viernes, 24 de diciembre de 2010

APACHETA: el espíritu en la piedra



el dispensador dice:
en esta Navidad de espíritus revueltos,
confusiones, pasiones y otros dramas,
donde Jesús puede ser excusa,
de hipocresías y cinismos,
eclipses de sonrisas y sus llantos,
donde la comida convoca,
la reflexión se evoca,
la oración está sola,
no hay himnos sin historias,
donde la bebida no ahorra,
los recuerdos se destrozan,
deseo contarte esta historia,
legado de aquellos incarios,
desaparecidas las culturas,
que sí sabían de estirpes,
respetos ancestrales,
a aquello que nos ha fundado,
pero que ha sido omitido,
negado y hasta olvidado,
por los cuentos agregados,
a aquellos valores negados,
por conquistadores enajenados,
apropiadores de oros robados,
para salvar otros reinos,
de sentimientos quebrados...



hoy pocos son los que recuerdan,
de la apacheta su sentido,
esencia de sentimientos perdidos,
atribuyéndole paganismos,
significados pervertidos,
alejados de los senderos,
de las piedras, de otros caminos,
donde se inventan las huellas,
donde ciertos escudos reflejan,
chapas sin contenidos,
propias de pasados mentidos,
donde la historia se cuenta,
según aquel que cree haber vencido,
sin atender a los vientos,
que han borrado su ombligo,
desvirtuando aquello que escrito,
es un agregado burlado,
quien atropella el pasado,
queda devorado por el destino,
tanto como el que echa a su amado,
para hacerse de su tramado,
vendiendo a otros traiciones,
que carcomen desde los talones,
consumiendo los corazones...



hubo un tiempo lejano,
propio de noches perdidas,
donde las piedras cantaban,
protegiendo a aquellas almas,
de sus huellas y otras heridas,
consonaban entre ellas,
en sonidos imperceptibles,
detectados por los ángeles,
que por entonces habían,
conviviendo con los duendes,
gnomos y algunos seres,
de los que se pintan leyendas,
los mitos hacen el resto,
deformando ciertas verdades,
lo que decían aquellas piedras,
podrán parecer obviedades,
pero nada es más lejano,
donde no llega la mano,
seguro te arrasa el viento,
cuando no tienes en cuenta lo que cuento,
no comprenderás la importancia,
de la piedras y sus resonancias...



los ancestros de la montaña,
sabían de Dios y sus mañas,
conocían sus señales,
sus mensajes y portales,
ventanas de espacio-tiempo,
esencia de espíritus sin tiempo,
corazones cantando,
aquello que es armónico a la roca,
no se extingue en el pensamiento,
y reconocer el ideario,
implicaba hacer culto a la tierra,
lo que se cultiva en el esfuerzo,
cimentando voluntades,
podrá arrancar los cuerpos,
perdurando en eternidades...


los que andaban de camino,
sabían que apacheta,
excede los significados,
no admitiendo traducciones,
no hay palabra que pueda expresar,
al genuino sentimiento,
aquello que nace con uno,
jamás lo diseminará el viento,
ni se consumirá con los tiempos,
ya que aún desapareciendo,
regresando al polvo etéreo,
aquello que es esencia,
no se pierde entre recuerdos,
flotando queda en alguna parte,
testigo de aquellas tardes,
manifiestos de amaneceres,
los recados de los ángeles,
no se pierden en quehaceres,
ellos andan sin mochilas,
su carga son los saberes,
los afectos que ellos traen,
por la apacheta regresan,
si no sabes de sentimientos puros,
si la inocencia no es lo tuyo,
si no gustas ser anónimo,
seguramente al ver una piedra,
no entenderás cuánto hay del prójimo...



quien iniciaba una tarea,
un afán, cualquier camino,
debía dejar una piedra,
donde se ataba el destino,
quien enlaza la cuerda cierta,
por ella misma regresa,
como cordón umbilical,
así como vienes de madre,
la roca que ata tu paso,
guiándote en la huella,
alimenta la voluntad,
sin pasarle la lengua,
pero si el sudor le dejas,
grabado en su aspereza,
sorprenderá a tu espíritu,
reconocer cómo ella no te deja,
que te pierdas del origen,
quien conserva la pintura,
el valor que lo antecede,
sabe que el camino,
puede consumir ciertas voluntades,
que no estando bien atadas,
sueltan el pasado,
olvidando que lo dado,
debe ser recibido,
y si ello no es atendido,
propio de sabiduría eterna,
no alcanzarán las piernas,
para protegerse de las piedras,
que hablan a tu paso,
indicando el justo sentido,
quien no escucha lo que dicen,
se perderá en el camino,
por ende en su mismo destino...



partir no implica volver,
apenas caminar hacia un mañana incierto,
el que no reconoce la luz,
anda por la vida muerto,
y así era el incario,
Dios estaba en las piedras,
y había que saber escucharlo,
si la piedra se atravesaba,
la senda se cambiaba,
respetando al elegido,
porque guardaba sentido,
de las señales ancestrales,
lo que indican las rocas,
nunca será para males,
ya que por el contrario,
quién mira por su alma,
prescinde de burlar calmas,
asegurando las escalas,
que señalan los pentagramas,
antes del hombre y sus músicas,
las piedras cantaban sus loas,
coros de esteros invisibles,
juntar piedras en los codos,
sumadas en cada esfuerzo,
atará las voluntades,
para que siendo parte del tiempo,
no las derrumbe el viento,
perdurando eternidades,
dejando claro que quien pase,
respetando la huella anterior,
nunca será inferior a aquel que ya ha pasado,
sumando en los destinos,
mañanas de puros linos...


pero quiero aclararte una cosa,
para que no confundas los tientos,
no hay diferencia entre la apacheta,
y el stupa de las piedras altas,
los fríos son semejantes,
quien desprecia lo que pisa,
su pertenencia al propio suelo,
el sentido de la tierra,
la pacha-mama que lo trajo,
el agua que ha respirado,
antes de ser nacido de madre,
deambulará sin sombra,
hasta que se lo coma la tarde.
el dispensador: apacheta. Diciembre 24, 2010.-
DEDICADO A: la piedra del hombre originario, himno y luz del sexto SOL 4-ESPÍRITU su signo.

No hay comentarios: