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LA GRAN IMPERMANENCIA DE LA MUERTE.
Para reflexionar profundamente...
Buda enseñó que la muerte es consecuencia de la vida.
De la misma manera, la enfermedad aparece donde hay salud, la vejez donde hay juventud, la destrucción donde hay construcción.
Esta lógica establece la ley de la experiencia misma y los meditadores deben ponerlo en práctica además de comprenderlo.
El hecho de la muerte no puede ser negado. Incluso los individuos dotados de una preciosa existencia humana están sometidos a la transitoriedad y a la muerte. No importa lo lejos que viajemos en las diez direcciones, no encontraremos a nadie que no lo haya experimentado.
La mente más sencilla comprende que nada permanece igual.
Hay una constante generación, degeneración, transformación y cambio. Todas nuestras experiencias -de gente, lugares y otros fenómenos exteriores, al igual que pensamientos y sensaciones internas- son transitorias.
Una mente no lo comprende, conforma la base de la distracción y de las pautas habituales.
Se necesita una auténtica sensación de urgencia para aprovechar este preciso instante y hacer que nuestras cualidades den fruto. Para ello, debemos tener cierta experiencia de la no permanencia.
Reflexionar sobre la transitoriedad de todos los fenómenos debería provocar una sensación de miedo, no un miedo paralizante que nos impida ejercitar las tendencias positivas o llevar el resultado a nuestro potencial, sino un auténtico sentido de urgencia frente a la fugacidad.
Así como el cambio y la transitoriedad surgen de infinitas maneras, lo mismo sucede con la muerte.
La muerte como transitoriedad puede deberse a varios factores.
Puede no ser una sola causa la que interrumpe una vida u ocasiona la muerte. Hay además diferentes experiencias según sea la duración de la vida de los seres sensibles.
La tradición tibetana habla de duraciones de vida de miles de años o tan cortas como de diez años, varios días o menos, propias de épocas degenaradas. Medita en los infinitos seres que padecen una vasta gama de experiencias, fruto de su karma.
Si la urgencia de la impermanencia no ha surgido aún, busca ejemplos en tu experiencia personal. Piensa en todas las personas que has conocido y que ya no están contigo.
¿Cuántos de esos parientes o amigos han muerto? En Las palabras de un gran maestro, Patrul Rinpoche habla de los maestros realizados y grandes meditadores que, a pesar de serlo, estaban sometidos a la transitoriedad y no viven hoy.
Cuando iluminamos el altar y ponemos hermosas imágenes de nuestros maestros, tengamos presente en la mente que la no permanencia afecta a todos, incluso a aquellos ante los que hemos hecho postraciones.
Luego, apliquemos dicha comprensión a la no permanencia de otras circunstancias de la vida.
Vemos que cada movimiento es un paso más hacia la muerte.
Acciones sencillas como comer, caminar o sentarse no es más que la saturación de dichas experiencias y a la muerte. Posiblemente pensemos que la duración de una vida humana es de setenta u ochenta años pero, cada mes y cada año, marcan el paso del tiempo.
Además, independientemente de lo que pueda durar la vida, la muerte puede golpear en cualquier momento. Podríamos contabilizar el tiempo transcurrido y el tiempo que queda pero, aunque estuviésemos seguros de que efectivamente nos queda mucho, cada minuto que pasa, nos queda menos y no podemos aumentar el plazo.
Teniendo en cuenta que el tiempo pasa y la vejez se aproxima, que es realmente cuando experimentamos la transitoriedad, ¿ por qué seguimos distrayéndonos y dudando?
En el momento de la muerte, cuando miremos atrás, la experiencia de la vida nos parecerá un sueño y, como ocurre con los sueños nocturnos, nos parecerá inútil haber invertido tanto esfuerzo en él.
El miedo que experimentamos en un sueño desaparece cuando nos despertamos.
Habernos asustado ¡no ha sido más que un esfuerzo innecesario que nos ha hecho perder el sueño!
En el momento de la muerte, cuando miremos atrás, nos parecerá igualmente un derroche de energía el tiempo que hemos pasado sumidos en la vacilación, la agresión, la ignorancia, el egoísmo, los celos, el odio, la uto preservación y la arrogancia.
Por lo tanto, seamos capaces de percibir estos pensamientos y conceptos como sueños. En esta existencia ilusoria, ¿qué lógica, si la hay, se esconde tras la obstinación, la distacción, la vacilación o las emociones habituales de agresión, deseo, egoísmo o celos?
¿De qué sirve engancharse a estas emociones inútiles en un contexto de no permanencia?
La transitoriedad es la naturaleza de las cosas.
Thuk Je Che Tibet
Thuk Je Che Tibet
(Foto: Ladakh)
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Daily | Updated: 2024-11-14 09:10
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Hace 2 horas
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