sábado, 11 de diciembre de 2010

HUECOS Y ESPACIOS - Las criaturas más insólitas de la Tierra - ABC.es

Sociedad
Las criaturas más insólitas de la Tierra
La bacteria todoterreno descubierta por la NASA es diferente a todo tipo de vida conocida, pero no es el único organismo terrestre que parece sacado de otro planeta

JUDITH DE JORGE / MADRID
Día 11/12/2010



SCIENCE
Gran Fuente Prismática en el Parque Nacional de Yellowstone, donde habitan organismos extremófilos



La bacteria descubierta por científicos de la NASA

La comunidad científica está revolucionada. La definición de vida, tal y como la conocíamos hasta ahora, ha cambiado. Se ha ampliado por primera vez. Existe una criatura, una bacteria, que se diferencia del resto de seres vivos que pueblan la Tierra. No funciona igual. No hace las cosas igual. Su ADN tiene un elemento extraño. Si todos los que respiramos sobre el planeta respondemos, por decirlo de alguna forma, al mismo mecanismo —necesitamos seis ingredientes fundamentales para seguir vivos—, este microorganismo descubierto por científicos de la NASA en el lago Mono, en California, ha sustituido en sus moléculas uno de ellos, el fósforo, por uno de los venenos más terribles que se conocen, el arsénico. Lo utiliza para sustentar su crecimiento y, por increíble que parezca, funciona.

El excepcional hallazgo de la bacteria GFAJ-1, publicado en la revista «Science», cambiará lo que sabemos sobre biología y evolución, y abre una nueva e inesperada puerta a la búsqueda de vida en otros planetas, pero no es el único ser de nuestro mundo con propidades «extraterrestres».

Otros microorganismos han demostrado tal resistencia a condiciones extremas que parecen «llegados de Marte». No pueden ser comparables a la extraordinaria bacteria del lago Mono, que, por cierto, quizás se encuentre en otros muchos lugares del planeta, incluso en España —eso aún está por ver—, pero su casi milagrosa capacidad de aguante a temperaturas infernales, radiaciones o estados de salinidad insufribles los convierten en campeones de la resistencia, capaces de vivir donde cualquier otro ser moriría sin remedio.

Enviados al espacio
Algunos incluso han sido enviados con éxito al espacio exterior en varios experimentos realizados en la Estación Espacial Internacional (ISS). En el último del que conocemos resultados, unos microbios recogidos en los acantilados de Devon, en Inglaterra, consiguieron sobrevivir casi 600 días expuestos a los rayos cósmicos y sin oxígeno. Ahora mismo, un nanosatélite de la NASA orbita la Tierra con microorganismos que se encuentran en estanques de sal en un estado seco y latente, para comprobar su reacción a condiciones extremas de radiación e ingravidez.

Todos ellos son seres extremófilos y uno de los mejores ejemplos de su comportamiento lo tenemos muy cerca, en la ácida cuenca del río Tinto (Huelva), un sistema que parece ser muy similar al marciano y donde también hay grandes cantidades de arsénico. Los científicos han sometido unas bacterias abundantes allí a todo tipo de pruebas sádicas para comprobar si resisten las condiciones del Planeta rojo: presiones de 7 milibares, temperaturas marcianas de -40ºC, altas dosis de rayos UV. Los niveles de supervivencia fueron altos, especialmente cuando las bacterias se encontraban bajo el subsuelo.

Campeones de resistencia

Organismos asombrosamente resistentes se encuentran en otros puntos del planeta, en zonas donde jamás se hubiera sospechado la existencia de vida. Cada tormento, cada ambiente extremo, tiene sus propios héroes invulnerables. Claro que hay algunos que son especialmente llamativos.

En el caso del pH ácido, por ejemplo, «el campeón está en una mina en California llamada Iron Mountain, donde microorganismos arqueas crecen en PH negativo, unas condiciones de acidez insoportables», explica el microbiólogo Ricardo Amils, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y director del departamento de Planetología y Habitabilidad del Centro de Astrobiología del CSIC-INTA.

Si hablamos de bajas temperaturas, en el Vostok, un lago subglacial en la Antártida, a 4.000 metros bajo la superficie de la placa de hielo, se han encontrado, por difícil que pueda parecer, microorganismos todavía sin identificar que viven sin problemas a -35ºC. El caso contrario: en lugares con actividad volcánica, como Yellowstone, se han descubierto seres microscópicos «que pueden crecer a 113ºC». En simas oceánicas de hasta diez kilómetros de profundidad, donde existen volcanes submarinos, también ha aparecido vida a pesar de la inaguantable presión; y en los desiertos o en altas cumbres, microorganismos «toman» altas dosis de radiación.

Entre todas estas súper criaturas, quizás los más prolíficos sean los tardígrados, conocidos como «osos de agua» por su aspecto y su peculiar manera de caminar. La característica que los hace fascinantes es su capacidad de deshidratarse para quedar «como muertos» durante cientos de años. También han resistido en el espacio. A juicio de Amils, esto demuestra que, en realidad, «la vida es mucho más resistente de lo que creíamos».


Titán y Marte, en el punto de mira de los astrobiólogos


La NASA ha anunciado que el descubrimiento de una forma de vida «diferente», la bacteria GFAJ-1, abriría nuevos caminos en la forma de buscar algo que respire en otros planetas. Pero, ¿en qué lugar del Sistema Solar puede existir vida basada en el arsénico? Jesús Martínez Frías, geólogo planetario del Centro de Astrobiología del CSIC-INTA, apunta tres posibles dianas: el Planeta rojo, Titán (satélite de Saturno) y Europa (luna de Júpiter). En estos mundos, «se podría 'cocinar' esta posibilidad en sistemas hidrotermales ricos en arsénico a 80 ó 100 grados bajo cero, asociados a actividad volcánica en el pasado». Hace poco, científicos anunciaban el hallazgo de una especie de «oásis marciano» que podía haber sido habitable. Titán tiene intrigantes lagos y ríos de metano, y Europa puede contener un gigantesco oceáno bajo su superficie.


Científicos españoles buscarán bacterias parecidas en Riotinto


«Han logrado algo revolucionario. Desde que salió a la luz, seguro que muchos científicos no han dormido poniendo en marcha experimentos». El microbiólogo Ricardo Amils es amigo personal de Felisa Wolfe-Simon, la descubridora de la bacteria con alma de arsénico. El investigador español se deshace en elogios hacia el trabajo de su colega de la NASA, un estudio que, según explica, su autora tiene interés en ampliar en colaboración con los expertos que, como él, trabajan en Riotinto. Es lógico, porque en esta zona sacada del averno, muy parecida a Marte, «hay hongos acidófilos capaces de resistir condiciones mucho más elevadas de arsénico que las del lago Mono; claro que nunca hemos mirado su ADN o sus proteínas», admite Amils. «Obviamente, ahora lo vamos a averiguar». Un ser excepcional podría vivir aquí.
Las criaturas más insólitas de la Tierra - ABC.es


el dispensador dice: los huecos de los conocimientos humanos superan largamento a los focos... muchas cosas importantes no se investigan por razones presupuestarias, por otras sin-razones académicas y esencialmente por soberbias... así como muchas otras no importantes consumen fortunas de billetes que en el fondo no sirven para nada más que para llenar páginas del falso iderario colectivo. Hoy, la falsa ciencia es más relevante que aquella que propocionaba los ángulos movilizadoras de los conocimientos del hombre, pero forma parte del paisaje expansivo del quiebre filosófico de los contenidos, y la ruptura de los puentes de la ética de la investigación. Ello, no desmerece a las ciencias, sí al hombre y sus letales pretensiones... en medio de ello, plenos de huecos y espacios, el hombre está rodeado de hechos que no quiere ver, mucho menos aceptar, ni siquiera pensar y desde luego, no ameritables de una necesaria y prudente reflexión, oportuna antes de la potencial extinción. Estas bacterias han sido conocidas por mucho tiempo y han sido manipuladas en el espacio, curiosamente justo en uno de los peores accidentes padecidos por la agencia espacial americana (NASA), mucho antes que se reconociese su existencia, lo cual favorece preguntas que no hallarán respuestas, al igual que muchas cosas que suceden por estos y otros días. Apelar a la ciencia sin un valor intrínseco esencial es algo semejante a autodeclamarse dueños del universo, sin reconocer que hay "alguien más" más allá de tu propia puerta. Como hombre sueño con un mundo humano regulado por la ciencia de los equilibrios, esferas que flotan en el mundo de las ideas produciendo un sonido de armonías profundas que enseñan a conservar los espacios del alma, las dimensiones del espíritu, prescindente de las limitaciones de la finitud del cuerpo y consecuentemente de la vida. El hombre no sabe trasponer las ventanas del espacio y del tiempo porque desconoce cómo hallarlas, cómo detectarlas, cómo evitar lastimarlas, cómo revertir eventuales daños o bien cómo recuperar a los pasantes... ello sucede porque no hay valores ciertos en sus ciencias y por ende tampoco en sus conocimientos. El alma está densa y el espíritu desbordante de soberbias y desprecios, lo cual no permite ver, divisar que la limitación domina y supera a la concepción de la raza. No fue así. No debería serlo. Es así. Puede apabullarme la idea de semejante peso acarreado en y por las inconsciencias, mochilas que se tornan intransportables sin siquiera ser reconocidas como tales, en pos de un temible imperialismo del conocimiento, que niega lo esencial y exalta lo superfluo. El hombre debe saber que no hay ciencia sin música, que no hay música sin color, que no hay color sin agua, que no hay agua sin ciclos, que no hay ciclos sin alma, que no hay alma sin espíritus y finalmente, sin espíritus Dios se verá obligado a recrear su propio verbo... cosa que está acercándose segundo a segundo, sin que el hombre se de cuenta, ya que el hombre sin su altar en su propio santuario interno no merece la existencia... y ello, no es un tema menor. Diciembre 11, 2010.-

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