Màrius Mollà: «Se habla mucho de fracaso escolar pero no reparamos en el fracaso vital»
Día 26/02/2015 - 12.10h
El escritor liquida definitivamente el
seudónimo de Andrés Vidal y pubica con su
propio nombre «El maestro», una historia de
ideales y vocaciones protagonizada por un
profesor de La Escuela Moderna
«Un maestro tiene que ser vocacional, sí, pero sobre todo tiene que ser bueno», señala Màrius Mollà, autor antes conocido como Andrés Vidal que, tras despachar más de 100.000 ejemplares de sus tres primeras novelas históricas, se quita la careta y firma en primera persona una historia de ideales, vocaciones y, claro, maestros. Profesores que, como Emili Boix, protagonista de «El maestro»(Ediciones B), quieren borrar sus huellas y comenzar de nuevo en un «mas» del Montseny pero acaban rindiéndose a su vocación. Una vocación que, en este caso, le sirve a Mollà para tirar del hilo de La Escuela Moderna y trasladar a un discípulo de Francesc Ferrer i Guàrdiaa un entorno más agreste.
Así, además de explicar el nacimiento y fundación de La Escuela Moderna y el trágico final de su fundador, Mollà se sitúa en 1914 para narrar «un cambio revolucionario, una vuelta a los orígenes» protagonizada por Emili Boix. He aquí, pues, un profesor que deberá aparcar sus conocimientos para trabajar en el bosque, curtirse como leñador y, finalmente, recuperar sus viejos ideales para acabar enseñando a los hijos de los carboneros, los pastores y demás habitantes de ese «pequeño microcosmos con su propia organización económica y social» que es el «mas» Confins.
Una inmersión radical en la naturaleza que, ya desde las primeras páginas, Mollà emparenta con el que «Walden» de Thoreau y el«Jakob von Gunten» de Robert Walser y con el que quiere dejar constancia de un momento de revolución y cambio que, aún hoy, sigue siendo necesario. «Para un cambio importante no basta con una generación, haría falta un gran pacto de estabilidad para trabajar algo nuevo», sostiene el escritor. Con todo, y pese a reconocer el papel«rompedor aunque también algo dogmático» de Ferrer i Guàrdia, Mollà asegura que «El maestro» no es una novela sobre el padre de la Escuela Moderna. O, por lo menos, no es solo eso.
De hecho, después de publicar «El sueño de la ciudad» y «El mar de los hombres libres», el autor barcelonés se emplea a fondo para reivindicar un tipo de educación que poco o nada tiene que ver con la actual.«Estamos en tiempos líquidos y, sin embargo, aún cargamos con la enseñanza sólida de la revolución industrial», señala Mollà, para quien uno de los grandes fallos de la educación contemporánea está en que «se habla mucho del fracaso escolar sin reparar en el fracaso vital».
A vueltas con los cambios radicales, «El maestro» no solo da cuenta de ellos, sino que los lleva impresos en su propia portada. Es ahí donde luce por primera vez el nombre de este ingeniero admirador de Ken Follet, Mario Puzzo, Michael Crichton y Philippe Claudel que se dio a conocer con «La herencia de la tierra». Adiós, pues, a un seudónimo que, asegura, ahora estorba más que otra cosa. «El seudónimo tenía que ver con el respeto que me producía entrar en este mundo, pero ahora creo que ya toca poder hablar y defender la novela» aclara.
primero, es que tu eres tu propio maestro, para lo cual debes tener al menos un maestro que incentive a reflexionar, a pensar, a razonar, cada cosa, cada hecho, cada palabra, cada ángulo que deberás enfrentar... porque en la vida nada es plano y todos son relieves... de los que aprendes, sólo si quieres... porque si no quieres, esa misma vida que vives te pasa de largo sin que te des cuenta que has estado respirando en este lado...
segundo, es que para tener al menos un maestro que te enseñe a ser maestro de tí mismo, debes poseer el don de la atención... del silencio... del saber escuchar... y sobre todo el de preguntar sin temor a pasar por tonto, o sin temor a hacer el ridículo... porque en verdad la tontera consiste en ser tonto toda la vida... porque en verdad el ridículo consiste en tener temor a preguntar...
tercero, el maestro debe enseñarte a contemplar, para que luego te enseñes a tí mismo a contemplar... deteniéndote cuando no hay necesidad de caminar... o bien contemplando mientras andas de camino hacia tu propia inmensidad...
cuarto, el maestro debe enseñarte a observar, para que luego te enseñes a tí mismo a observar... agregando valor a los detalles... viendo el árbol y distinguiendo su valor... viendo el bosque y distinguiendo la importancia del conjunto... volviendo a ver el árbol y comprendiendo que el bosque no es si él (árbol) no está... y cuando observas al todo, comienzas a valorar a las partes de ese todo y de todo aquello que lo compone...
quinto, el maestro debe enseñarte a reflexionar, para que luego te enseñes a tí mismo a reflexionar y discernir... separando la paja del trigo... orientándote hacia donde sembrar... según el viento... según las lluvias... según los truenos... según lo que indican los sueños...
sexto, el maestro, el verdadero... debe enseñarte a hacer que tu vida no sea un pañuelo, esto es que no sea una excusa ni tampoco una mentira, mucho menos un argumento que suene a hueco...
séptimo, el maestro debe guiarte ante los portales de la felicidad, esos que reflejan los sentidos de los equilibrios y las armonías... para lo cual debe enseñarte a ser tú mismo, evitando copiar lo que no eres y lo que no perteneces, evitando envidiar, evitando odiar, evitando usar palabras que hieren, evitando denigrar al otro, evitando la violencia de hechos o de palabras... y cuando el maestro te enseñe el valor de cada geometría, debes ser tú mismo el que las construyas dándole sentido de fractal de tu propia alma...
octavo, el maestro debe enseñarte que los demás también tienen su valor y son equivalentes ante Dios... no importando en ello la religión que se profese... todo ser humano es igual ante el Dios que le concede la gracia de vivir...
noveno... el maestro debe enseñarte que la escuela no salva... que los conocimientos no salvan... que sólo el don de ser persona hace que hagas honor a tu gracia... los títulos, los honores, los escudos, los blasones, las herencias, sólo sirven para atar a los espíritus a las vagancias y a los desprecios, a los cinismos y a las hipocresías... de hecho, los sabios y los profetas tienen como factor común no haber cursado en ninguna universidad... mientras que los genios necesitaron que alguien les destapase la botella para poder salir a buscar un amo...
décimo... si has encontrado a ese maestro... y si has comprendido el valor de ser tu propio maestro... si eres anónimo, si eres humilde, si eres parte del silencio... recién allí comienzas a madurar la vida para cual te trajo el viento. FEBRERO 26, 2015.-
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