Un edificio monumental oculto bajo una mezquita toledana del siglo XIII
Unos arcos de herradura recortados han sido la clave para reinterpretar un yacimiento en pleno centro urbano
Toledo
Arturo Ruiz de Taboada, entre los arcos del edificio monumental identificado debajo de la mezquita.BERNARDO PÉREZ
Parecía un trabajo sin mucho misterio: vigilar la correcta restauración de un edificio público en la calle de las Tornerías de Toledo, rehabilitado ya en los años ochenta a partir de los restos, estudiados y documentados desde hace más de un siglo, de una mezquita medieval levantada, a su vez, sobre una cisterna romana. Pero cuando el arqueólogo Arturo Ruiz de Taboada se puso a trabajar sobre el terreno, casi nada le cuadraba. Así que miró y remiró, dibujó y volvió a dibujar los arcos que se creían de la cisterna hasta que se dio cuenta de que, en realidad, se trata de un edificio civil monumental de época tardoantigua —entre final de la romana y principios de la visigoda— cuyas características —una construcción de sillares muy grande, con más de 12 metros por cada fachada, organizada en cuatro naves en torno a un espacio rectangular— no se habían documentado nunca en el interior de una ciudad.
Y la clave de todo estaba en unos arcos que, en apariencia, eran de medio punto (lo que les acercaba a los romanos), pero que en realidad son de herradura, aunque en algún momento los habían picado hasta eliminar las impostas, esos característicos salientes en la base. “Lo hacían para hacerlos más funcionales, para ganar espacio; se hizo en más sitios”, explica Ruiz de Taboada, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, señalando la parte en la que los sillares fueron raspados.
Están en la planta baja del edificio, en medio de un gran revoltijo de capas formadas durante siglos de construcción y reutilización que el especialista trata ahora de desenredar. El entorno, a primera vista, no puede ser más confuso: están los arcos antiguos junto a los restos de una cisterna que, efectivamente, se construyó, pero mucho después; también hay restos de tiendas de una cofradía musulmana y de algunos muros de casas separadas en su día por una calle desaparecida tras un gran incendio a finales del siglo XV.
Así, para empezar a comprender el rompecabezas hay que remontarse unos 2.500 años y llegar muy abajo, a unos cinco metros de profundidad. Allí, los especialistas han hallado los restos de dos estructuras circulares de habitación de un primitivo poblado carpetano, de la Segunda Edad del Hierro. “Las primeras localizadas en Toledo y de las escasas identificadas en la península Ibérica”, asegura el especialista. Sobre ellos, en algún momento entre finales de siglo IV y el siglo VIII, se levantó ese edificio monumental de planta de sillares, cuyo uso es muy difícil de precisar: pudo ser desde la cuadra de un personaje principal —“La altura de los arcos, unos cuatro metros, permitiría pasar perfectamente a un jinete montado”, dice el arqueólogo— hasta un palacio.
Lo que está claro es que sobre él se erigió el edificio de la mezquita del siglo XIII —aunque Ruiz de Taboada no descarta que antes de esa hubiera otra, citada en textos del XII—, utilizándolo como cimentación en una zona de cuesta y escorrentía que complica las construcciones. En la primera planta está la mezquita en sí, el lugar de oración, cuya entrada estaba en la fachada oeste, es decir, por la calle desaparecida en el siglo XV (hoy, por ese lado se accede a través de una puerta entre dos edificios en la plaza del Solarejo de Toledo).
Ruiz de Taboada señala la particularidad de una mezquita de época medieval en un entorno cristiano como era el Toledo de aquella época. “Pese a mantener el esquema constructivo típico de este tipo de mezquitas, nueve tramos, tres accesos y tres ventanas, similar al de la mezquita de Valmardón de Toledo (Cristo de la Luz), su cronología tardía y su localización en una planta superior la han convertido en un edifico singular destinado al culto musulmán en un Toledo medieval cristiano”, explica.
De ese modo, la planta baja se empezaría a utilizar en algún momento para otra cosa. El arqueólogo coloca en ella algunas tiendas pertenecientes a una cofradía musulmana, a las cuales se accedía por la fachada este, es decir, por la calle de Tornerías. Junto a ellas también aparece esa cisterna de aljibe colocada entre los siglos XIII y XIV y que, asimismo, necesitó otros muros de apoyo que hoy todavía asoman por allí. Y, si todo eso no fuera suficiente para complicar la interpretación, en cada una de las fases se reutilizaron materiales de época anterior, empezando por el edificio antiguo, para el que usaron sillares romanos. Tampoco ayudan las reformas más modernas, hechas a partir de que el edificio se convirtiera en una vivienda tras el gran incendio del siglo XV, del que todavía se pueden ver las marcas negras en algunos puntos.
Para empezar a comprender el rompecabezas hay que remontarse unos 2.500 años y llegar muy abajo
Hasta aquí, la parte del galimatías que, de momento, ha logrado desentrañar Ruiz de Taboada y que explica hoy a las 10.00 de la mañana en una conferencia en un ciclo del Museo Sefardí en la Fundación Toledo. Aunque admite que todavía queda mucho trabajo para terminar de comprender del todo el yacimiento y dilucidar, con la Junta de Castilla-La Mancha (dueña del edificio), de qué manera se puede mostrar toda esa riqueza histórica dentro de la reforma que se plantea para reabrir el espacio como centro cultural; en los ochenta, tras la otra reforma, se usó como centro de promoción de la artesanía, aunque lleva cerrado desde 2012.
El especialista insiste, dentro de la singularidad de un lugar arqueológico así en pleno centro de una ciudad, en la importancia del edificio antiguo de sillares, cuyas características lo colocan en plena “transición arquitectónica entre el mundo clásico y medieval, puesto que desde un punto de vista constructivo no encaja ni en uno ni en otro”, dice. Y añade: “De hecho, la fábrica robusta de sillares, pero con factura torpe y arrepentimientos, le da un aspecto poco canónico si lo comparamos con edificios de época romana o de la plena Edad Media. El hecho además de que los sillares se encuentren trabados con una fina capa de mortero de cal lo aleja del mundo antiguo”.
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