Una casa para los legados literarios
Olvido García Valdés llega a la dirección general del Libro con la intención de insuflar autoestima a los creadores y fundar un archivo para autores
Madrid
La directora general del libro, Olvido García Valdés, el pasado 26 de julio, en Madrid. INMA FLORES
Como responsable de la recuperada dirección general del Libro y Fomento de la Lectura, Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950) llega al cargo con objetivos claros y específicos. Pero como poeta, también se permite deseos algo más intangibles: “Recuperar la autoestima para los creadores, que durante el último periodo hemos sido despreciados con un trato obsceno”.
Para concretarlo con hechos y gestos tiene algunas ideas: “Aparte de que podamos aplicar cuanto antes el nuevo estatuto del creador, facilitar su presencia en espacios públicos como las bibliotecas para fomentar el encuentro con los lectores, pero también crear una especie de casa de los legados, un archivo donde los autores sepan que pueden dejar a buen recaudo sus trabajos de una vida”, anuncia.
Es una inquietud frecuente entre los autores para la que no existe un plan fijo, sino diferentes opciones tan atractivas como dispersas. Lo que propone García Valdés tendría una estructura, un espacio, un personal dedicado a ello: “Y una comisión que diera cuenta del valor de lo que se quiere depositar. La preocupación de los autores en ese aspecto es muy angustiosa. La de las familias también. Muchas veces no saben dónde ni cómo guardarlo en condiciones óptimas y tienen miedo a que se pierda o se estropee. Sería un espacio dedicado también a los traductores, que han sufrido una consideración incluso peor que los autores”.
“Una comisión dará cuenta del valor de lo que se quiere depositar. La preocupación de los autores en ese aspecto es muy angustiosa. La de las familias también. Muchas veces no saben dónde ni cómo guardarlo”
La iniciativa fija la riqueza de la creación y la memoria. Muchas herencias literarias, artísticas o fundaciones importantes –como la de José María Castañé, una increíble colección de documentos dedicados a la violencia en el siglo XX- han ido a parar fuera de España. La Biblioteca Nacional, en los últimos tiempos, ha dado pasos en esta dirección. “Pero, aunque está muy bien que lo siga haciendo, no es su único cometido”, afirma.
En las escasas tres semanas que lleva en su nuevo despacho ha comprendido sus competencias: “Ese arco que va de quien escribe hasta quien lee”. Parece fácil, pero existe un recorrido complejo en medio. Un itinerario en el que andan implicados autores, editores, distribuidores, libreros, bibliotecas, ferias nacionales e internacionales, plataformas tecnológicas… El entramado de una industria, la editorial, que desde hace mucho tiempo es la más seria y la mejor organizada del sector cultural. “Eso es una ventaja, sin duda. Y también lleva consigo un gran nivel de exigencia”, afirma García Valdés.
La llamada del ministro de Cultura, José Guirao, le cogió desprevenida. Aunque como gestora cultural ya tuvo su experiencia como directora del Instituto Cervantes de Toulouse, en Francia, entre 2006 y 2008. “Ya estoy jubilada, de hecho. Y dedicada casi por entero a escribir. Llevo un libro de poesía bastante avanzado, pero lo debo posponer. No son ocupaciones compatibles. Ambas exigen dedicación exclusiva y no se deben mezclar, aunque solo sea para conservar mi salud mental”.
Más si defiendes ese sentido casi sagrado de lo que es un libro: “Me gustaría cambiar cierta percepción de las cosas. Desde hace años se ha venido considerando al libro un producto. Yo creo que va más allá. Tiene el poder si quieres de un fármaco, es una necesidad, no un objeto de consumo”.
O de enfrentamiento. Por eso, García Valdés llega a su nuevo puesto con lo que parece un mantra claro para este nuevo Gobierno. Integrar de manera mucho más visible, efectiva y cuantificable la riqueza del resto de las lenguas del Estado. Tiene una ventaja para ello: es poeta. “La poesía es el lugar de encuentro de las distintas lenguas. La base de nuestro trabajo”. Incluso destino y fin. Y por ahora una urgente necesidad para recomponer todo lo que se ha roto.
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