Pistas sobre el origen de los apellidos en China
En los nombres propios chinos se coloca antes el apellido y después el nombre. Por costumbre, los nombres se han formado al heredar el apellido del padre. En la antigua China las mujeres adoptaban el apellido del marido. Por ejemplo, si una mujer con el apellido Zhang (张) se casaba con un hombre que tenía el apellido Wang (王), su nombre pasaba a ser Wang Zhangshi (王张氏). Aquí, “shi” (氏) indica que el apellido original de la mujer era Zhang. En la China moderna, sin embargo, las mujeres conservan su propio apellido en vez de adoptar el del marido.
En algunas familias, parte del nombre de pila de sus miembros vendrá previamente determinada, incluso antes de que las generaciones futuras hayan nacido. Así, en los nombres de pila compuestos por dos caracteres, uno de ellos es fijo, y fue elegido por un ancestro de gran prestigio que redactó una lista con decenas de caracteres. Estos tienen un orden determinado y así se puede saber con facilidad de qué generación viene un miembro de la familia, ya que van cambiando a través del tiempo. Por ejemplo, los nombres de la 75ª generación de descendientes de Kong Zi (孔子, Confucio) todos incluyen el carácter Xiang (祥), y los de la 76ª generación incluyen el carácter Ling (令). Este es el caso del exjugador de ping-pong llamado Kong Linghui (孔令辉).
El apellido es un importante componente cultural de la familia china e influye en todos sus miembros. Cuando dos personas se conocen por primera vez, si poseen el mismo apellido, tanto si tienen lazos de sangre como si no, son muy cordiales entre sí y bromean con la expresión “hace 500 años fuimos familia”. Incluso llegan a indagar en sus orígenes a partir de los nombres de pila que contienen caracteres heredados de generación en generación. Si el orden de estos se corresponde, se puede averiguar la posición en la familia. Gracias a los caracteres fijos, la gente puede encontrar a sus parientes lejanos. Hay familias que celebran anualmente reuniones para honrar a sus ancestros.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 40. Volumen I. Enero de 2017.
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