el dispensador dice: regresé sobre mis pasos... los monjes no existían en esta dimensión de las tangibilidades densas, tampoco su santuario, mucho menos su paisaje, ni siquiera su aire, no había hielos eternos ni glaciares sin recuerdos, a medida que los pasos tomaban distancia, todo se iba diluyendo, no por distancia, simplemente se deshacía ante los ojos y nuevos sonidos se abrían en el espacio contiguo, dejando circular el viento helado, enseñando rocas limpias expuestas a un raro Sol que según sus expresiones, está allí, sólo para los que viven, para permitirles sostener su identidad apenas por un tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo, el necesario para cumplir con el destino y su legado, justificado en la apertura de la matriz establecida por el Bardo Thodol, justificado en el subsiguiente baño de madre contenedor de la revelación de los sueños, justificado en la gracia de nacer, justificado en el don de transcurrir, justificado en un regreso que más allá de lo escrito conjuga al alma con su espíritu enseñando la calidad del aura. No lloré. Tenía ganas de hacerlo porque sentía que había perdido "algo" que me había recordado el sentido de la paz, la comunión, el hilo de plata y el cordón umbilical desde y hacia lo eterno. Los monjes portaban en sus cinturas cintas de moebius de un azul violeta intenso y al alejarme, sentí como si se estuvieran derritiendo... fantasmal visión de atravesar una ventana de espacio tiempo, donde lo que queda atrás es nada más ni menos que el propio espíritu...
mientras se me quebraba el alma nacía la calma, había dejado atrás el mirar con el alma, para regresar a la simple y limitada mirada, a sabiendas que los ojos ven poco, apenas lo que palman, sin capacidad para descubrir los sentimientos ni tampoco las segundas intenciones, sin capacidad para hallar el sentido de las esencias, sin capacidad para separar las importancias de los superfluos. No quise regresar la mirada, me dolía la espalda del trajinar descendente, no hay alma doliente que no halle su pena en la estepa. No hay pena caliente que no se enfríe entre piedras. Me retumbaba aquellas palabras nunca pronunciadas que te enseñan a revelar tus entrañas al Dios que te cobija, pidiéndote una simple oración a cambio de sostenerte el corazón, haciéndote soportable el día, llevadera la huella, buscadora de estrellas para un mañana que no se sabe, que no llega, que anuncia que aquello que te fue concedido aún brilla. Caminé envuelto entre lágrimas secas. Consonando con un viejo sueño de vidas perdidas, de otras pasadas, de algunas nunca olvidadas, de otras lloradas y hasta padecidas, había visto mi propia vida traducirse en palabra sentida. Ellos supieron decirme que somos parte del Verbo y que pronunciamos su legado, sea en dones o en talentos, todos venimos y nos vamos sin cobijar un pasado, apenas podemos ser recuerdo de aquellos con que nos hemos cruzado. Entendí bien su mensaje, no importa morir un poco, mejor es pasar por loco que por cuerdo miserable, y así me re-interné en la vida a sabiendas que aquello que perdería, nunca debía ser reclamado, lo que dejamos atrás es aquello que nos ha sido negado, por eso con el alma y sin pasado, regresé al mundo humano apenas mirándome las manos, prefiero andar sin mi cuerpo que compartirlo con algunos humanos que te hablan de amor escupiéndote la inteligencia, describiendo la querencia como un derecho comprado...
descendiendo por empinadas laderas entendí que aquel oráculo no era destino para cualquiera, que no era más que nadie, tampoco menos que el desprecio que se expresa a través de las envidias. Mientras ciertas piedras se acomodaban para resguardar mis pasos bajando, no quería regresar la mirada porque los monjes se habían evaporado, el stupa se había esfumado y la ventana se había cerrado devolviendo nuestras almas a sus respectivos legados. En el Himalaya no hay caminos, las gentes así lo comprenden, si no te llevan tus pies no comprendes el sentido de la huella, cuando no te acompaña la sombra tampoco encuentras tu estrella. Así es que andando y andando, lentamente fui bajando hasta encontrarme conmigo mismo, no por causa de lo sismos deben atajarse las piedras, allí por donde has pisado habrás sido sombra en tu cumbre. He amado ese tiempo, allí dejé parte de mi pasado a buen resguardo, sin ser pensado, aquello que no se ha escrito nunca habrá de ser leído, sin embargo sus ecos serán revelados cuando alguién se encuentre que aquello que ha sido pensado, en el viento estará grabado. En los Himalaya todo suena diferente, lo que no ves con tus ojos puedes alcanzarlo con la mente...
al llegar al poblado me hallé sin mi pasado. Un eco me asaltaba indicando que ahora es tiempo del espíritu, que lo denso atrás ha quedado, porque el SOL ha cambiado su esencia de estirpes hacia lo humano, todo lo que se ha sembrado en la eternidad habrá quedado, ahora es tiempo de almas y linos blancos, de mantos y balanzas, donde la palabra ha condicionado la circunstancia, la pluma del quetzal será la que habrá iluminado el mañana necesario. Lejos de Teotihuacán, bajo la luz de los Stupas, el Bardo te ha sido revelado, aquello que no has atendido más tarde te será reclamado. Siempre hay señales de eternidad que descubres que eres espíritu sin pasado... lo importante no es tener recuerdos, sino haberlos guardado junto con las semillas que has cultivado. Junio 21, 2011.-
"... ando por la vida sin nada, apenas ando con lo puesto, aún semejando estar vivo ando por la vida como muerto... así he descubierto que la Virgen Madre tiene su Stupa, no importa quién las ocupa sino quien ha sido bendecido, el que ingresa sin necesidad de puertas sí sabe de esencia de huertas, lo que no produce ecos ni retumba se irá sin dejar tumbas".
La industria militar, ajena a su impacto ambiental Las guerras son
devastadoras. El primer desastre es la pérdida de vidas humanas que
conllevan. Además de ese horrible impacto, los misiles, las bombas y el
armamento en general afectan directamente a las infraestructuras y los
lugares de conflicto.
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Hace 57 minutos
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