Hai Rui: el espíritu de la escuela confuciana
Hai Rui (1514-1587) fue un funcionario de de la dinastía Ming ejemplo de integridad y de honestidad en su trabajo. Las enseñanzas de Confucio y Mencio inspiraron su vida. Sobre la estela funeraria que marca la tumba de Hai Rui en Hainan reza la siguiente frase: “El más honesto de todos”.
La provincia de Hainan se encuentra en el extremo sur de China y, en la antigüedad, la mayoría de las dinastías la consideraban tierra salvaje e incivilizada, lugar de exilio y destierro. En China continental existen lugares “grandiosos, en los que los edificios forman una densa niebla” y “sus muchos talentos brillan como estrellas”. Comparado a ellos, Hainan “brilla como una provincia única, alumbrada por una luz humilde y solitaria”. Sin embargo, en esta tierra lejana y solitaria surgió una figura conocida por todos: Hai Rui (海瑞).
Leer los textos sagrados con las manos limpias
Hai Rui es también conocido como Ruxian (汝贤), su nombre de cortesía; Gangfeng (刚峰), su pseudónimo literario; y Zhongjie (忠介), su nombre póstumo. Nació en 1514 en la citada Hainan y, a lo largo de su vida, se sucedieron los reinados de los emperadores Zhengde (正德), Jiajing (嘉靖), Longqing (隆庆) y Wanli (万历), por lo que se puede afirmar que fue testigo de todo tipo de sucesos. Nacido en el seno de una familia humilde pero honesta, conoció desde su infancia las dificultades y sinsabores de aquellos que representaban las capas más bajas de la sociedad. A pesar de la pobreza de su familia, Hai Rui se aplicó muy pronto en la lectura de los clásicos confucianos. La influencia que las enseñanzas de Confucio y Mencio, así como los textos sagrados ejercieron sobre él durante toda su existencia es, ciertamente, inestimable. Para crear sus propios preceptos, que mantendría grabados en su corazón hasta su muerte, fundamentó su pensamiento en una completa exégesis de la doctrina confuciana. Cada una de sus palabras y acciones, sin excepción, transmitieron su inquebrantable fe en las enseñanzas del maestro Kong, así como en los principios en que se asientan.
Hai Rui concibió a una edad temprana su ideal de convertirse, en el futuro, en un oficial honesto y magnánimo. Por ello, se otorgó a sí mismo el nombre de “Gangfeng” (刚峰), que recoge la idea de que, para conducirse de manera íntegra, es preciso mostrarse firme y recto, y encierra el significado de “espíritu indomable.” Tras convertirse en oficial creó un huerto en las dependencias gubernamentales para ayudar en los gastos de su familia.
En la antigua China, se conocía a los oficiales como “carnívoros,” mientras que las gentes comunes recibían el nombre de “vegetarianos,” dado que únicamente los primeros podían permitirse el lujo de comprar carne. Sin embargo, una vez, con el fin de agasajar a su anciana madre en su cumpleaños, Hai Rui compró un kilo de carne. Este gesto, por lo inusual, causó un gran revuelo entre los círculos de oficiales de Zhejiang.
Su íntegro proceder representó un soplo de aire fresco para el pueblo, en contraste con el ambiente de flagrante corrupción que imperaba en los círculos de oficiales de la dinastía Ming (明, 1368-1644). Confucio dijo una vez: “Un gobierno tiránico supera en fiereza al tigre” (苛政猛于虎也). Por esta razón, Hai Rui fue un hombre de sólidos principios, verdaderamente basados en su inquebrantable lealtad a los preceptos confucianos, que siguió con absoluta obediencia.
Tras su fallecimiento, no se presentó familiar alguno que se hiciese cargo de sus restos para darles sepultura en su tierra natal. Wang Yongji (王用汲), también oficial y coetáneo suyo, acudió a su morada con el fin de llevar a cabo los preparativos del funeral. La pobreza de su vivienda y lo miserable de la escena que se presentaba ante él hicieron aflorar silenciosas lágrimas de sus ojos.
La noticia de la muerte de Hai Rui se propagó con rapidez y originó una huelga de mercaderes en Nanjing. Cuando el ataúd con sus restos mortales se dirigía en barco a Hainan, su tierra natal, las orillas del río Yangtsé se llenaron de personas ataviadas y tocadas de blanco, formando una fila de cien kilómetros repleta de afligidos que le rendían tributo y plañideras que vertían lágrimas en su memoria. La corte imperial, por su parte, le otorgó el nombre póstumo de Zhongjie.
Inteligencia y coraje en la corte imperial
Hai Rui, además de ser justo y honesto vivió una anécdota que pone de manifiesto sus muchas virtudes: rapidez de pensamiento, coraje, capacidad de resolución y carácter franco, bondades todas ellas unánimente reconocidas. Durante la dinastía Ming había a menudo oficiales centrales, con la misión de realizar visitas de inspección, que maltrataban al pueblo allá por donde fuesen. En cierta ocasión, el hijo del gobernador general Hu Zongxian (胡宗宪) llegó a una determinada población y, descontento con la atención deficiente de una posada, ordenó colgar y azotar a su dueño. Al presenciar las gentes dicha escena, no hubo quien, temeroso por su vida, no buscase escondite.
Al llegar los hechos a oídos de Hai Rui se sintió invadido por la ira e incapaz de soportarlo. Tomó la montura de su subordinado y, con ligereza y rapidez, ató al hijo de aquel gobernador, siguiendo las normas del “ojo por ojo y diente por diente”. Extrajo, además de sus enseres de viaje, la suma de ocho mil doscientas monedas. El hijo del gobernador, indignado, gritó: “Estáis ciegos, perros; sabed que mi venerable padre es Hu Zongxian, gobernador general”. Hai Rui, con gran inspiración e ironía, le replicó inmediatamente: “¿Quién bajo el cielo ignora la honradez y honestidad del gran señor Hu? Tú tienes la osadía de pretender ser su hijo y con ello calumnias a los oficiales de la corte imperial. ¡Mereces ser azotado!”. Con esas palabras, ordenó que se le propinasen diez azotes.
Posteriormente, Hai Rui escribió a Hu Zongxian, informándole de la presencia de un impostor que se hacía pasar por su vástago, cometiendo todo tipo de desmanes en público y usurpando una identidad ajena, para conducirse de manera fraudulenta. Añadió que ya había sido descubierto y él, Hai Rui, pedía al gran señor que estuviese tranquilo. Fue grande la ira de Hu Zongxian al leer esta carta pero, al mismo tiempo, no pudo hacer más que dejar constancia escrita de este incidente.
Desafiar a la muerte con la palabra y la crítica directa
El reinado del emperador Jiajing (嘉靖) duró cuarenta y cinco años, de los que más de treinta transcurrieron sin que concediese audiencia, ocupado como estaba todo el día en artes sobrenaturales en el ámbito de la medicina, la adivinación, etc. Este emperador creó un horno con el que intentó fabricar las píldoras de la inmortalidad descritas en la práctica taoísta.
Movido por el deseo de poder intentó, utilizando el plumaje de una grulla, hacerse inmortal. La corte de Jiajing la integraban oficiales serviles, siempre pendientes de su capricho, y expertos en el arte de la adulación. Al ser testigo del caos en la corte imperial, la pobreza que asolaba en todo el imperio y la situación del pueblo, difícil de expresar con palabras, Hai Rui tomó papel y tinta y remitió un escrito al emperador. Una de las frases denunciaba que: “En el emperador Jiajing se halla la explicación de la miseria de los hogares”. Al leerlo Jiajing montó en cólera e, irritado, hizo llamar a los “Chaquetas Bordadas” (锦衣卫, Jǐnyīwèi), la guardia secreta y política de los emperadores de la dinastía Ming, a los que ordenó el arresto y eliminación de Hai Rui, pues solo con su muerte quedaría zanjado el odio que sentía por el oficial. En ese momento, sin embargo, uno de sus leales eunucos intervino para, en un aparte, revelar al emperador un hecho: al escribir aquellas palabras, Hai Rui era consciente en todo momento de que sus acciones atraerían consecuencias fatales para su persona.
Así, con el corazón resuelto a aceptar su próxima muerte, Hai Rui ya había adquirido con antelación el ataúd que habría de contener sus propios restos, despedido a sus familiares, y pasaba los días sentado junto a su féretro, esperando. En tales circunstancias, darle muerte no supondría sino ayudarle a conseguir la victoria última en este asunto. El emperador reflexionó con frialdad por un momento y encontró que los a argumentos de Hai Rui no les faltaba razón, al pronunciar él mismo estas palabras: “Hai Rui es Bi Gan (比干; figura célebre de la dinastía Shang), mas yo no soy un tirano como lo fuesen Jie y Zhou”. Al año siguiente, Jiajing dejó este mundo y, con su fallecimiento, llegó también el perdón para Hai Rui. El escrito que envió al emperador era de considerable extensión, y en él, sin las limitaciones impuestas por el espacio o la prudencia, criticaba los males de su tiempo, lo que le ha granjeado el reconocimiento como el mejor documento de sus características en todo el país.
“Aquel a quien la riqueza y los honores no pueden corromper; aquel al que la pobreza y la oscuridad no pueden desviar de su camino; aquel que no cede ante las amenazas ni la misma violencia; es a ese al que yo llamo un gran hombre”. Esta es la definición que ofrece Mencio, considerado el “Segundo Sabio” en los estudios confucianos. Durante toda su vida, Hai Rui recorrió el camino de la honestidad, el lugar que le correspondió siempre bajo el cielo. En los momentos de éxito, compartía su fortuna con el pueblo llano y actuaba de manera independiente siempre que el triunfo le rehuía. Sin embargo, Hai Rui se apoyó constantemente en los valores confucianos de la integridad personal y el comportamiento intachable propio del hombre de virtud que se define en los textos de Confucio. Mediante la introspección se convirtió en un gran hombre que merece nuestra más profunda consideración. En la actualidad, sobre la estela funeraria que marca la tumba de Hai Rui en Hainan reza la siguiente frase: “El más honesto de todos”.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 33. Volumen VI. Noviembre de 2015.
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