lunes, 1 de febrero de 2010

flores silvestres


Evangelio: Marcos 5,1-20
"Espíritu inmundo, sal de este hombre"


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: "¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes." Porque Jesús le estaba diciendo: "Espíritu inmundo, sal de este hombre." Jesús le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Él respondió: "Me llamo Legión, porque somos muchos." Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: "Déjanos ir y meternos en los cerdos." Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.

Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia." El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

el dispensador dice:
flor de campo, yuyo amargo,
enseñas tus colores entre fragancias extrañas,
mostrándote ante el Sol, como silencioso estandarte,
puedes estar ahí, sin ser apreciada,
pero tu existencia revela
cuánto se pierde el hombre por no escucharte...

meciéndote al viento,
acariciada por la lluvia,
desparramas efluvios de aquellas extrañas fragancias,
cubriendo las distancias en pos de ilusiones lejanas,
alcanzando los olfatos de elegidos que deben sentir tu esperanza...

siendo parte de la memoria,
nutriendo nuevas fibras,
te aseguras ser esencia y nido,
en estas almas perdidas,
que al recibir tu mensaje,
abren los ojos para percibirte en tu paisaje...
el dispensador: flores silvestres, yuyos de campo, fragancias nutrientes... Febrero 01, 2010.-
DEDICADO A: Tomás.

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