lunes, 10 de diciembre de 2018

La utopía de los chiquiteros | Babelia | EL PAÍS

La utopía de los chiquiteros | Babelia | EL PAÍS

La utopía de los chiquiteros

La ría de Bilbao es el eje vertebrador de la novela de Eduardo Rodrigálvarez, la historia de unos perdedores de una guerra en la que nunca creyeron

Portada de 'Cuando vengan los míos'.
Eduardo Rodrigálvarez se ocupó, durante más de una década, de dar brillo a las páginas de deportes de EL PAÍS con sus crónicas de fútbol, de ciclismo, de baloncesto o de lo que fuera menester, como hizo años atrás en la Hoja del Lunes de Bilbao, o en Deia, sus anteriores destinos. Su estilo siempre fue muy reconocible: culto, exquisito, con un toque de humor sutil, muy peculiar. Cuando le ha dado por escribir su primer relato largo, una novela negra ambientada en el Bilbaooscuro pero entrañable de los primeros años sesenta, en pleno franquismo, y con Franco siempre en segundo plano, sobrevolando la trama, no ha cambiado ni un ápice su forma de narrar.
Claro está, se ha olvidado de las urgencias de la crónica diaria, que además exigía estricta realidad, y no ficción, como la que desarrolla de manera eficaz en un argumento que engancha a través de sus personajes, de sus paisajes e incluso de los olores. Resulta inevitable rememorar el aroma a Varón Dandy de uno de los protagonistas, o el hedor maloliente de la ría bilbaína en la época en la que se organiza la acción, y en la que, aún navegable, era un pozo insalubre y contaminado.
La ría es en la novela su eje vertebrador, la historia de unos chiquiteros del Casco Viejo, perdedores de una guerra en la que nunca creyeron, que en sus ensoñaciones frente a un vaso de vino imaginan la posibilidad de cometer un magnicidio en la visita del dictador a la ciudad. Entre ellos y el inspector de policía, natural de Medina de Rioseco —la ciudad donde, en la vida real, Rodrigálvarez desarrolla a la vez dos situaciones vitales antagónicas: ser cofrade y ateo—, componen el elenco de una trama que engancha con agilidad y humor, que se torna amargo, según van pasando las páginas y van apareciendo cadáveres de personajes que son, o fueron, parte de la historia en un Bilbao irreconocible décadas después, pero también cercano en sus referencias.
El autor, con alma de periodista, no cuenta sus planes de futuro, tal vez porque está acostumbrado a depender de la última hora, pero bien podrían pasar por dar continuidad a alguno de los personajes de la novela en una saga. Quién sabe.
Cuando vengan los míos. Eduardo Rodrigálvarez. Txertoa, 2018. 296 páginas. 20 euros.

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