Guzheng, el instrumento de cuerda que llegó de Oriente
El guzheng es un instrumento tradicional chino con más de dos mil años, que se compone habitualmente de 21 cuerdas. Al tocarlo no solo hay que prestar atención a la expresividad de la música; cada movimiento del cuerpo tiene que ser como un refinado paso de baile; la postura de ambas manos, la altura de los brazos o la colocación de los pies son elementos esenciales de su técnica interpretativa.
El guzheng es un instrumento musical tradicional de China con una larga historia. Hoy en día se ha convertido en símbolo cultural y su influencia popular sigue siendo enorme. Pertenece a la familia de las cítaras, o instrumentos de cuerda punteados, y su origen se remonta al periodo de los Reinos Combatientes, hace alrededor de 2.500 años, aunque fue especialmente en el reino de Qin donde se popularizó su uso. A diferencia del guqin, “el ancestro de la música nacional china”, el guzheng posee un timbre más hermoso y brillante. Dejando aparte el peso de la historia, la principal característica de este instrumento es su etéreo encanto.
En cuanto a la cadencia, está íntimamente ligada a su naturaleza como instrumento de cuerda. El guzheng se compone habitualmente de veintiuna cuerdas, que pueden estar hechas de seda, metal o nailon. Antiguamente, los músicos empleaban sus propias uñas para pulsar el instrumento, mientras que hoy en día utilizan a menudo uñas postizas atadas a los dedos con cinta adhesiva, de unas características parecidas a las de las cuerdas: las hay de celuloide, nailon, plástico, cuerno de búfalo o buey, caparazón de tortuga, cobre, hierro o hueso. La diferencia de material implica también una diferencia en la apariencia externa y en el timbre; cada uno de ellos añade a la musicalidad del guzheng su color particular.
Debido a la vastedad geográfica de China, los modos de tocar el instrumento y sus peculiaridades expresivas varían de una región a otra. Con el devenir de los siglos, se han ido diferenciando entre sí dando lugar a ocho grandes estilos separados según la procedencia: Shaanxi (Qin), Shandong (Lu), Henan, Mongolia Interior, Hakka (minoría étnica), Zhejiang, Huzhou y Fujian. Los estilos de Shandong y Henan conforman la llamada “escuela septentrional”, mientras que los de Huzhou, Zhejiang y los Hakka pertenecen a la “escuela meridional”. Además de estos estilos, otros diferentes lugares poseen también sus propias escuelas de interpretación; es por ello que un mismo instrumento y una idéntica partitura pueden dar lugar en China a sonidos de una musicalidad particular y propia según las diferentes regiones del país.
Tonos sinuosos y melodías pasionales
En todo caso, y cualquiera que sea la procedencia geográfica de un determinado estilo, todas las creaciones musicales tienen como origen la vida misma. En el ámbito de interpretación del guzhengexisten diez grandes composiciones musicales clásicas: “Canto del pescador al anochecer”, “Loto surgiendo del agua”, “Altas montañas y aguas que fluyen”, “La escapada nocturna de Lin Zhong”, “Música de baile de la etnia dong”, “Luna otoñal sobre el palacio Han”, “Grajillas jugando en el agua”, “Canción del pescador del mar de la China Oriental”, “Choque de tambores en el monte Xiang” y “Combatiendo el tifón”. En ellas encontramos tonos sinuosos y melodías pasionales que derivan de la vida y las costumbres populares de las gentes de los diversos lugares en que se originaron.
El título del “Canto del pescador al anochecer”, por ejemplo, proviene de una línea de la famosa obra Prefacio al pabellón del príncipe Teng en la que se dice que “el canto del pescador al anochecer resuena en las orillas del lago Pengli”. La melodía de esta canción comienza cadenciosa y, poco a poco, se va avivando hasta recuperar el tono sereno en los últimos compases. Cada una de las cuerdas de este instrumento describe con su vibración la escena del pescador remando de vuelta a casa bajo la luz del ocaso: las ondas cristalinas emiten los últimos destellos, el pescador se esfuerza en avanzar, cielo y tierra vuelven a sosegarse… Las sucesivas imágenes son recreadas por la melodía, y a través de la música cautivan la imaginación del oyente.
El piano de Oriente
A la hora de tocar el guzheng, la belleza del sonido y de su ritmo son sin duda importantes, pero la elegancia de los movimientos durante su ejecución también constituye una parte fundamental. Al pulsar las cuerdas no solo hay que prestar atención a la expresividad de la música; cada movimiento del cuerpo tiene que ser como un refinado paso de baile; la postura de ambas manos, la altura de los brazos o la colocación de los pies son elementos esenciales de su técnica interpretativa. La simplicidad del instrumento acompaña la elegancia de los movimientos, dotando a la intérprete de un elevado temperamento artístico y de gran fascinación. Es por ello que el guzheng destaca por su delicadeza y encanto entre los instrumentos de música tradicionales, y de ahí proviene también su enorme popularidad en China, donde el número de estudiantes que desean aprender a tocar este instrumento es cada vez mayor.
No se trata, solo, de un instrumento de carácter étnico y tradicional sino que también ha adquirido el sobrenombre de “piano de Oriente”. Debido a su extraordinaria expresividad, su amplio registro musical y su excelente timbre, resulta usual escuchar dúos de guzheng y piano. Sus tonos sencillos y peculiares se integran perfectamente con los sonidos de este último, haciendo cada vez más frecuente su presencia en el escenario internacional y convirtiéndolo progresivamente en uno de los símbolos culturales de China al llevar por los distintos países del mundo los sonidos de Oriente.
La música es capaz de transmitir emociones, y también puede relatar elegantemente una historia. Como suele decirse, la belleza de la música no tiene fronteras. El guzheng se vale de las cuerdas para difundir los anhelos milenarios y el concentrado sosiego de los pueblos de Oriente. Para estos representa una herencia cultural y una fórmula para alcanzar la serenidad mental; en Occidente, por su parte, es la clave con la que comprender Oriente y la puerta a la que se accede para disfrutar de su belleza clásica. Ya se trate de un ampuloso gesto o de una serena pulsación, cada melodía clásica o moderna transmite a través de sus cuerdas ese único e inconfundible estilo. Cada vez que resuenan sus cuerdas se evoca un sonido que recuerda a Oriente. La belleza musical llegada de esas lejanas tierras consigue percibir el devenir de los siglos y descubre una nueva serenidad.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 54. Volumen III. Mayo de 2019.
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