EN POCAS PALABRAS
Helena Pimenta: “Tenemos clásicos vivos escribiendo hoy”
La directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico presenta estos días en Almagro 'La dama duende'
Ser la directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico implica pasar el verano de festival en festival. Helena Pimenta (Salamanca, 1955) presenta esta semana en Almagro su puesta en escena de La dama duende.
¿Qué o quién le hizo querer dedicarse al teatro?
Fue una vocación tardía. Empezó como instrumento para la enseñanza de idioma extranjero en las aulas de un Instituto de Bachillerato y acabó ocupando el centro de mi vida personal y profesional, hasta hoy. El Instituto Koldo Mitxelena de Rentería fue el espacio en el que, allá por el 82, el teatro se convirtió en un lugar de encuentros para diversas disciplinas y para que los alumnos fueran protagonistas de su propia formación
¿Y en concreto, al teatro clásico?
Mi formación en filología moderna incluía teatro clásico en inglés y francés. También tenía querencia por el teatro clásico en español y tuve la suerte de dirigir varias obras de este repertorio junto a las de Shakespeare a lo largo de 27 años, especialmente en la compañía Ur Teatro. Desde que tengo el honor de dirigir la Compañía Nacional de Teatro Clásico me he dedicado a ese repertorio en exclusiva, con la experiencia, eso sí, de clásicos y contemporáneos de mi trayectoria anterior. Creo que ha sido una combinación muy creativa.
¿Cuál es la última función que le ha gustado?
Me gusta mucho el teatro bien hecho pero, como es difícil elegir, voy a barrer para casa. Hablaré de la última y más intensa experiencia teatral como espectadora. Ha sido en Almagro: Los empeños de una casa, de Sor Juana Inés de la Cruz, por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Un bellísimo trabajo dirigido por Pepa Gamboa y Yayo Cáceres.
¿Y su favorita de todos los tiempos?
No tengo una sola favorita, ya que la ocasión y su recuerdo van construyendo una imagen que seguramente ya no es real. He visto muchas, muchísimas funciones que me han conmovido, apasionado. Citaré las primeras que me conquistaron hacia el teatro: Quejío de La Cuadra y El Mahabarata de Brook.
¿Se ha salido alguna vez de una función a medias?
No recuerdo haberlo hecho. Quizás en alguna circunstancia especial. Respeto mucho lo que cuesta poner en pie un espectáculo.
¿Usted es más de Lope o de Calderón?
Me quedo con los dos.
¿De qué escribirían hoy los autores del Siglo de Oro?
Lo harían sobre cualquier tema de actualidad que inquiete a la sociedad, pero siempre desde lo universal. Esa es su virtud: cada época encuentra en ellos lo que necesita. Pienso también que ya tenemos clásicos vivos escribiendo hoy.
Tiene ahora en cartel ‘La dama duende’. Qué preocupaciones de aquellas mujeres del siglo XVII pueden resonar todavía en las mujeres de hoy?
La búsqueda de nuestra propia identidad, de nuestro propio espacio como seres humanos. En definitiva, la libertad de ser.
¿Qué canción escogería como autorretrato?
Siempre me he identificado con Don Quijote de Juan Manuel Serrat. Me la pongo para llorar y para animarme.
Si no fuera directora de teatro, ¿qué le gustaría ser?
Directora de teatro. Soy un poco monorraíl.
Recomiéndenos alguna adaptación al cine de una obra clásica
El perro del hortelano de Pilar Miró y Macbeth de Wells.
¿Qué está socialmente sobrevalorado?
La apariencia, la fama y el tener frente al ser.
¿Qué encargo no aceptaría jamás?
Una obra por la que no me sintiera concernida como ser humano. Ninguna que vaya contra mis principios.
¿A qué dramaturgo vivo le daría el Nobel de Literatura?
Yo apuesto por los nuestros. Juan Mayorga lo tendrá algún día.
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