La larga historia del puente Luoyang
El puente Luoyang de Quanzhou, es el puente de piedra sobre el mar más antiguo de los que todavía se conservan en China. Cuenta con una longitud de 834 metros y conecta ambas orillas de la desembocadura del río Luoyang. Su construcción en el siglo XI no solo garantizó un tránsito seguro a ciudadanos y comerciantes sino que también mejoró e impulsó el tráfico comercial entre ambas orillas, lo que facilitó en buena medida el desarrollo económico de esta zona.
El puente Luoyang, en Quanzhou, está situado sobre una bahía en la desembocadura del río del mismo nombre en la provincia suroriental de Fujian. Tiene una longitud de 834 m y una anchura de 7 m, y está sostenido por un total de 46 pilares. Es el puente de piedra sobre el mar más antiguo de los que todavía se conservan en el país y se le conoce como “el primer puente de China”. También se cuenta entre los cuatro grandes puentes antiguos junto a los de Zhaozhou, en el distrito de Zhao (Hebei); Guang, en Chaozhou (Guangdong); y Lugou, conocido también como “puente de Marco Polo”, en Beijing. Según el dicho popular, “en el sur está el puente Luoyang y en el norte el de Zhaozhou”, lo que indica su importancia en la historia de los puentes de China.
A partir de la dinastía Tang (618-907), Quanzhou se convirtió en un puerto comercial muy importante y en un centro en el que se congregaban mercaderes de dentro y fuera de China. Por allí pasaban inevitablemente las transacciones comerciales entre el norte y el sur del país. Con la dinastía Song del Norte (960-1127), la ciudad aumentó todavía más su actividad comercial y el puerto del río Luoyang se llenó de barcos que navegaban a través de sus aguas. Pero la desembocadura era ancha y profunda, con frecuentes olas que hacían peligrosa la navegación en aquellos tiempos. Y a veces algún barco naufragaba, provocando graves inconvenientes al tráfico fluvial y a la economía local. En el quinto año de la era Huangyou del emperador Renzong (1053), el magistrado de la prefectura de Quanzhou, que era un antiguo cargo equivalente al de actual alcalde de una localidad, Cai Xiang (1012-1067), renombrado político, calígrafo y experto del té, advirtió de la urgencia de conectar ambas orillas y, por ello, dio inicio a los trabajos de construcción de este puente.
El proceso de construcción fue arduo y laborioso, aunque los responsables supieron afrontar cada una de las dificultades con soluciones innovadoras. Durante las labores de cimentación, y debido a la turbulencia de las aguas, los grandes bloques de piedra eran rápidamente desplazados por la corriente, por lo que se hizo extremadamente difícil establecer unas bases sólidas y firmes. No obstante, Cai Xiang y otro personaje llamado Lu Xi, del que apenas existen datos, encontraron un método. Se trataba de aprovechar los periodos de marea baja y ordenar que los barcos descargaran una enorme cantidad de bloques a través de la bahía, con lo que se pudo levantar en poco tiempo un modesto dique de piedra que, como un alargado dragón, se agazapaba mansamente en el fondo del río. Aun así, los habitantes de Quanzhou temían que la fuerza de las aguas se llevara por delante esa base de piedra y, por ello, se sugirió un nuevo y admirable plan que hoy en día aún sorprende por su clarividencia. Situaron allí mismo un criadero de ostras con el fin de reforzar los cimientos. Como este molusco normalmente crece pegado a las grandes rocas del fondo marino y tiene una alta tasa de reproducción, una vez adheridas las ostras a las piedras y formado un todo con ellas la base se asentó y no hubo riesgo de desprendimiento. Se aprovecharon las propias características biológicas de estos animales marinos para consolidar los cimientos del nuevo puente. Como es natural, los trozos de piedra diseminados sobre el fondo de la bahía se convirtieron en un único y compacto bloque de gran resistencia gracias a la acción amalgamante de las ostras, que ni el empuje de la corriente ni la fuerza de las olas han podido derribar en estos casi mil años transcurridos desde entonces.
Una vez asentada con firmeza la base, se colocaron una serie de piedras ahusadas a lo largo del eje central del puente a modo de pilares. Las rocas tenían una peculiar figura que recordaba a la del casco de un barco, más anchas por el centro y afiladas en los dos extremos. Este tipo de pilares no solo son muy particulares y estéticamente atractivos sino que, por su forma, también reducían la superficie de exposición y restringían el desgaste provocado por las corrientes fluviales. Se limitaba así el empuje de las mareas y se aumentaba la estabilidad del puente de piedra. Se trata de un trabajo pionero que testimonia la sabiduría y el nivel técnico de los antiguos ingenieros chinos y que, en la actualidad, es conocido por los expertos como “puentes con losas de cimentación”. Visitar el río Luoyang hoy día y observar con perspectiva la construcción, hace que sus pilares con forma de balsa parezcan innumerables velas que se preparan para la competición. Y solo pensar en cómo sería la panorámica del puente en la época en que fue construido deja a quien lo ve completamente fascinado.
Seis años de trabajos
La cimentación de esta obra fue muy dura y extenuante pero el posterior proceso de construcción del cuerpo principal no resultó menos dificultoso. Para levantar un puente de piedra de semejantes dimensiones a través de la bahía, hacía falta emplazar más de 300 enormes y gruesas lastras de piedra de 20 o 30 t cada una. En una época en la que todavía no existían las grúas ni la maquinaria pesada de transporte, el traslado de esas piezas hasta allí resultaba una tarea ímproba. Tras devanarse los sesos, los encargados de su ejecución idearon un método que aprovechaba la fluctuación de las mareas y la capacidad de flotación de las aguas para llevar a término el trabajo. Durante las mareas altas, aprovecharon la fuerza del agua para trasladar los grandes bloques de piedra hasta el puente, en balsas de madera, que luego se fijaban sobre los pilares cuando la marea retrocedía. De este modo se levantó, pieza a pieza, este magnífico puente de piedra a través de la bahía. Hicieron falta un total de seis años de trabajo que concluyeron en el cuarto año de la era Jiayou (1059) para dar lugar a una de las maravillas de la época.
En cuanto a su nombre existe una historia bastante difundida. Por aquel entonces, gente procedente de las llanuras centrales de China, y en particular un gran número de personas originarias de la provincia de Henan, emigraron hacia el sur hasta Quanzhou. Como echaban de menos su antiguo hogar, y pensaban que el paisaje de los alrededores del puerto se asemejaba al de Luoyang, bautizaron este río con el nombre de dicha ciudad y, por lo tanto, el puente adquirió esa misma denominación. El puerto de Quanzhou tiene asimismo el apelativo de wanandu, que expresa en mandarín el deseo de una travesía del río segura y sin contratiempos y, por ello, el puente se conoce asimismo con el nombre de “puente wanandu”. Su construcción no solo garantizó un tránsito seguro a ciudadanos y comerciantes sino que también mejoró e impulsó el tráfico comercial entre ambas orillas, lo que facilitó en buena medida el desarrollo económico de esta zona.
El puente Luoyang, pues, posee una estructura sólida y de grandes dimensiones, constituye un reflejo del elevado nivel técnico de los maestros ingenieros y condensa, a su vez, la sabiduría china de épocas pretéritas.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 56. Volumen V. Septiembre de 2019.
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