Una cabra en el tercer piso
La periodista Matilde Serao explicó Nápoles a partir de las costumbres, necesidades, ritos y valores de sus ciudadanos. También a partir de la injusticia de sus transformaciones urbanas. ¿Qué alcalde hoy conoce a sus ciudadanos como la autora de 'El vientre de Nápoles'?
Coches abandonados en la Galería Borbónica de Näpoles. EL VIAJERO / FABIAN VON POSER
Matilde Serao (1856-1927), que era periodista y fundó con su marido el diario Il Matino, diseccionó en la crónica El vientre de Nápoles (Gallo Nero) la vida de quienes “trabajan 14 horas al día y no están inmersos en el vicio ni irritados por su infotunio”. Saber cómo viven los ciudadanos es otra manera de conocer la ciudad. Así, a la manera del legendario Cómo vive la otra mitad, del fotoperiodista Jacob Riis , Serao indaga en los usos y costumbres de los trabajadores. Desde su dieta, “si tienen un céntimo compran pizza, si tienen 5 preparan verdura” hasta sus vicios –las videntes- y su perdición –la lotería y las casas de empeño “la usura organizada de manera legal”. Aunque el libro es mucho más que una descripción –esta escrito en un periodo de 20 años y la autora ve construir medidas para supuestamente mejorar la vida de los pobres que lo único que hacen es mejorar la de los ricos- el capítulo dedicado a lo pintoresco tiene un epígrafe redundante.
En un libro sobre el Nápoles del último tercio del siglo XIX tiene, pintoresco es que los ciudadanos empleen la calles como una extensión de su vivienda, que recurran a los sueños para jugar a la lotería, que no dejen de jugar aunque no les quede un céntimo. Sin embargo la periodista Matilde Serao, eterna candidata al Premio Nobel, asociaba pintoresquismo con la presencia de los animales en la ciudad. Las vacas despertando a las criadas, estas comprando un céntimo de leche a escondidas, bajando el cestillo con el vaso desde el balcón y protestando porque el vaquero no se lo llenaba lo suficiente..
Por la tarde llegaba el cabrero. Se tumbaba en el suelo para descansar mientras se acercaban las sirvientas para comprar leche recién ordeñada. “A veces, la señora se muestra desconfiada, no cree en la honestidad del cabrero ni en la de la sierva, en ese caso cabra y cabrero suben hasta el tercer piso y en el rellano se forma un consejo de familia para vigilar el acto de ordeñar la leche”. Ya tenemos a la cabra en el tercer piso.
La autora se preguntaba en 1884 si los rebaños de animales útiles pero sucios desaparecerían de la ciudad. Estaba convencida de que “En Nápoles no: la costumbre es demasiado pintoresca como para abolirla. En los últimos veinticinco años la gran reforma fue que los cerdos no pudieran ir por la calle”.
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