martes, 18 de diciembre de 2018

Un crononauta en Brooklyn | Ciencia | EL PAÍS

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Un crononauta en Brooklyn

Cada vez que leemos una novela donde el viaje en el tiempo es el tema central, como ocurre en el relato de H. G. Wells, nos preguntamos qué hay de cierto en todo ello

Cartel de la película de George Pal sobre 'La máquina del tiempo' de H. G. Wells
Cartel de la película de George Pal sobre 'La máquina del tiempo' de H. G. Wells
Paul Auster, en uno de los pasajes de su novela La noche del oráculo (Seix Barral), nos propone la posibilidad de viajar en el tiempo. El asunto se le presenta a su protagonista cuando acepta el encargo de escribir un guion cinematográfico para adaptar la famosa novela de H. G. Wells, La máquina del tiempo; una historia de ciencia ficción donde un científico de finales del siglo XIX consigue desplazarse hasta el año 802.701.
El protagonista de la novela de Auster piensa que si alguien tuviese capacidad para inventar una máquina que nos llevase al futuro, con esa misma lógica, la gente del futuro podría hacer lo mismo, inventando una máquina para desplazarse al pasado. En sus cavilaciones, llega a pensar que si la gente pudiera ir hacia delante y hacia atrás a través de los siglos, tanto el pasado como el futuro estarían llenos de personas fuera de su época.
Un crononauta en Brooklyn
Cada vez que leemos una novela donde el viaje en el tiempo es el tema central, como ocurre en el relato de H. G. Wells, nos preguntamos qué hay de cierto en todo ello ¿Son ocurrencias de novelistas y de personas con un exceso de imaginación o realmente podemos viajar en el tiempo?
Vamos a intentar desvelarlo porque después de que Einstein formulase su teoría de la relatividad especial, nuestra comprensión del espacio y del tiempo se verá modificada y, con ello, también los viajes a través del tiempo. Sin duda, la teoría de la relatividad formulada por Einstein nos va a dar la clave para hacer el viaje a través del tiempo, ya que, dicho viaje está condicionado por la luz y por el espacio, siendo así que para viajar al pasado hay que adelantar a un rayo de luz y para viajar al futuro hay que perseguirlo.
Según dicha teoría, el paso del tiempo no es inmutable ni absoluto, depende del movimiento. En pocas palabras, la teoría de la relatividad especial viene a decir que se puede viajar al futuro y, para ello, basta con salir de viaje y regresar después de un tiempo. Esto ha sido comprobado experimentalmente con un reloj atómico que, después de dar la vuelta al mundo en un avión, fue comparado con otro con el que anteriormente había sido sincronizado.
Einstein, para desarrollar la teoría de la relatividad especial, propuso el ejemplo de los dos gemelos. El primero de ellos se introduce en una nave espacial y hace un largo viaje a velocidades cercanas a la velocidad de la luz mientras el otro gemelo se queda en la Tierra. A la vuelta, el gemelo que regresa del viaje es más joven que el gemelo que espera en Tierra. En este caso, el tiempo del gemelo que viaja ha pasado de manera más lenta que el tiempo del gemelo terrestre por lo cual, este último, envejece más rápido.
Un crononauta en Brooklyn
Debido a esto, y con ayuda de la tecnología actual, podemos viajar a un futuro tan próximo que sólo se encuentra a unas centésimas de segundo de nuestro presente, de tal manera que podemos conocer el resultado de un partido de fútbol poco antes de que termine, pero, con un margen tan pequeño de tiempo que no nos permite su acierto en la quiniela. Lo de viajar al pasado es más complejo y sólo es posible con la mente, pero nunca con el cuerpo. De acuerdo con el segundo principio de la termodinámica, el envejecimiento es irreversible aunque en el espacio existan senderos que conduzcan al pasado, “atajos espaciales” por los que podamos adelantar a un rayo de luz.
Tal y como apunta Paul Auster en su novela, si una persona pudiera viajar a través del tiempo, el tiempo dejaría de existir como entidad propia. Con tal asunto, Auster nos lleva hasta el lugar común del principio antrópico, el mismo principio que propone que si existiera un universo que permitiese desplazarse en el tiempo, estaríamos ante un universo donde la inteligencia no evolucionaría debido a que sería confuso, por no decir imposible, registrar los sucesos acontecidos o por acontecer.
“Una vez que la gente del futuro hiciera sentir su influencia en los hechos del pasado y la gente del pasado empezara a influir en los acontecimientos del futuro, la naturaleza del tiempo se modificaría” escribe Paul Auster en La noche del oráculo, llevándonos a los terrenos de la ficción científica hasta hacernos comprender que, con un futuro que supiese regresar al pasado y con un pasado que supiera alcanzar el futuro, el tiempo, tal y como lo conocemos, dejaría de existir.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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