En los albores del siglo XIX, emerge una sociedad de clases que aúpa a la burguesía al poder y se lo niega a la nobleza. Irrumpen las máquinas y los inventos con la revolución industrial y el capitalismo se consolida. El racionalismo entra en crisis y surge un nuevo concepto de cultura y de pensamiento, más idealista, siguiendo los pasos de Hegel y dejando de lado las enseñanzas de Kant. En este ambiente socio-político surge el Romanticismo literario.
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Un pequeño rincón literario
Este blog atañe a los amantes de la literatura que, en algún momento de su vida, han sentido la pasión de escribir un libro y, al concluirlo, han descubierto que ningún editor se atreve a publicarlo. A ellos, y a todos los que aprecian el valor de la cultura, va dirigido este espacio, con la intención de exponer conflictos y proponer soluciones para resolverlos.
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Categoría (El libro y la lectura, El mundo del libro, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 29-05-2016
Tags : cuento-romantico-español, escenas-truculentas, léxico-sonoro, novela-folletinesca-española, personajes-imaginarios, Romanticismo-idealismo-extremo
Estamos en Europa finales del XVIII y principios del XIX. Un sistema liberal defiende la soberanía popular y las libertades individuales de pensamiento y expresión. Aparece una sociedad de clases que aúpa a la burguesía al poder y se lo niega a la nobleza. Irrumpen las máquinas y los inventos con la revolución industrial y el capitalismo se consolida. El racionalismo entra en crisis y surge un nuevo concepto de cultura y de pensamiento, más idealista, siguiendo los pasos de Hegel y dejando de lado las enseñanzas de Kant.
En este ambiente socio-político surge el Romanticismo literario. Un movimiento cuya característica principal es el exceso. En todo. Más que una tendencia literaria o artística, el Romanticismo fue un concepto de vida distinto. Se buscaba el idealismo extremo, exagerado, que en muchas ocasiones sufría un violento choque con la realidad miserable y materialista del momento. Esto causaba una gran decepción interna que llevaba a los escritores, con frecuencia, a acabar con su propia vida. De hecho, la mayoría de los románticos murieron jóvenes. Buscaban, en su forma de expresarse, un lenguaje que sorprendiera al lector. De ahí la utilización de un léxico sonoro, una rica adjetivación, abuso de exclamaciones interrogaciones e hipérboles. Es decir, todo aquello que sirviera para enfatizar las emociones.
Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino. Fueron hombres sensibles, poseedores de un ardiente y apasionado corazón que vibró con el amor. Guiados por esta forma de ser, se sintieron impulsados hacia las más nobles causas humanas, por ejemplo la libertad, la justicia, la independencia y también el patriotismo.
Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la vida escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
(Don Juan Tenorio, José Zorrilla)
la razón atropellé,
la vida escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
(Don Juan Tenorio, José Zorrilla)
España vive uno de los pasados más agitados de su historia. Se abre el siglo con la guerra de la Independencia y se termina con el desastre de 1898. Las tensiones políticas son enormes y en este ambiente de crispación entra el Romanticismo en 1835 por Andalucía y Cataluña.
Los géneros literarios que más se cultivaron fueron el lírico, el dramático, la novela sentimental e histórica, los relatos de viajes y las leyendas. Pero el que predominó fue, sin duda, el género lírico. Sin embargo hoy nos vamos a centrar en el género narrativo, en la novela. Encontraremos diferentes tipos: histórica, gótica o de terror, sentimental y folletinesca.
A mediados del siglo XIX la novela histórica era el género literario de moda. Hubo muchos autores que siguieron los pasos de Víctor Hugo, Alejandro Dumas y sobre todo Walter Scott. Estos autores sentaron las bases, pero el género evolucionó y tendió a dar importancia a la ambientación. También, y siguiendo el modelo de Walter Scott, las narraciones comenzaron a estar protagonizadas por personajes imaginarios muy bien acompañados por otros secundarios que surgían de los documentos históricos a los que los escritores tenían acceso.
En un primer grupo podemos reunir a cuatro autores, claros ejemplos de novela histórica al estilo de Scott: Rafael de Húmara y Salamanca, Telesforo de Trueba y Cossío, Ramón López Soler y Estanislao de Kotska Vayo y Lamarca
En un siguiente grupo encontramos a Mariano José de Larra con El doncel don Enrique el Doliente (1834), muy conocido también por sus artículos periodísticos de claro carácter costumbrista, Juan Cortada y Sala y Enrique Gil y Carrasco con El señor de Bembibre (1844), una de las obras más apreciadas por la crítica, aunque sin llegar a la calidad literaria de los maestros del género que abundaron en Europa.
No queremos esa literatura reducida a las galas del decir,
al son de la rima, a entonar sonetos y odas de circunstancias,
que conceden todo a la expresión y nada a las ideas,
sino una literatura hija de la experiencia.
(Mariano José de Larra)
al son de la rima, a entonar sonetos y odas de circunstancias,
que conceden todo a la expresión y nada a las ideas,
sino una literatura hija de la experiencia.
(Mariano José de Larra)
En este otro grupo de autores, la lejanía de la influencia de Walter Scott es patente. La crítica destaca su derroche de erudición y las cuidadosas descripciones, producto de un gran trabajo de documentación: Manuel Fernández y González, Francisco Navarro Villoslada y Antonio Ribot y Fontseré.
En cuanto a otras formas narrativas y dentro de la novela gótica o de terror encontramos a Smollett y Horace Walpole, autores muy imitados en toda Europa. Proponían unas historias llenas de escenas truculentas y descripciones minuciosas que llenaban la retina del lector con detalles macabros y sanguinolentos. Las tramas se desarrollaban en castillos, cementerios e iglesias en ruinas donde los fantasmas pululaban a su antojo. La producción hispana de este tipo de novelas ―marcadas por lo irracional, sobrenatural y misterioso― fue escasa.
En cuanto a la novela sentimental destacamos a Francisco Brotons, Vicenta Maturana Rodríguez, Segunda Martínez de Robles y José López Escobar. En general hay que decir que este tipo de novelas iba dirigido, generalmente, a un público femenino y se movía en terrenos muy cercanos al de la novela moral.
Dentro de la novela folletinesca, tenemos a Wenceslao Ayguals de Izco, Gregorio Romero Larrañaga, Manuel Fernández y González y Enrique Pérez Escrich. Esta se dirigía a un público muy amplio. Sus obras estaban construidas a partir de un argumento cargado de intriga y tramas que empleaban numerosos recursos melodramáticos.
Por último no vamos a olvidarnos del género del cuento, muy conectado con los cuadros de costumbres y con la literatura popular. En España se dio un florecimiento del cuento genuinamente romántico entre 1825 y 1845. José de Espronceda, Juan Eugenio Hartzenbuch, Nicolás Castor de Caunedo y Miguel de los Santos Álvarez son los autores que destacan. Estos cuentos, publicados por lo general en revistas, solían tener tres variantes: el relato fantástico y maravilloso, el histórico y el de costumbres. A la primera de ellas pertenece La pata de palo (1835) de Espronceda, uno de los más reseñables.
En conclusión, el Romanticismo español fue un movimiento literario donde, por primera vez, se reflejan los problemas y contradicciones básicas de la sociedad contemporánea. Además, la función social del artista y la imagen que tiene de sí mismo comienza a cambiar dependiendo del favor del público.
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