miércoles, 3 de octubre de 2018

Los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial alteraron la atmósfera del planeta - INVDES

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Los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial alteraron la atmósfera del planeta

Han pasado casi 75 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y los ecos de las explosiones y las imágenes de muerte se han perdido en las fotografías y en el tiempo. A pesar de esto, los registros históricos de lo que ocurrió todavía pueden explicar lo que está pasando hoy.
Un artículo que se acaba de publicar en Annales Geophysicae, y elaborado por investigadores de la Universidad de Reading en Berkshire, Reino Unido, ha revelado que las explosiones producidas en los bombardeos aliados sobre Europa, entre 1943 y 1945, fueron capaces de alterar el funcionamiento de la ionosfera, la capa más alta de la atmósfera. Crearon ondas de choque tan potentes que sus efectos pudieron medirse incluso a miles de kilómetros de distancia, sobre el cielo de Reino Unido.
“Es impactante ver como las ondas causadas por las explosiones pueden tener efecto en el borde del espacio”, ha dicho Christopher Scott, primer autor del estudio. “Cada bombardeo liberó la energía de al menos 300 rayos. Esta brutal fuerza nos ha permitido ahora cuantificar cómo los eventos que ocurren sobre la superficie de la Tierra pueden afectar también a la ionosfera”.
Los resultados muestran que 152 bombardeos aliados en Europa alteraron la concentración de iones en la ionosfera a causa de las ondas de choque provocadas por las bombas en tierra. Esto tuvo la capacidad de calentar la atmósfera alta, causando un descenso de la concentración de iones.
“Lo más importante es que hemos conseguido hacer una estimación cuantitativa de la energía requerida para influir en la ionosfera”, ha explicado Scott a este periódico. Ya se sabía que las bombas atómicas habían alterado el comportamiento de la ionosfera, pero ahora, se ha demostrado que también explosiones menos potentes pueden hacerlo. “Esto nos ayudará el impacto de fenómenos actuales como tormentas, volcanes y terremotos”.
Este cambio no tiene importancia porque pueda alterar el clima, ya que las pertubaciones causadas por las bombas solo duran unas cuantas horas. Sin embargo, según Scott, “nos ayuda a entender por qué la ionosfera es tan variable. Esto nos permitirá hacer mejores modelos que serán de ayuda para mejorar la precisión de tecnología moderna, como la navegación GPS”.
¿Cómo comenzó esta peculiar investigación? Scott, científico del departamento de meteorología de la Universidad de Reading estaba interesado en estudiar la ionosfera. Esta capa, que va de los 80 a los 400 kilómetros de altura, es el lugar donde el viento solar, repleto de partículas cargadas, interacciona con el gas y crea corrientes eléctricas y fenómenos muy energéticos.
El extraño comportamiento de la ionosfera
El funcionamiento de esta capa está en general bien comprendido. Pero experimenta unas perturbaciones estacionales cuyo origen no se puede relacionar con el viento solar ni con la actividad del Sol. Esto lleva a pensar que hay fuentes terrestres, cuyo papel no es del todo bien entendido, que influyen en la dinámica de la ionosfera. Algunos investigadores han estudiado el efecto de terremotos, erupciones volcánicas y rayos como posibles causantes.
Christopher Scott tenía a su disposición la base de datos más extensa del mundo sobre las fluctuaciones de la ionosfera, recogidas desde una estación situada en Slough, Reino Unido, desde el año 1933 a 1996. Por desgracia, establecer una correlación entre lo que ocurre en la ionosfera situada sobre Slough y los fenómenos terrestres no es sencillo: requiere tener un registro histórico tan largo y detallado como el aquel lugar.
Pero este investigador tuvo una idea, ya explorada por otros autores. ¿Por qué no usar las explosiones de origen humano y su posible efecto sobre la ionosfera como atajo (en jerga científica, se suele decir “proxy”) para averiguar cuál puede ser el origen de las perturbaciones de la ionosfera?
Un par de artículos científicos ya han estudiado el impacto sobre la inosfera de un accidente en una planta química y por las bombas usadas en la primera Guerra del Golfo. En esta ocasión, y como tenía a su disposición los datos de Slough, Scott pensó en que quizás podía usar la Segunda Guerra Mundial como fuente de… explosiones.
Una tonelada de TNT, equivalente a un rayo
Scott aunó fuerzas con el historiador Patrick Major, también profesor en la Universidad de Reading. A su disposición tenían el registro de las campañas de bombardeo sobre el III Reich llevadas a cabo de forma conjunta por la Royal Air Force (RAF) y las fuerzas aéreas de Estados Unidos (USAAF).
Los científicos consideran que la energía liberada por la explosión de una tonelada métrica de TNT (trinitrotolueno) es del mismo orden que la que libera un rayo (de nube a suelo). Por tanto, si se puede establecer una correlación entre los bombardeos y los cambios en la ionosfera, Scott y Major pensaron que quizás podrían averiguar cómo se puede estudiar la influencia de los rayos en las perturbaciones de la ionosfera.
Los resultados muestran que, en efecto, es posible establecer correlaciones entre bombardeos y momentos en los que la concentración de iones descendió en ciertas regiones de la ionosfera. Esta respuesta es posiblemente resultado de la generación de ondas de choque en el suelo, a causa de las explosiones.
En concreto, los registros han permitido relacionar bombardeos puntuales, de 100 a 800 toneladas de bombas de alto explosivo, sobre ciudades europeas, con cambios en la ionosfera, normalmente 3 o 7 horas después, sobre el cielo de Slough, en Reino Unido.
Se sabe que, aunque los bombarderos tenían que mantener una altitud de seguridad de como mínimo 1.800 metros para evitar las explosiones, las detonaciones causaban daños en los aparatos. En esta ocasión, los autores han calculado que las ondas de choque causadas en los ataques llegaban hasta la ionosfera en una hora. Creen que allí una parte de la energía de estas ondas se transformó en calor, y que esto fue lo que causó las perturbaciones ionosféricas.
Han explicado que esto implicaría que las ondas de choque deberían desplazarse a velocidades de 300km/h horizontalmente, y 100km/h verticalmente, para ser capaces de viajar desde Europa a Slough, en Reino Unido. Tampoco parece improbable. Otros estudios han medido perturbaciones en la ionosfera causadas por el lanzamiento de cohetes espaciales, lo que muestra que estas ondas pueden viajar 1.000 kilómetros en solo ocho horas.
Bombardeos indiscriminados
La investigación no ha tenido en cuenta los bombardeos alemanes sobre Londres, el llamado “Blitz”, de 1940 a 1941, porque, según los autores, los ataques fueron más continuados e implicaron explosiones de menor potencia que los empleados más tarde por los Aliados. Estos investigadores tampoco han considerado los ataques emprendidos por los alemanes al final de la guerra con los cohetes V1 y V2, porque su capacidad de generar explosiones no fue insuficiente para hacer estos cálculos.
En el artículo figura una larga lista de ataques sobre las ciudades europeas bajo el dominio de Alemania entre 1943 y 1945. Hubo un total de 152 y 32 de ellos tuvieron como blanco la ciudad de Berlín. Entre ellos destaca el que, entre las 02.50 y las 04.20 del 29 de enero de 1944, arrojó sobre la ciudad 10.866 toneladas de bombas de alto poder explosivo.
La lista finaliza el 2 de enero de 1945, por lo que no recoge el ataque que entre los días 13 y 14 de febrero de 1945 dejó caer sobre Dresde4.000 toneladas de bombas, causando de 25.000 a 40.000 muertos.
Al echar la vista atrás se puede recordar los crímenes y los horrores indescriptibles que ocurrieron durante la Segunda Guerra Mundial. Quizás de forma injusta, no se recuerde los bombardeos sobre ciudades alejadas de la zona de combate. Ya fueran objetivos justificados por intereses estratégicos, actos de represalia o crímenes de guerra, los datos recuerdan que no hace mucho los aviones volaban sobre Europa para lanzar bombas de forma indiscriminada sobre ciudades atestadas de civiles. La energía liberada por las explosiones, cuyo objetivo era matar y destruir lo máximo posible, fue capaz de recorrer cientos de kilómetros.
Fuente: abc.es/ciencia

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