Ahab, el demente maldito creado por Melville: “La locura enloquecida”, como se autodefine. Un monólogo de alcurnia shakespeariana, reconcentrado por Juan Cavestany. Una puesta de Andrés Lima que esencializa la desmesurada acción de la novela. Y una memorable interpretación de Pou, entre Lear y el coronel Kurtz, muy bien secundado por Jacob Torres y Oscar Kapoya. (Crítica: Pou, más grande que Moby Dick)
Una vida americana
Una familia del madrileño barrio de Tetuán viaja a Minnesota en busca de un padre perdido. En su comedia más redonda y compleja, Lucía Carballal viaja hacia la herida, pero con su tono predilecto: “Drama en pijama”. Cristina Marcos vuelve a lo grande, por la senda de Amparo Baró, marcando la pauta de fragilidad y fiereza para Esther Isla, Vicky Luengo y César Camino. Víctor Sánchez Rodríguez dirige con mano maestra. (Estreno: 25 de enero en el teatro Galileo de Madrid. Gira nacional). (Crítica: Perdidos en Minnesota)
Sopa de pollastre amb ordi
Ferran Utzet, apasionado del teatro británico e irlandés, acercó su llama a la viva hoguera de Sopa de pollo con cebada, de Arnold Wesker, que narra la crisis de una familia judía y comunista del East End de los cincuenta. Precioso montaje, con versión catalana de Utzet y Llàtzer Garcia, y un reparto rebosante de autenticidad encabezado por Màrcia Cisteró, Pol López, Lluís Villanueva, María Rodríguez y Míriam Alamany. (Crítica: La sopa de pollo sigue calentando)
El tratamiento
Pablo Remón sirvió una joya, con armazones a lo Llinás, diálogos azconianos y perfume de Sorrentino. Francesco Carril, que encarna a un guionista sin éxito, cae en manos de un director (Francisco Reyes), un productor (Emilio Tomé) y una productora (Bárbara Lennie), a cual más bichos. Pero esto es solo el principio, porque los intérpretes (no me dejo a Ana Alonso) multiplican roles y relatos. Una de esas funciones que te dejan boquiabierto, preguntándote si es teatro, cine o novela. (Crítica: Cómo ganar tiempo con Pablo Remón)
Esmorza amb mi
Uno de los mejores trabajos de Iván Morales. Dos hombres y dos mujeres luchando contra el desamor: Xavi Sáez, Anna Alarcón, Mima Riera y Andrés Herrera, entre los que la energía no deja de fluir. Frases con eco: “El desamor es el estado natural de los esclavos”; “si lloro como cuando tenía 15 años, quiero atreverme a querer como entonces”; “la vida debería ser como una canción de Burt Bacharach”. (Crítica: El amor adulto)
La valentía
La comedia más enloquecida y desabrochada de Sanzol, en la estela de Jardiel y el mejor Paso. Tres parejas de hermanos en torno a una mansión: las dueñas (Estefanía de los Santos e Inma Cuevas), dos cazafantasmas (Jesús Barranco y Font García) y dos fantasmas dieciochescos (Francesco Carril y Natalia Huarte). Imposible (e innecesario) resumir una multiperipecia llena de sorpresas. Farsa, ternura y poesía en sabio cóctel. (Crítica: Los fantasmas son gente honrada)
Las crónicas de Peter Sanchidrián
La vi en su segundo verano, en el ambigú del Pavón y horario golfo. Seis intérpretes (y un autor y director, Jose Padilla) capaces de hacernos creer cualquier cosa. Por ejemplo, que el mundo se acaba y hay que salir pitando. Y que la pata de mono tiene más poderes que un notario. Un festival de episodios fantásticos (en su doble acepción) que beben de Bradbury, Bloch y Matheson. Y el próximo verano, la segunda entrega. (Crítica: El triunfo de la imaginación)
Lehman Trilogy
Uno de los grandes y merecidos éxitos de la temporada, firmado por Stefano Massini, y a cargo de Sergio Peris-Mencheta y el Barco Pirata. El ascenso y lenta caída del imperio de una familia judía entre 1844 y 1969 (o entre una tienda de algodón y los activos financieros). Una historia épica contada por seis actores rebosantes de poderío, que encarnan a 120 personajes, y además cantan, bailan y tocan diversos instrumentos. (Crítica: Los fabulosos Lehman Brothers)
Un bar bajo la arena
La función que más me ha llegado al alma este año. José Ramón Fernández ha escrito una obra sobre la tribu, sobre la celebración del espíritu teatral en el bar fantasma del María Guerrero, donde se reúnen y cuentan historias los vivos y los muertos vivos, como en la canción de Peret. Numeroso y entregadísimo reparto, a las órdenes de Ernesto Caballero. (Crítica: Familias del corazón)
Àngels a Amèrica
Una de las cumbres del teatro americano de los noventa, por primera vez en sus dos entregas, podadas pero extensas: 130 minutos cada una. Ambicioso trabajo (en versión catalana) de la Kompanyia Lliure, con Vicky Peña, Pere Arquillué y Òscar Rabadán como invitados. Pasión, emoción y algún enfoque chirriante, pero en la memoria quedan la contagiosa vivacidad del equipo y la efervescente puesta de David Selvas. (Crítica: ‘Àngels a Amèrica’: más vida)
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