sábado, 8 de diciembre de 2018

La escritura Jiagu y su impacto en la historia - ConfucioMag

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Revista Instituto Confucio – ConfucioMag



La escritura Jiagu y su impacto en la historia

La escritura Jiagu (jiǎ ɡǔ) consiste en los primeros glifos antiguos chinos (más de 3.000 años) que se descubrieron. Son inscripciones sobre huesos o caparazón de tortuga que se realizaban para practicar la adivinación y constituyen un valioso patrimonio de la civilización humana más antigua junto con los papiros egipcios y los manuscritos babilónicos sobre ladrillos.

Escritura Jiagu
Exposición de huesos oraculares del yacimiento arqueológico de Yinxu.
Reportaje deWang Wen王文
La escritura jiǎ ɡǔ (甲骨, huesos oraculares) consiste en los primeros glifos antiguos chinos que se descubrieron y cuenta con un estudio completo y sistemático. Hace más de 3.000 años la familia imperial de la dinastía Shang (商, 1600-1046 a.C.) solía recurrir a huesos de animales o plastrones de tortuga para practicar la adivinación. Sobre ellos se inscribían posteriormente el resultado o los acontecimientos sociales para conservarlos todos juntos en forma de archivos nacionales. En 1899 se encontraron por casualidad estas piezas que habían permanecido enterradas durante siglos. Estos huesos oraculares se les conoce, en el ámbito académico, como ɡuī jiǎ shòu ɡǔ (龟甲兽骨, inscripciones sobre huesos o caparazón de tortuga) o jiǎ ɡǔ wén (甲骨文) su abreviatura, y constituyen un valioso patrimonio de la civilización humana más antigua junto con los papiros egipcios y los manuscritos babilónicos sobre ladrillos.
Escritura Jiagu
Wang Yirong, funcionario de la dinastía Qing
Un día de verano de 1899, Wang Yirong (王懿荣), el director del Colegio Imperial (la institución educativa más importante durante la dinastía Qing), estaba tomando medicamentos tradicionales chinos para curarse la malaria que padecía. Al conocer bien los materiales medicinales, se puso a revisarlos y descubrió al azar que había trazos extraños tallados sobre un medicamento llamado lónggǔ (龙骨) (1). Esta observación le hizo asociar los glifos a los caracteres antiguos y, por eso, ordenó que comprasen todos los longgu grabados con los signos de todas las farmacias de Pekín. Es increíble cómo un hecho imprevisto ha podido sacar a luz la milenaria civilización de la dinastía Shang y, a su vez, ha iniciado los estudios e investigaciones asociadas a las dinastías remotas y a la escritura antigua china.   
Escritura Jiagu
Teniendo en cuenta que Wang era el especialista con mayor prestigio en el sector del peritaje de reliquias históricas y los estudios de la escritura antigua, los anticuarios, al enterarse de que éste empezaba a coleccionar los longgu, buscaron por toda China y se los ofrecieron a Wang. Por ello, en menos de un año, el director consiguió más de 1.500 piezas de longgu talladas. La investigación especializada reveló un gran nivel de similitud entre las inscripciones en los bronces y estas letras grabadas, que podrían ser los caracteres chinos más antiguos. El descubrimiento de esta escritura, conocida hoy en día como jiaguwen, solamente fue mencionado entre el pequeño círculo de amistades de Wang. Por desgracia, el erudito no logró más avances en los posteriores estudios relacionados ya que, un año después del hallazgo, le enviaron a dirigir las tropas chinas contra la guerra provocada por la Alianza de las Ocho Naciones en Pekín (2). La derrota le destrozó por completo y Wang se suicidó saltando a un pozo junto con su mujer y su nuera después de escribir una frase de despedida: “Es un deshonor y una humillación tener al Emperador preocupado; aquel que humille al Emperador merece la muerte”).
Escritura Jiagu
Tras la muerte de Wang Yirong, su colección de más de 1.500 piezas de jiagu llegó a manos de su mejor amigo, Liu E (刘鹗) (3), quien continuó con el trabajo de buscar nuevas piezas. En el año 1903 Liu E seleccionó 1.058 piezas, entre un total de 5.000, para editar y publicar su libro titulado La colección de Tieyun sobre huesos y caparazones de tortuga. Ésta es la primera publicación específica dedicada a esta materia y marca el inicio de la investigación científica porque no sólo considera a los huesos oraculares únicamente como objeto coleccionable. En el prefacio de la obra, Liu E indica por primera vez que la escritura Jiagu se basa en los caracteres elaborados durante la dinastía Shang tallados con buril u otras herramientas de escritura sobre huesos y caparazones de tortuga. También fue él quien presentó por primera vez este antiguo sistema de grafía a un sinólogo extranjero, al japonés Naito Torajiro.   
Escritura Jiagu
El escritor Liu Tieyun, el erudito Luo Zhenyu, el erudito Wang Guowei, el erudito Dong Zuobin, el erudito Xia Nai y el misionero canadiense James Mellon Menzies.
El estudio posterior de la escritura Jiagu prosiguió en un ambiente bastante familiar. El experto en esta disciplina, Luo Zhengyu (罗振玉), que era el suegro de Liu E (su mujer era la hija mayor de Luo), le ayudó a publicar su monografía, y le escribió el prólogo para su libro tras conocer por primera vez el Jiagu en casa de Liu en 1901. De hecho, Luo empezó a recopilar estas piezas a partir del año 1906 y su colección alcanzó las 30.000. Especializado en el descifrado y la transcripción de esta escritura antigua, el maestro logró identificar una decena de nombres de los emperadores pertenecientes a la última época de la dinastía Shang, así como confirmar que la escritura Jiagu se originó en esa casa imperial. A medida que se difundía la tendencia a recoger estas piezas en China durante ese período, muchos eruditos, funcionarios, comerciantes, e incluso extranjeros, aspiraban a adquirirlo sin importarles el precio, lo que provocó que los anticuarios ocultasen o inventasen intencionadamente el lugar real del desenterramiento, a fin de aumentar su precio en el mercado de estos objetos. No obstante, Luo Zhengyu logró averiguar en 1910 el verdadero lugar donde se desenterraban las piezas: la aldea Xiaotun (小屯) de la ciudad de Anyang (provincia de Henan) y comprobó, tras muchos estudios, que allí se ubicaba precisamente Yinxu (殷墟), la que fue ciudad capital de la dinastía Shang durante más de 200 años. En 1915 Luo regresó una primavera desde Japón a Xiaotun para realizar el primer estudio arqueológico en torno a estas ruinas.
Escritura Jiagu
Fosa con huesos oraculares en el yacimiento arqueológico de Yinxu.
Wang Guowei (王国维), otro erudito de gran reputación sobre las últimas décadas de la dinastía Qing, quien se especializó en estudios tanto orientales como occidentales, no solamente fue el alumno más apreciado por Luo Zhengyu, sino que también era su yerno. Dentro del ámbito de la investigación de jiaguwen, su mayor contribución consiste en el hecho de asociar la escritura Jiagu con la historia y el régimen político de esta dinastía, y lograr un considerable avance al interpretar los hechos históricos mediante el descifrado de caracteres. Su método fundamental de investigación, centrado en comprobar y vincular las excavaciones arqueológicas con los documentos históricos, ha tenido una amplia acogida y aplicación en esta especialidad hasta la actualidad. Un ejemplo de ello es aportar soluciones a una serie de temas históricos pendientes, como la generación de los emperadores de la dinastía Shang, por el estudio de los hallazgos y el análisis del libro Memorias históricas (《史记》).
Escritura Jiagu
El 13 de octubre de 1928, un equipo dirigido por Dong Zuobin (董作宾), especialista de la Universidad Sun Yat-sen, llegó a la población de Xiaotun para realizar una excavación arqueológica, un hecho que no solamente consiguió desvelar los misterios que rodeaban la antigua ciudad capital, sino que también supuso el inicio de la arqueología moderna en China. El presidente de la Academia Sínica, Cai Yuanpei (蔡元培), asignó fondos específicos para subvencionar el proyecto, y Feng Yuxiang (冯玉祥), el caudillo militar designado en Henan, también ordenó una intervención militar por asuntos de seguridad y defensa. Aprovechando la expedición se formaron varios arqueólogos chinos, entre ellos Hu Houxuan (胡厚宣), el auxiliar de Dong Zuobin (董作宾), quien se convirtió también en un especialista en la materia, o Xia Nai (夏鼐), el futuro director del Instituto Arqueológico de la Academia Nacional China de Ciencias, que empezó como asistente.
A medida que se incorporaban eruditos más prestigiosos a la plantilla de estudio de jiaguwen, tales como Guo Moruo (郭沫若), Dong Zuobin (董作宾), Tang Lan (唐兰), Chen Mengjia (陈梦家), Rong Geng (容庚), Yu Xingwu (于省吾) o Hu Houxuan (胡厚宣), se estableció y consolidó una línea de investigación especializada llamada jiaguxue (甲骨学, el estudio de Jiagu), a la que también se integraron varios sinólogos extranjeros.
Escritura Jiagu
En el año 1900, un año después de que Wang Yirong descubriese los huesos oraculares, un misionero británico que residía en la provincia de Shandong, Samuel Couling, empezó a comprar los huesos, siendo el primer coleccionista extranjero de esta materia. Durante los años 1903-1908, Couling continuó su adquisición de Jiagu junto con otro misionero americano, que vivía en la ciudad de Weifang en la provincia de Shandong, Frank Herring Chalfant, y el diplomático británico Lionel Charles Hopkins. Una parte de su colección se vendió al museo de los ingleses en Shanghái mientras otras piezas se enviaron a museos y bibliotecas de Inglaterra y EEUU. En esta época, el francés Wilts y el alemán Richard Wilhelm vendieron su colección de escritura Jiagu a distintos museos de Francia y Suiza.
El reverendo canadiense, James Mellon Menzies, fue destinado a Anyang en el año 1914. Su colección alcanzó más de 50.000 piezas y publicó en 1917 en Shanghái su libro monográfico Las inscripciones en Yinxu 殷墟卜辞, la primera obra en el mundo occidental dedicada a esta disciplina. La mayoría de su colección se quedó en China mientras que el resto se conserva en el Museo Real de Ontario, en Toronto (Canadá). David N. Keightley, de la Universidad de California, el sinólogo con mayor prestigio en occidente, también es conocido por su pionera contribución al estudio de jiaguwen. Alrededor de los años 30 del siglo pasado, muchas piezas de huesos oraculares fueron llevadas a Japón, que se convirtió por ello en el país con la mayor colección de escritura Jiagu del mundo después de China.
Escritura Jiagu
Yacimiento arqueológico de Yinxu.
Desde el primer hallazgo hasta la actualidad, se han desenterrado más de 150.000 piezas de huesos oraculares, entre las que unas 100.000 permanecen en China continental, más de 30.000 están en Taiwán y el resto, alrededor de 26.000, se distribuyen entre países como Japón, Canadá, Inglaterra o EE. UU. En la actualidad se han transcrito un total de 4.500 caracteres, de los que 2.000 unidades han sido descifradas.
A lo largo de estos 3.000 años, la evolución de los caracteres chinos ha experimentado diversos estilos o soportes, tales como el jiaguwen (甲骨文, escritura de oráculos sobre hueso), jinwen (金文,escritura sobre bronce), zhuanshu (篆书, estilo de sello), lishu (隶书, estilo de los escribas), kaishu (楷书, estilo regular). Todos mantienen, sin embargo, los principios gramaticales y el sistema de escritura caracterizado por la combinación fonética, morfológica y semántica, de una manera tan decisiva que ha influido profundamente en la mentalidad, la filosofía y los valores estéticos de la civilización china. 
Notas:
1.  Lónggǔ (龙骨), es un término en la medicina tradicional china que se refiere a los huesos fosilizados de los mamíferos.
2.  En el año 1900 el imperio británico, la tercera república francesa, el imperio alemán, los Estados Unidos de América, el imperio japonés, el imperio ruso, el reino de Italia y el imperio austro-húngaro unieron sus fuerzas con el envío de tropas para derrotar el levantamiento de los bóxers. Éste fue uno de los muchos conflictos que tuvieron lugar contra la influencia foránea y posteriormente derivó en la invasión de China por parte de las potencias occidentales.
3.  Liu E (刘鹗), conocido también como Liu Tieyun (刘铁云), autor de la famosa novela El viejo decrépito, escrita a finales de la dinastía Qing.
Más sobre la historia de la escritura china en Revista Instituto Confucio – ConfucioMag

Revista instituto Confucio 25
Publicado originalmente en la Revista Instituto Confucio.
Número 25. Volumen 4
. Julio de 2014.

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