sábado, 2 de mayo de 2009

El OTRO LADO primera parte - HORA SÉPTIMA / sexta homilía


EL OTRO LADO primera parte
HORA SEPTIMA
SEXTA HOMILÍA
COPYRIGHT by CERASALE©

Adelante el camino se vuelve polvoriento.
Paisaje de cardones, espinos distintos, rocas chicas, rocas grandes, peñascos, todo en un desorden armónico.
Sobre la derecha y luego de una cerrada curva, se abre una doble hilera de álamos jóvenes por cuyo centro corre un canal de agua cuyos torrentes despiden una frescura singular. Salpican los pies. A su alrededor la vida retoza.
La procesión continúa su camino ascendente en dirección a un nuevo objetivo que la esfera descubrirá en el momento oportuno.
Se siente la presencia de los ángeles. No se los ve. Pero no hace falta. Están allí, guiando la jornada.
Cruzamos una y otra vez, cursos de agua destinados a mantener los viñedos. Por aquí. Por allá. Cada uno de ellos en medio de un paisaje que es el mismo pero también es diferente cada vez. Distintas rocas. Distinto suelo. Diferente perfume.
A la distancia, sin detenerse nunca, parecen estar en el aire los acordes de algo que parece Bach.
Luego el camino se convierte en dos, y en tres.
Es necesario elegir uno de ellos.
El consenso místico nos lleva a todos por el mismo sendero.
El más agreste.
El más difícil.
El más intrincado.
Ahora todo es piedra, rodeadas por una vegetación singular.
El ascenso es lento. Requiere esfuerzo. Requiere mirar cada paso, asegurar el pié, mantener la mirada en el camino.
Más cardones.
Más espinos.
Todo está en un desorden concertado. La naturaleza nos muestra esa extraña armonía, gracia divina, que hace pequeñas a las almas ante tanta obra gloriosa
donde todo está donde debe estarlo, en el justo lugar, para ser admirado y observado en el instante preciso.
Se siente que la presencia del espíritu universal que nutre la existencia de las cosas otorga un sentido a cada una de ellas a efectos que las almas sensibles reciban ese particular don de poderlas admirar en el instante en que esa conexión entre ser y naturaleza se torna sublime, irrepetible.
Se puede percibir en el aire la sensación que todo es perfecto.
El grupo elegido.
La comunión de esas almas, quizás diferentes, en su origen y en su destino, pero a este tiempo que la gracia transformó en algo a ser compartido, es armónica. Se halla en el equilibrio perfecto.
Esta es una ley universal de la química de los seres en tránsito por la experiencia que nunca volverá a repetirse. Justamente eso es lo que la hace perfecta.
La senda se mantiene en silencio.
Cada vez más alto.
Cada vez más escarpado.
Se siente a lo lejos, por algún lado, una fuerte caída de agua.
Todo se vuelve masas de piedra. Inmensas, que parecieran provenir de algún antiguo holocausto donde todo se derritió dejando estos mudos testigos para que más tarde, en otro tiempo, otras almas se persignen ante todo el poder de la gracia divina que nos da el aliento para transcurrir la vida desde la visión limitada que tiene un ser encarnado.
Así, cardón y piedra.
Aves que trinan pero a las que no se las ve.
Una hondonada profunda.
Un ascenso más dificultoso.
No debemos voltear la mirada.
Sólo hay adelante.
Aparece un inmenso arco de piedra que nace de dos grandes masas rocosas a cada uno de sus costados. Parece un arco que nace de piedra fundida.
Estamos rodeados de montañas.
Altas. Inmensas.
Bajo un cielo eléctrico, azul, imposible de describir con palabras.
No se ven nubes. No las hay. No debe haberlas.
Algún designio divino evita que las haya.
Sobre la izquierda, cientos de metros más abajo, corre un río de agua dulce.
Sobre la derecha, cientos de metros más arriba, se deja escuchar un torrente violento de aguas que buscan caer.
Otra vez las viñas.
Aparecen nogales. Se ven olivos, membrillos, higueras, cítricos, castaños, todos nacidos bajo un orden. Todos distribuidos según un orden.
Todos en diferentes niveles.
Recuerdan la presencia del Inca - calchaquí. Su obra, en silencio, permanece allí para ser admirada.
Estamos en tierra Santa.
Sobre la izquierda, mucho más arriba, en la ladera del cerro contiguo, se deja ver una especie de ermita de piedra blanca.
Parece estar allí, al alcance de la mano.
Si la voluntad lo permitiese uno podría estar allí sin esfuerzo físico.
Pero dentro de la esfera estamos en el reino de la Tierra.
Hemos sido invitados a trascender los espacios. Dejar por un lapso desconocido el gran concierto celestial de las almas en otro mundo, para permanecer en la Tierra.
Para tener una vivencia. Para recibir un mensaje.
El sendero se hace cada vez más estrecho.
Desciende hacia el río por una especie de desfiladero.
Topa contra un murallón de piedra y arena donde una imagen milenaria nos indica que debemos girar a la izquierda y descender hasta el río.
Ahora todo es arena.
No parece una arena común. Es muy fina. Casi blanca. Parece haber sido puesta allí con la mano. Es el preludio al río.
Es indispensable cruzar el río. Sentir la sensación del agua entre los dedos de los pies.
Las entidades flotan sobre las aguas.
Tengo mis pies en el agua, pero ésta no los moja, apenas los acaricia. Los está lavando para lo que sigue.
Tengo el impulso de agacharme, poner agua entre mis manos y soltarla sobre mi cabeza. Es un autobautizo.
Nuevamente arena blanca, fina.
Quema las plantas. Pero es necesario seguir.
Ascendemos otra vez.
Esta vez es muy empinado. Nuevamente viñas.
Aromas del paraíso en la Tierra.
Un sendero para un pié. Subir y subir.
Ya no hay adelante. Ya no hay atrás.
Estamos bajo una campana de luz.
Esta vez no hay trompetas.
Un ángel flota sobre la ermita que es muy pequeña.
El ángel dice:
"...Habéis venido a escuchar un pensamiento cimentado en este lugar. Permaneceréis simplemente de pie. No se pronunciarán palabras porque no deben serlo. Sin embargo, la idea está en el aire. No en otro. Sólo en este. Sólo
para este momento. Para ningún otro momento. Sólo para este tiempo. Para ningún otro tiempo. Sólo para este espacio. Para ningún otro espacio. Bienaventurados los espíritus simples porque ellos recibirán la idea que aquí flota por la eternidad y la llevarán a los cuatro vientos, impresa en sus sentimientos, en el afecto, permanecerá en su sangre hasta la partida. Pero el mensaje se irá con cada uno de vosotros".
"...Cada uno de vosotros lo llevará completo. No será una parte sino un todo".
"...Ninguno lo pronunciará. Será escrito en un libro. En doce libros. Recibirá un
sello. Doce sellos lo mantendrán oculto hasta que sea el tiempo en que el mismo se esparcirá a los vientos y las almas se persignarán ante el y se maravillarán de la gracia divina, de su obra y de cómo perduran sus obras sin que nada ni nadie las pueda transformar, ni cambiar, ni recibir, ni borrar, sino hasta el momento preciso en que las mismas adquieran el valor real que se les dio cuando fueron hechas".
"...La obra contiene un mensaje y ese mensaje es parte de los doce ángulos del universo visible. Solo allí puede estar".
"...Permaneced de pie. Permaneced en silencio. El espíritu de la Divina Trinidad está con todos y cada uno de vosotros. Aquí se concertó el tiempo del segundo ciclo, quizás el del tercero, y posiblemente el del cuarto. Aquí yace la simiente. Este humilde monumento recuerda el momento y contiene a las voluntades convertidas en una idea que se transformó en tiempo y le dio vida a
un espacio que fue luz, para muchas almas, para algunas de ellas, para todas ellas".
"...Aquí se abre y se cierra la ventana de los afectos de las almas simples y humildes ante el poder de la divina gracia".
"...Lo que vosotros veréis no podrás recordarlo. Será un sueño que no podrás traer a la vigilia hasta que no sea el tiempo. Pero morará en vosotros. Fluirá en vuestra sangre. Se irradiará de sus auras. Será contenido en lo más puro de vuestros sentimientos. Trasuntará sus afectos".
"...Esta idea es pura como el agua que habéis transpuesto para llegar hasta aquí".
"...Ningún acto humano trasciende la obra divina".
"...El Sol transcurre sobre las almas sin que ellas dispongan de su luz, de su calor, de sus tiempos, de su calidad o de su condición".
"...La Luna ilumina en las noches sin que el ser humano haga algo por ello".
"...El aire fluye y se cuela en los pulmones respirantes sin que nadie tenga conciencia plena de ello".
"...El agua se vivifica en sí misma sin que ningún ser humano sea capaz de intervenir en ello".
"...La brisa es suave, se torna en viento o se transforma en tempestad, según la voluntad de Dios manifiesta en la naturaleza de la madre Tierra. Ningún alma encarnada está por sobre ello o es capaz de cambiar dicho curso".
"...La lluvia es nutritiva y acondiciona la vida sin que ninguna mente humana intervenga en ello".
"...Las vides son tales sin que el hombre intervenga".
"...Entonces la vida trasciende las capacidades humanas".
"...Entonces Dios trasciende las almas porque ellas de él devienen eternamente en un ciclo cuyo ritmo está oculto al conocimiento humano".
Nos vamos con el mensaje impreso en nuestras almas.
Llevamos con nosotros un papiro con forma de estrella de David donde el mensaje está impreso en la fibra. Nada ha sido escrito. Simplemente está grabado en la esencia de la pulpa.
Nuestras almas son los papiros. Nuestros afectos la pulpa.
Así es y así debe ser.
Hay camino más adelante. Pero no es posible caminarlo.
No se debe trasponerlo.
Es el fin de este camino.
Así como así estamos fuera de la esfera.
Hemos regresado al recinto del gran capullo de luz.
En dicha esfera, la de la sabiduría no hay adelante. Tampoco atrás. Es un eterno transcurrir donde cada cosa es en el momento en que debe serlo. Nunca antes. Nunca después.
La sabiduría es el ciclo de una espiral eterna que no tiene principio ni fin. Está más allá de las almas, las que se impregnan de ello cada vez que un tiempo les es concedido.
La sabiduría es el producto del transcurrir de todas las almas, en todos los tiempos, en todos los espacios, que va siendo preservada para el eterno camino de modo que los sensibles puedan acceder a toda ella, a partes de ella, a algo de ella, siempre que la voluntad original se fundamente en el conceder una gracia a un tercero, a otra alma, y dicha voluntad tenga como origen un deseo sincero que se corporice en algo cuyo resultado será verdaderamente mejor, más puro, más perfecto, más fino, más delicado, más suave.
La sabiduría permite ver más allá de cualquier horizonte.
Cuando hay segundas intenciones, cuando las miserias personales limitan las capacidades del alma, solo se adquieren conocimientos, para un pequeño lapso.
La inteligencia, la ocasional, la concedida, no permite acceder a la sabiduría.
La sabiduría se corporiza en la comunión de las almas en su eterno pasar.
El conocimiento es individual o grupal, nunca universal.
La inteligencia es temporal, regresa y se convierte en polvo, en el aquí o en el allá.
El que tenga oídos que oiga.
Las trompetas han vuelto a dejarse escuchar.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 - R.N.P.I.
Dirección Nacional del Derecho de Autor
Formulario Nº 72.880
Expediente Nº 290.662 / 17-11-2003
Formulario Nº 91.154
Expediente Nº 368.306 / 30-11-2004
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fotografías gentileza NASA.

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