Científicos del MIT descubren que el Sahara oscila entre clima seco y húmedo cada 20,000 años
El desierto del Sahara es uno de los lugares más ásperos e inhóspitos del planeta, pero no siempre fue tan desolado y seco. Pinturas rupestres primitivas y fósiles excavados en la región sugieren que el Sahara fue una vez un oasis relativamente verde, donde prosperaron asentamientos humanos y una diversidad de plantas y animales. Ahora, investigadores del Instituto Tecnológico de Massatchusetts (MIT) han analizado el polvo depositado en las costas de África occidental durante los últimos 240.000 años, y encontraron que el Sahara y el norte de África en general, se han movido entre climas húmedos y secos cada 20.000 años.
Según su investigación, publicada en Science Advances, este péndulo climático se debe principalmente a cambios en el eje de la Tierra a medida que el planeta orbita alrededor del Sol, lo que a su vez afecta la distribución de la luz solar entre estaciones: cada 20.000 años, la Tierra cambia de más luz solar en verano a menos, y regresa otra vez. Para África del Norte, es probable que, cuando la Tierra se inclina para recibir la máxima luz solar de verano con cada órbita alrededor del Sol, este flujo solar mayor intensifica la actividad monzónica de la región, que a su vez hace que el Sahara sea más “verde”. Cuando el eje del planeta gira hacia un ángulo que reduce la cantidad de luz solar del verano, la actividad de los monzones se debilita, produciendo un clima más seco similar al que vemos hoy.
Para David McGee, profesor del Departamento de Tierra, Ciencias Atmosféricas y Planetarias del MIT, “esta es una serie de tiempo útil para examinar a fin de comprender la historia del desierto del Sahara y los tiempos que podrían haber sido buenos para que los humanos poblaran el desierto del Sahara y lo cruzaran para dispersarse fuera de África, en comparación con los tiempos que serían inhóspitos como hoy.”
Monzones y movimiento de la Tierra
Cada año, los vientos del noreste barren cientos de millones de toneladas de polvo sahariano, depositando gran parte de este sedimento en el Océano Atlántico, frente a la costa de África Occidental. Las capas de este polvo, acumuladas a lo largo de cientos de miles de años, pueden servir como una crónica geológica de la historia climática del norte de África: mientras las capas espesas de polvo pueden indicar períodos áridos, las que contienen menos polvo pueden indicar épocas más húmedas.
Análisis anteriores de los núcleos de sedimentos indicaban que el Sahara cambia entre períodos húmedos y secos cada 100.000 años. “Creíamos que este lapso de 20.000 años de insolación local de verano debería ser lo que determnara la fuerza del monzón, y sin embargo, en los registros de polvo se ven ciclos de 100.000 años de edad de hielo”, dice McGee. Para resolver esta contradicción, los investigadores, examinaron cada capa de sedimentos depositados durante los últimos 240.000 años, en busca de rastros de polvo, y midieron las concentraciones de un isótopo raro de torio, para determinar con qué rapidez se acumulaba polvo en el fondo marino.
El torio se produce a una velocidad constante en el océano por cantidades muy pequeñas de uranio radiactivo disuelto en el agua de mar y se adhiere rápidamente a los sedimentos que se hunden. Como resultado, los científicos pueden analizar su concentración en los sedimentos para determinar con qué rapidez se acumularon el polvo y otros sedimentos en el lecho marino en el pasado: en tiempos de acumulación lenta, el torio está más concentrado, mientras que en los de acumulación rápida, el torio se diluye. El patrón resultante fue principalmente un nuevo “ritmo”, en el que el Sahara oscila entre climas húmedos y secos cada 20.000 años, en sincronía con la actividad de los monzones de la región y la inclinación periódica de la Tierra.
Pese a que durante mucho tiempo se ha asumido que la Edad de hielo fue la clave para que el Sahara sea el páramo seco que es hoy en día, los científicos afirman que son principalmente estos cambios cíclicos en la órbita de la Tierra los que han impulsado períodos húmedos en lugar de secos. “Parece un paisaje tan impenetrable e inhóspito, y sin embargo, ha venido y se ha ido muchas veces. Ha variado entre pastizales y un entorno mucho más húmedo, y ha vuelto a los climas secos, incluso durante los últimos cuatro millones de años”, concluye McGee.
Fuente: nmas1.org
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