1000 VOCES PARA UN POEMA
En el Sahara, desde hace mucho tiempo, hay grandes poetas que lanzan al mundo un par de versos con la intención de que otro gran poeta los continúe. Hasta que no aparece alguien a la altura de la calidad de los primeros versos, el poema queda incompleto. Y así, poco a poco, se va construyendo un poema con muchas voces. De manera paradójica, comenzamos con una Despedida, el título del poema que inaugura la sección de la mano del poeta Larosi Haidar. Dice así…
Cuán dulce es amar
y sentirse a la vez amado
pero amargo es el dejar
a quien tanto se ha esperado.
¡Poetas! os animamos a participar y así completar, esperamos, un gran poema coral.
Cuán dulce es amar
y sentirse a la vez amado
pero amargo es el dejar
a quien tanto se ha esperado.
¡Poetas! os animamos a participar y así completar, esperamos, un gran poema coral.
Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb
SOBRE LOS AUTORES
De diluvios y marchas
Tras el diluvio, esa marabunta líquida inyectada de homúnculos esclavizados al servicio de su amiguete rey y verdugo, el silencio mezquino de los poderosos tomó las riendas y se dispuso a hacer el trabajo sucio. Sonó el abrumador silencio y las gallináceas, defecando su propia miseria, se volvieron reptantes de la última hornada. El depredador inasible e infiltrado se presentó y lo ahogó todo, asfixió la humilde existencia de las criaturas del desierto, barrenó su fatigada nave de las esperanzas con afilados utensilios y traidores quebrados y no quebrados, de esos que nunca supieron de caballetes de tortura y que, sin embargo, en menos de un santiamén se metamorfoseaban en asnos sarnosos de Troya, gusanos de aguas empantanadas. Abyectos vientos del norte soplaron iracundos y vomitaron su rojez sanguinolenta sobre los indefensos vecinos del sur. Huyeron, lucharon y resistieron como nadie lo había hecho, mas continuó lloviendo y siguieron siendo pisoteados como harapientos indignos de ser visibilizados. Continuó, desvergonzado y canallesco, el silencio ecuménico del resto de la humanidad deshumanizada. Cayeron las lluvias destruyendo humildes hogares de barro y esperanza, marcharon las hordas pisoteando cadáveres y sueños saharauis. Y siguió lloviendo lágrimas y dolor sobre el infeliz desierto. Del cielo, caían gotas infames disolventes de hogares e ilusiones perdidas, se precipitaban fosforescentes bombas de racimo y fósforo blanco que todo lo ennegrecían. El agua ruidosa se lo llevó todo con su diluvio imparable. La marcha ensordecedora de las hordas quemó el universo beduino, paralizó la vida con su abominable curare y sus mugrientas botas chapotearon en sangre inocente. En la acera de enfrente, nadie vio nada merecedor de alarma, pues apenas se trataba de un sirimiri que, con un paraguas, fácilmente se solucionaba. Nadie oyó nada. La agonía de las víctimas, el rugido de los cañones, no eran más que lejanas sensaciones sonoras, imperceptibles acúfenos que cosquillean en el interior del oído.
El mundo de las avutardas de cagalera pronta es un mundo sordo y ciego. Y lo fue desde la desafortunada Operación Gallina de finales de 1975, cuando se malvendió y abandonó cobardemente lo que se suponía parte integrante de la piel de toro. En ese preciso instante, empezó el destructor diluvio y empezó la funesta marcha fúnebre, hasta hoy, cuatro décadas después. Mas al séptimo día, y afortunadamente, salió el sol y auténticos brotes verdes aparecieron victoriosos para vestir al desierto con su noble capa de fertilidad y justicia; el ave fénix renació de las cenizas del olvido y la injusticia, y levantó su vuelo inquebrantable hacia los queridos horizontes de su tierra natal; los niños, futuros valedores del indomable espíritu beduino, desecharon la triste endecha de ayer y cantaron alegres sones mientras saltaban y chapoteaban entre risas y gritos de júbilo en las polvorientas aguas del charco de la felicidad. Luego, inevitablemente, alguien dirá que nunca llueve a gusto de todos.
el dispensador dice:
y el Sahara está regresando a sus ríos,
y el Sahara está regresando a sus mares,
el planeta está cambiando,
y con él la naturaleza de los avatares...
es necesario invertir los polos,
para que otros sean los polares,
mover los suelos aparece prudente,
para que los océanos avancen...
se han alterado las fuentes,
y las geometrías son cambiantes,
otra humanidad viene llegando,
y el escenario debe acomodarse,
donde cabe lo solidario,
sólo hacen falta manos,
pero donde rige el cinismo,
aunque haya comida nadie es alimentado,
brotan odios por todos lados,
porque las soberbias los han sembrado,
y quien se alimenta de ellos,
de a poco se va envenenando,
perdiendo esencia,
cediendo alma,
en soledades devorado...
por eso se debe invertir,
el curso de lo creado...
el agua debe regresar al Sahara,
y el paraíso a lo pensado.
DICIEMBRE 22, 2015.-
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