ARTE
Colombia: la cultura, su mejor arma para conseguir la paz ansiada
Día 23/02/2015 - 17.06h
El arte de este país ha adquirido una gran
visibilidad internacional. Ferias, bienales,
salones, galerías y espacios alternativos son
un semillero de interesantes artistas
GALERÍA EL MUSEO, DE BOGOTÁ
Ningún país invitado en ARCO había desembarcado con tanta artillería pesada como Colombia este año: más de 250 personas, incluido un centenar de artistas de cinco generaciones, una veintena de exposiciones en los principales museos y centros de Madrid, más de cincuenta actos (fiestas, conferencias, debates, presentaciones de libros...) A partir de mañana será, aunque suene a publicidad de unos grandes almacenes, la Semana de Colombia en España. El país, enfrascado en un complejo proceso de paz, apuesta por la cultura como uno de los principales motores para conseguirla, como recordaba hace unos días Fernando Carrillo, embajador de Colombia en España.
Poco a poco este país se va conociendo pormucho más que su café y sus esmeraldasy va soltando el lastre del narcotráfico, de las FARC, de los secuestros, de la inseguridad en sus calles, que ya pesaba demasiado. Arte y violencia han ido mucho tiempo de la mano en Colombia. Ahí queda, como testigo mudo, en el Parque de San Antonio de Medellín ese«Pájaro herido», de Botero, que explotó en un atentado en 1995, en el que murieron 23 personas. Aún no se sabe si fue como respuesta a la detención del líder de un cártel de la droga o como protesta por los 800.000 dólares que costó la escultura de Botero, cuyo hijo era ministro de Defensa por entonces. A su lado, luce hoy un«Pájaro de la paz», regalado por el propio Botero. Explica Jaime Cerón, uno de los comisarios de Focus Colombia –aglutina las exposiciones fuera de ARCO– que «siempre ha estado ahí el arte colombiano, pero el conflicto armado no dejaba verlo». Un conflicto armado que, en su opinión, «se ha banalizado muchas veces en el arte, con miradas poco complejas e imágenes unidimensionales».
Narcoextravagancias
El lema del país fue «Colombia: el único riesgo, querer quedarte». Hoy se recuerda con ese humor que tanto caracteriza al arte colombiano los tiempos de las «narcoextravagancias», la ostentación y el mal gusto de los capos del narcotráfico, con Pablo Escobar a la cabeza, que encargaban a los pintores que retrataran a sus familiares en copias de las grandes obras de arte de la Historia. «La tragedia fue que los mafiosos no tuvieran buen gusto», ironiza José Roca, uno de los nombres que más ha contribuido al auge del arte colombiano en todo el mundo. Lo hizo primero en su país, trabajando 18 años con el Banco de la República, y después en el extranjero: hasta diciembre fue asesor de arte latinoamericano en la Tate Modern. «Ha cambiado la percepción sobre nuestro país –advierte–. Es más seguro, van más turistas, las instituciones se han fortalecido... No es que haya un boom de la producción artística en Colombia, sino que se ha producido una mayor visibilidad internacional». No cree que se haya superado aún, ni en la sociedad ni en el arte, la fractura provocada por la violencia y el narcotráfico: «Quizás vivamos un periodo aún más violento en el posconflicto, con la proliferación de bandas criminales. Esto no ha hecho más que empezar».
Roca es comisario de «Tejedores de agua», una exposición que reflexiona sobre los conflictos de Colombia a través de sus ríos y los tejidos. Se inaugura el martes en el Centro Conde Duque. Ya se vio el año pasado en Nueva York con un gran éxito. «The New York Times» la escogió como una de las mejores exposiciones del año. Hace apenas año y medio José Roca creó uno de los proyectos que ha revitalizado la escena artística colombiana: «Flora ars + natura», en el barrio de San Felipe de Bogotá. Es un espacio de pensamiento, creación, investigación, residencia de artistas... en un barrio en pleno crecimiento que sueña con ser un Soho bogotano. Pero hay otros muchos espacios alternativos interesantes por toda Colombia: «Lugar a Dudas», creado en Cali por Óscar Muñoz, uno de los pesos pesados del arte contemporáneo del país, que expondrá sus «Atramentos» en el Espacio Tabacalera de Madrid; «Taller 7» y «Casa Tres patios» en Medellín... «Hay medio centenar de estos espacios por todo el país –dice Jaime Cerón–. Son una incubadora de artistas emergentes, espacios de supervivencia».
Algo pasa en Colombia
«Algo pasa en Colombia», advierte María Paz Gaviria, hija del expresidente del país César Gaviria –gran coleccionista de arte– y directora de ArtBo, la mayor feria de arte contemporáneo del país, que en tan solo diez años se ha posicionado como una cita a tener en cuenta en el calendario internacional. «Los artistas, las galerías, los comisarios... nos han hecho visibles internacionalmente. Estar en ARCO es un honor y un reconocimiento a la labor de todos ellos». «Muchos de los artistas más interesantes de Colombia estarán en Madrid. Algunos, como Antonio Caro o Suárez Londoño, aún no tienen el reconocimiento que merecen», advierte José Roca. Diez galerías colombianas, seleccionadas por Juan Gaitán, mostrarán el trabajo de 20 artistas del país en ARCO.
Hubo una exposición clave en esa apertura al mundo del arte colombiano: «Cantos Cuentos Colombianos», celebrada en 2004 en Zúrich, en la que estuvieron artistas comoDoris Salcedo, José Alejandro Restrepo, María Fernanda Cardoso, Óscar Muñoz, Nadín Ospina... Todos ellos nombres consagrados hoy. «Fue una de las primeras exposiciones de arte colombiano en Europa. Una gran ventana se abrió. Hace 15 años ningún artista colombiano vendía nada, ni siquiera Doris Salcedo. Las ferias de arte han ayudado mucho a posicionarnos en el mercado internacional –comenta Jaime Cerón–. Hay muchas expectativas con ARCO: el Gobierno ha hecho una gran inversión porque es una gran oportunidad no solo para vender obras sino también para abrir puertas a exposiciones en Europa».
La política de la memoria
Al igual que ocurre en muchos países, incluido España, al calor de la principal feria de arte surgen otras satélite. Visitamos algunas en Bogotá. Como La Feria del Millón, verdadero semillero y plataforma para artistas emergentes, a quienes no cobra comisiones. Su singularidad: que todas las obras cuestan como máximo un millón de pesos (unos 350 euros). Los grandes coleccionistas acuden a descubrir nuevos talentos.
Más allá del realismo mágico de García Márquez, que se coló en el arte durante muchos años, y de los rotundos volúmenes de Botero(aún tiene un peso enorme en los grandes museos de Bogotá y Medellín, a los que donó buena parte de su colección), ¿cuál es la especificidad, si la hay, del arte colombiano? Se habla mucho de su mestizaje, de sudiversidad y riqueza, amén de una pasión por el dibujo. José Roca habla de «la política de la memoria». «Durante los últimos 30 años ha habido en el arte colombiano unaposición crítica y analítica, además de una heterogeneidad de medios y formatos. También el humor ha sido una constante. Hay una reflexión en torno a los conflictos, no solo bélicos, también de la vida cotidiana, de la ciudad, de la sexualidad...», explica Jaime Cerón.
Arte por todos los rincones del país
En Colombia se respira arte por todos sus rincones: museos (son espléndidos el del Oro y el Botero, en Bogotá, dependientes del Banco de la República, el gran coleccionista estatal del país con más de 5.000 obras, que recibirá en ARCO el premio al coleccionismo corporativo; el de Antioquía y el Museo de Arte Moderno en Medellín, este último inmerso en una ambiciosa ampliación que costará 12 millones de dólares); bienales (la de arte contemporáneo en Cartagena de Indias), galerías de arte (destacan Casas Riegner y Valenzuela Klenner, en Bogotá, o La Oficina, de Medellín, a cuyo frente sigue el incombustible Alberto Sierra, toda una institución en el país), festivales (el de performance de Cali), revistas especializadas (como«Art Nexus», creada por Celia de Birbragher, otro nombre imprescindible del mundo del arte en Colombia, que también será premiada en ARCO)...
Aún no son muy numerosos los coleccionistas privados, pero los hay y muy buenos. Es el caso de José Darío Gutiérrez. Visitamos su casa en el exclusivo barrio de Los Rosales, y su exquisita colección, que constituye una completa revisión del arte colombiano hasta los años 80. Es un coleccionista atípico, alejado de modas y del mercado. Enciclopedia andante de la historia del arte colombiano, compra en el mercado secundario y halla joyas como «La diosa Bachué», una pieza que «marca la modernidad en Colombia» y que centra un interesante proyecto en el que anda embarcado. Parte de su colección (arte conceptual y fotografía de los 70 y 80) se exhibirá en el Instituto Cervantes.
Heterogeneidad
Entre los artistas colombianos se impone la heterogeneidad. De nombres históricos comoPedro Nel Gómez o Alejandro Obregón, a colectivos y artistas emergentes, pasando por estrellas mediáticas como Fernando Botero,Doris Salcedo –premio Velázquez, agrietó literalmente la Sala de Turbinas de la Tate Modern como protesta por las desigualdades sociales en su país, y de quien veremos una instalación en el Museo Thyssen–, la performerMaría José Arjona –estará en CaixaForum Madrid– u Óscar Murillo, el Basquiat latinoamericano, al queLeonardo DiCaprio encumbró al comprar una obra por 400.000 dólares y que exhibirá su trabajo en el Centro Daoíz y Velarde de Madrid.
Fernando Pradilla creó hace 28 años en Bogotá la galería El Museo, que desde 2001 compagina con otra en Madrid, Fernando Pradilla, donde acaba de inaugurar la exposición «Sesenta años de arte en Colombia». Prefiere no hablar de un boom del arte colombiano, sino de un despegue:«Estuvo durante muchos años olvidado por el aislamiento que sufría el país y por el que yo decidí venirme a Madrid. Pero en los últimos diez años se le ha dado mucha visibilidad. En Colombia hay un arte extraordinario. No son solo Botero y Doris Salcedo. Y, además, se muestra otra cara: la radicalización de la violencia acaba aburriendo». En ese mismo sentido apunta Gaitán: «Ya está desgastado el lenguaje de la violencia en el arte». Podremos comprobarlo en ARCO a partir del miércoles.
la violencia quiebra las letras,
la violencia lava pinturas,
la violencia rompe los puentes,
que unen a los espíritus,
enlazando a las almas...
la violencia destruye sapiencias,
reemplazándolas por vehemencias,
que luego derivan en muertes,
que sólo instalan ausencias...
la violencia borra el genio,
y la sabiduría potencial del trueno,
deformando las presencias,
confundiendo las creencias,
frustrando los mañanas que se traducen en latencias...
la letra herida se esfuma en un día,
la pintura derramada no se junta con pala,
simplemente se seca como sangre derramada,
reclamando el destino trunco,
y el signo y sello de la gracia...
no hay música en la desgracia,
como tampoco la hay en el drama,
cuando el pentagrama se vacía,
los árboles lloran por sus ramas,
a sabiendas que los nidos abandonados,
impiden recuperar a las almas...
no hay cultura detrás del negocio de las armas...
la zozobra de las gentes no deriva en paz,
mucho menos en calmas...
la violencia sólo degrada,
el sentido del brote,
que es portador de gracias.
FEBRERO 24, 2015.-
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