LITERARIA
Tantos años sin Rulfo
Domingo 3 de Abril de 2011 | Hace 25 años moría el autor mexicano que solamente publicó dos pequeños libros. No necesitó más que eso para convertirse en uno de los mayores escritores del siglo XX. Para muchos, su muerte generó la ausencia más definitiva y palpable de la literatura latinoamericana. |
Por Juan Gustavo Cobo Borda
Para LA GACETA - Bogotá
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo". Estas líneas, ya clásicas, fueron impresas el 19 de marzo de 1955 en el volumen 19 de la Colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica. Las viñetas eran de Ricardo Martínez y la edición de 2.000 ejemplares.
Desde su aparición, el libro se volvió legendario. Que Rulfo no podía con él y que colocando los capítulos en el piso trastocó el orden lógico por asociaciones subjetivas, donde las muertas, en el cementerio, conversaban entre sí, tumba a tumba. Que el amigo de Rulfo, y corrector del libro, el poeta Ali Chumacero, no le auguraba mucho porvenir. Que Rulfo leía autores nórdicos poco conocidos como Halldór Laxness o Knut Hamsun o suizo-franceses como Ramuz o una valiosa novelista chilena, María Luisa Bombal, amiga de Borges, cuya novela La Amortajada fue publicada por Sur en 1938. Que esta novela, sobre un cacique rural, era en palabras de Carlos Fuentes (publicadas en el número 8, junio-julio de 1956, de la revista Mito, de Bogotá), la prueba de cómo "Rulfo ha comprendido que toda gran visión de la realidad es obra, no de la copia fiel, sino de la imaginación":
La novela recobraba los 15 cuentos de El llano en llamas (1953) e inauguraba la leyenda. ¿Es cierto que Rulfo era alcohólico y un trago más lo mataría? ¿Que se ganaba la vida vendiendo llantas Goodyear? ¿Que pasaría sus últimos años corrigiendo libros antropológicos sobre las tribus mexicanas? ¿Que era, también, un gran fotógrafo? ¿Que su próxima novela, sobre la rebelión cristera, iba muy adelantada y se llamaría La cordillera? Antes de su muerte, en 1986, Rulfo la dio por destruida. Como escribió Susan Sontag: "Todos le preguntaban a Rulfo por qué no publicaba otro libro, como si la meta de la vida de un escritor fuera seguir escribiendo y publicando. En realidad, la meta de la vida de todo escritor es producir un gran libro -es decir, una obra perdurable- y es lo que hizo Rulfo. No merece la pena leer un libro una vez si no merece la pena leerlo muchas veces".
Hay que volver entonces a esa prosa seca pero poética, donde el habla campesina de la tierra se puebla de murmullos y el silencio agranda las palabras sobre un horizonte árido, donde el rencor y la violencia son las únicas fuerzas que mantienen la vida. Donde la memoria y los remordimientos preservan la culpa, ese pecado al cual le damos vueltas una y otra vez, dado que el infierno es de hielo y necesitamos ese rescoldo para calentar un poco los huesos.
Admirable Rulfo, tan gentil, tan caballero, con su humor tajante y su devastadora mirada, que contemplaba la comedia luego de haber retornado de aquella tragedia, donde tantos de sus parientes habían sido asesinados, empezando por su padre, muerto por el peón de la finca.
"Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro, pero sin decir una sola palabra.
Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras". 156 páginas después, así termina la novela. Oro y calaveras que volvieron loca a Susana San Juan, el sueño imposible del cacique que conquistó todo salvo el amor. Con la voracidad por más tierras. Las tierras de la media Luna, con su ancestral fatalismo, en la mera boca del infierno. Allí nos aguarda Juan Rulfo, la ausencia más definitiva y palpable de la literatura latinoamericana.
Aquel, quien junto a Borges, fecundó a tantos escritores y dio libertad, madurez y autonomía a nuestras letras.
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nació en Sayula, Jalisco, en 1918 y encontraba los nombres de sus personajes en la tumbas de los cementerios.
© LA GACETA
Juan Gustavo Cobo Borda - Escritor y diplomático. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Real Academia Española. Entre sus últimos libros se destaca El olvidado arte de leer (Taurus, 2008).
Tantos años sin Rulfo - La Gaceta
Juan Rulfo, o la pena sin nombre
Domingo 3 de Abril de 2011 | Este es un fragmento de Los nuestros, libro publicado en 1966 y hoy inhallable, que configuró la lista de los escritores del Boom latinoamericano (García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar y Fuentes figuraban entre los diez autores seleccionados). Uno de ellos era Juan Rulfo. En el capítulo dedicado a su obra, el autor del libro se preguntaba qué ocurría con este escritor que, después de la notoriedad que le había dado Pedro Páramo, no publicaría ningún otro libro en los 31 años que transcurrieron entre la aparición de la novela y su muerte.
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Por Luis Harss
Once años han pasado desde Pedro Páramo y Rulfo, siempre atareado y afanoso, ha guardado silencio. Se muestra poco dispuesto a hablar de lo que ha publicado entretanto y cuándo. Se angustia de pronto cuando le hacemos la pregunta. Menciona "algún cuento, uno que formaba parte, que tenía la misma línea de El llano en llamas. No sé cómo llegó allí… Fue más bien que se traspapeló, y a la hora de publicar el libro no entró…" Según los rumores, su indulgencia y su modestia son tales que vigila poco lo que hacen las editoriales con sus libros…
Por ahora tiene otros proyectos. Mientras la gente se pregunta si volverá a dar señales de vida, trata de resolverse a publicar una novela eternamente inconclusa que ha prometido y retirado mil veces, llamada La cordillera. "Estoy medio trabajando en ella", dice. Recientemente creyó haberla resuelto, pero a último momento decidió rehacerla otra vez más. Había que volver a meditarla por completo. "Me parecía un poco densa." Quisiera ahora hablar de ella, pero "es un poco difícil de explicar". El escenario son otra vez los pueblos de Jalisco, "pero ya tomados desde su base. En el siglo XVI". Rulfo sigue las vidas y destinos de una familia de encomenderos desde sus orígenes, a través de generaciones de guerras y migraciones, hasta el presente. Como siempre en sus obras, el viaje es mental, un recuerdo evocado a trozos y cabos sueltos por los descendientes de los muertos. "En realidad, es la historia de una mujer que es la última descendiente de las familias estas". Es probablemente otra alma perdida que el estigma de los siglos ha marcado con su pena sin nombre. Porque la lección de la historia, en Rulfo, es que el pasado podrá olvidarse, pero nunca ser enterrado.
Fragmento de Pedro Páramo
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
- No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
- Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.
Fragmento de El llano en llamas
Yo salí de la cárcel hace tres años. Me castigaron allí por muchos delitos; pero no porque hubiera andado con Pedro Zamora. Eso no lo supieron ellos. Me agarraron por otras cosas, entre otras por la mala costumbre que yo tenía de robar muchachas. Ahora vive conmigo una de ellas, quizás la mejor y más buena de todas las mujeres que hay en el mundo. La que estaba allí, afuerita de la cárcel, esperando quién sabe desde cuándo a que me soltaran.
- Pichón, te estoy esperando a ti -me dijo-. Te he estado esperando desde hace mucho tiempo.
Yo entonces pensé que me esperaba para matarme. Allá como entre sueños me acordé de quién era ella. Volví a sentir el agua fría de la tormenta que estaba cayendo sobre Telcampana, esa noche que entramos allí y arrasamos el pueblo. Casi estaba seguro de que su padre era aquel viejo al que le dimos su aplaque cuando ya íbamos de salida, al que alguno de nosotros le descerrajó un tiro en la cabeza mientras yo me echaba a su hija sobre la silla del caballo y le daba unos cuantos coscorrones para que se calmara y no me siguiera mordiendo. Era una muchachita de unos catorce años, de ojos bonitos, que me dio mucha guerra y me costó buen trabajo amansarla.
- Tengo un hijo tuyo -me dijo después-. Allí está. Y apuntó con el dedo a un muchacho largo con los ojos azorados:
- ¡Quítate el sombrero, para que te vea tu padre! Y el muchacho se quitó el sombrero. Era igualito a mí y con algo de maldad en la mirada. Algo de eso tenía que haber sacado de su padre.
- También a él le dicen el Pichón -volvió a decir la mujer, aquella que ahora es mi mujer-.
Pero él no es ningún bandido ni ningún asesino. Él es gente buena. Yo agaché la cabeza.
Juan Rulfo, o la pena sin nombre - La Gaceta
el dispensador dice: se ilumina el mundo de las ideas y se elige a un alma con capacidad de recibir la gracia... podrá ser Rulfo, podrá ser otro,... se encenderá su don y el mismo se transformará en talento. Éste (talento) destellará por un fragmento de espacio-tiempo y en él, convergerán otras almas a despertarse a través de sus letras, de sus mensajes, de sus notas, de sus expresiones, de aquellos sentimientos transformados en oraciones que impactan en el espíritu ajeno y provocan "algo" que supera el sentido de empatía, estableciendo un puente, una sintonía que se extenderá hacia la eternidad. Entonces, sólo entonces, la gracia estará definitivamente cumplida... el iluminado se irá y su rastro ya será eterno. De esta vida no te llevas más que lo que siembras, afectos, valores, vínculos, gracias, dones y talentos... todo lo demás no tiene importancia. Para el espíritu rico en silencios, las penas son sólo paredes donde se han grabado graffitis propios de circunstancias... la pena debe quedar donde pertenece, a su momento y nunca ir más allá. Abril 03, 2011.-
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