viernes, 29 de septiembre de 2017

SAMSARA [संसार] [sansaar] | Thuk Je Che Tibet | NO DETENGAS LA RUEDA [पहिये को रोक नहीं सकते] [pahiye ko rok nahin sakate]

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Sufrimiento del Samsara.

Esta es la última de las cuatro contemplaciones, de las cuatro fundaciones ordinarias, que ayudan a dirigir la mente hacia el Dharma. Para empezar es necesario conocer primero la definición de lo que es el samsara.

Es difícil entender lo que es el samsara, puesto que todos los seres sintientes se hallan inmersos en él. Samsara es todo aquello que conocemos, todo aquello que hacemos, todo lo que oímos, todo lo que vemos. Samsara es una palabra en Sánscrito que traducida al castellano quiere decir algo así como un círculo sin fin.

Todos nos esforzamos constantemente en hallar la felicidad y el contento permanentes. Teniendo en cuenta que el samsara incluye tanto al nivel de existencia más elevado, como al nivel de existencia más inferior, todos los seres sintientes hacen lo posible para evitar el sufrimiento, desde los dioses, hasta los seres de los más bajos infiernos. Respecto a los seres humanos, todos desean, no sólo su propia felicidad, sino también la prosperidad y el bienestar de sus seres queridos y amigos, a quienes no quieren ver sufrir en forma alguna.

A lo largo de la vida se puede lograr alguna satisfacción y algunos instantes de dicha, evitando así la aflicción por algún tiempo, pero resulta casi imposible lograr librarse plenamente del sufrimiento y alcanzar una felicidad interior perdurable.

Los seres humanos concentran gran parte de sus esfuerzos y recursos en adquirir bienestar material, creyendo que con ello vivirán con mayor plenitud y entusiasmo. Construyen e inventan todo tipo de artilugios para sentirse dichosos y seguros, para escapar del miedo y el sufrimiento y con el empeño de obtener una felicidad duradera.

En el presente, al igual que en el pasado, existen innumerables casos de hombres de gran genio y valía, a quienes se respeta y admira por sus destacadas cualidades y, sin embargo, muy pocos de ellos han conquistado un estado permanente de gozo interno.

A lo largo de la historia de la humanidad, multitud de comunidades, pueblos y civilizaciones han protagonizados cruentas guerras en busca de esa felicidad desconocida y ansiada, sin que sus victorias o derrotas hayan servido para alcanzarla y, lo que es más importante, para saber si quiera en qué consiste o dónde se encuentra.

De esta manera, todos los seres permanecemos inmersos en el samsara. Cuando logramos sentirnos alegres, incluso nos asustamos y nos mostramos inquietos, y si no nos sentimos ni alegres ni desdichados, quedamos sumidos en la apatía. Con ello no hacemos más que dar sentido a la definición de samsara como un constante vagar en círculo, sin llegar a ningún destino determinado. Si obtenemos éxito con nuestras vivencias en el samsara, lo único que logramos hacer es crecer, hacernos viejos, enfermar y finalmente morir.

Algunos incluso padecen alguna enfermedad durante toda su vida, y otros no están enfermos, pero sienten un permanente pesar. Incluso hay quienes se sienten siempre felices porque se recrean en sus propios problemas. De esta manera, el samsara no tiene fin, ni propósito y seguirá persistiendo de forma eterna.

Pero la esencia del samsara es en realidad la esencia de uno mismo, y la esencia de uno mismo es ilimitada y plena, inviolable y sagrada. Pero entonces, ¿por qué nos hallamos inmersos en el samsara si nuestra esencia es ilimitada y plena? La respuesta también se encuentra en uno mismo. Y ¿puede uno dejar de ser uno mismo? Es imposible, porque en esencia uno mismo es infinito.

Sin embargo, al identificarnos con un “yo” individual, inevitablemente quedamos empequeñecidos, porque ese “yo” que creemos ser es de por sí muy limitado. De esta forma, somos nosotros mismos los que imponemos barreras a nuestro verdadero Ser, al que percibimos como un “yo” esclavizado y condicionado.

Y es precisamente este “yo” el que da identidad a todos los demás, ya que sin el “yo”, no existen ni el “tú”, ni el “vosotros”, ni el “ellos”. De esta forma, los “otros” no existen sin el “yo”, que es el que imagina las relaciones que establece en su vida a partir de la idea de posesión y en base al sentimiento de apego nacido de ésta.

Todos quieren a sus familiares y seres más allegados y realmente se preocupan por ellos, pero no son ese “yo” al que tanta estima tienen. De hecho, al decir cosas como mi padre, mi madre, mi esposa, mi hijo, mi casa, mi ropa, mi dinero, nunca se menciona la palabra “yo”. Se puede tener una imagen de Buda bendecida y bien conservada, pero cuando uno se convierte en Buda, en ese mismo momento, todo es irrelevante, porque ya no hay separación entre Buda y “yo”. El “yo” deja de existir.

De todo ello se deduce que el samsara y el sufrimiento que de él se deriva surgen precisamente de la idea del “yo” como ente individual, es decir, del ego, y de los sentimientos de atracción y aversión que éste implica.

Mientras sigamos percibiéndonos a nosotros mismos como un “yo” separado de todo lo demás, entonces aparecerá el obstáculo del apego, y desde el momento en que aparece el apego aparece el deseo de poseer. Cuando esto sucede, surgen cosas que nos gustan y que queremos disfrutar y cosas que no nos gustan y hacen brotar en nosotros la ira o los celos.

Respecto a los celos, suelen asomar, no cuando consideramos a alguien inferior a nosotros mismos, sino cuando hallamos a alguien superior y sobre todo cuando nos encontramos a alguien del mismo nivel.

Cuando esto sucede, entonces emerge el orgullo, la otra cara de los celos, que también se siente ante quienes consideramos del mismo nivel y a quienes, por tanto, concebimos como rivales en competencia. Entonces, automáticamente también surge la mezquindad.

De todo ello se deduce que las cinco impurezas (ira, orgullo, apego, celos, ignorancia) se originan a partir de la idea del “yo” que nos somete a ellas. Con todo ello no hacemos más que experimentar el Sufrimiento del Samsara, lo que nos impide sentirnos satisfechos.

La contemplación sobre el Sufrimiento del Samsara implica poner nuestra atención en tres aspectos que son comunes a todos los seres.

El primer aspecto a tener en consideración es que mientras exista el “yo”, se mantendrá la ignorancia y con ello habrá sufrimiento. Puede que no estemos experimentando un dolor concreto, pero, como un volcán a punto de erupción, el sufrimiento, enmascarado, estará siempre a punto de brotar.

El segundo aspecto a tener en cuenta respecto al Sufrimiento del Samsara es que todo está sujeto al cambio y afectado por la impermanencia.

El tercer aspecto del Sufrimiento del Samsara a tener en consideración es que los cinco agregados (materialidad, percepción, sensación, objetos mentales y conciencia) se han manifestado conjuntamente y se encuentran latentes en toda existencia condicionada.

Por lo tanto, este samsara se asemeja a una especie de prisión sin puertas ni ventanas. Para librarse de ella y lograr la liberación, se debe poseer mucho coraje. Liberación significa la liberación del Sufrimiento del Samsara y el logro de la realización omnisciente, a la que también se denomina Budeidad. Este es el destino al que debemos aspirar.

Pero para que el recorrido hacia este destino se transite sin confusión y con garantías de éxito no sólo cuenta la buena intención: es imprescindible adherirse a la conducta moral y adquirir los méritos que faciliten las provisiones para este largo viaje, ya que incluso la práctica del Dharma o la firme determinación de alcanzar la liberación del Sufrimiento del Samsara son resultado del Karma, Causa y Efecto, acumulado previamente.

Thuk Je Che Tibet


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