Visión compleja del País Vasco
Un coherente volumen recoge la historia de los símbolos que configuran la identidad nacional de Euskadi
En el Estatuto de Guernica de 1979 se reconoció la ikurriña como bandera oficial de la comunidad autónoma vasca. Había sido diseñada por los hermanos Sabino y Luis Arana en 1894: fondo rojo y dos cruces, blanca una y verde y aspada la otra, evocando, respectivamente, los colores del antiguo escudo vizcaíno, de la fe cristiana y del roble. Sabino Arana inventó, asimismo, el propio nombre de la cosa sumando el neologismo ikurra—símbolo— y ehuna —tela o tejido—. Este símbolo de tela, inicialmente pensado para Bizkaia, se convirtió en bandera del PNV. El primer Gobierno vasco, constituido en 1936 tras el estallido de la guerra civil española, ya sancionó, sin embargo, la ikurriña como enseña oficial vasca. De nacionalista a comunitario: así puede sintetizarse la evolución del icono que mayor consenso genera hoy en el País Vasco. Los símbolos tienen una historia. Ni han existido siempre, ni resultan invariables en el tiempo. Su papel en la génesis y en la reproducción identitaria es esencial. El desarrollo de la historia cultural de la política en los últimos tiempos ha permitido avanzar notablemente en este territorio.
Para el caso vasco, en concreto, en 2013 vio la luz un excelente Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco, dirigido por Santiago de Pablo, José Luis de la Granja, Ludger Mees y Jesús Casquete. El mismo equipo, coordinado en esta ocasión por De Pablo, publica ahora el volumen 100 símbolos vascos. El planteamiento académico y erudito deja aquí paso a un enfoque sintético y divulgativo, igualmente bien ilustrado; el nacionalismo vasco, a su vez, cede el protagonismo al País Vasco en su globalidad y pluralidad. Los autores han agrupado las entradas en nueve apartados: banderas, lemas y símbolos gráficos (la ya citada ikurriña, pero también el lema JEL, la letra E o la oveja Latxa); figuras legendarias e históricas (de Aitor a Ignacio de Loyola, Lope de Aguirre o Zumalacárregui); lugares de memoria (Roncesvalles, Gernika, Lemóniz, Ajuria Enea o Ermua); entre la geografía y la historia (el roble, los fueros, las cooperativas de Mondragón); himnos y música (el Guernikako Arbola o el rock radical vasco); festividades y fechas simbólicas (el bilbaíno Dos de Mayo, Aberri Eguna, Gudari Eguna); hechos históricos (de las guerras carlistas al proceso de Burgos, sin olvidar el bombardeo de Gernika); personajes históricos contemporáneos (Unamuno, los Baroja, Sabino Arana, Indalecio Prieto, el lehendakari Aguirre, la Pasionaria o Yoyes), y, finalmente, dimensiones culturales (ikastola, chapela, pelota vasca o gastronomía).
La selección es discutible. Pero coherente. De ella emerge una visión compleja del País Vasco, más allá de tópicos y fabulaciones perversas. Las referencias al imaginario rural, la capacidad del nacionalismo como fábrica simbólica y el inevitable combate por los signos entre culturas políticas presiden la obra. Estamos ante un oportuno e interesante trabajo.
100 símbolos vascos. Identidad, cultura, nacionalismo. Santiago de Pablo (coordinador). Tecnos, 2017. 292 páginas. 25 euros
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