En la cueva del tesoro de Anagrama
Las cartas que se conservan en el archivo de la editorial permiten reconstruir los 50 años de dedicación de Jorge Herralde a los libros
Jorge Herralde lee 'Escritos de un viejo indecente', de Charles Bukowski, en una imagen de finales de los setenta. LALI GUBERN
Creo que es totalmente seguro afirmar que estaré con vosotros el 27 de septiembre”, escribió en abril de 1988 Raymond Carver en respuesta a la invitación a Barcelona de su editor en español, Jorge Herralde. Fue poco antes de que el cáncer precipitara ese verano el final con un golpe seco, como en uno de los lacónicos cuentos que hicieron de él un maestro de las letras estadounidenses. La muerte, como los impuestos y otros hechos inevitables, emerge con cierta frecuencia en el océano de papeles del archivo de la editorial Anagrama, que este abril cumple medio siglo. Como en esa misiva de Alberto Méndez, de junio de 2003. “Hago votos por que esto no cueste dinero”, dice sobre la inminente publicación de su único título, Los girasoles ciegos. Méndez, a quien Herralde había frecuentado durante décadas como parte del paisanaje del mundo de los libros, se reveló como un brillante escritor tardío y como un pésimo adivino: murió en 2004, sin saber que ganaría los premios Nacional y de la Crítica y que su debut, que ha superado los 380.000 ejemplares vendidos, sería ciertamente rentable.
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