El estilo, según los académicos
La RAE publica un manual de buen uso de la lengua que llega algo tarde a la revolución digital
Salón de plenos de la RAE. SAMUEL SÁNCHEZ
En el II Congreso de la Lengua Española, celebrado en 2001, se anunció la creación de un libro de estilo, consensuado con todas las Academias a través de la asociación que las reúne (ASALE), para ofrecer a los hispanohablantes —ante el auge de la escritura digital y las posibilidades inmensas de Internet— unas pautas de ortotipografía, es decir, de “la ortografía peculiar de la escritura no manual”.
Proyectos más urgentes postergaron esa obra que ve finalmente la luz ahora, editada por Espasa. Pero en las casi 500 páginas de este Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica, la ortotipografía no es ya más que un capítulo, junto a cuestiones de gramática y ortografía, un nutrido glosario y sendos capítulos dedicados a “Pronunciación y entonación” y “Escritura y comunicación digital”. Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán, pero 17 años son muchos, máxime cuando hablamos del universo digital. Y por loable que sea el propósito de la Academia al abordar la escritura en redes sociales, mensajería instantánea, blog o prensa digital en general, las páginas que el libro de estilo dedica a este tema poco aportan. Parece ocioso señalar, como se hace en él, que un mensaje escrito enteramente en mayúsculas “puede entenderse como un grito”. De sobra lo saben quienes los escriben. O que en el sistema de mensajería instantánea de WhatsApp la llegada de un nuevo mensaje “se anuncia con un pequeño globo”. El libro constata más bien los fenómenos asociados a esta comunicación que son ya, en cierto modo, intocables y recomienda a los usuarios que no sacrifiquen las normas lingüísticas en aras de la obligada brevedad de este medio.
Con razón, los académicos que han trabajado en esta obra, coordinada por el director honorario de la Real Academia Española (RAE), Víctor García de la Concha, precisan que el libro se ocupa “fundamentalmente” de atender “las dudas y variaciones que, en relación con la nueva Gramática, incluida la Fonética, y la Ortografía, consensuadas por todas las Academias, se han producido desde su publicación hace pocos años”. Se aborda así, por ejemplo, el dequeísmo y el queísmo; los leísmos, laísmos y loísmos, y se intenta poner coto al uso de posesivos (tomados del inglés) “en los casos en los que el elemento poseído no puede pertenecer a otra persona”. Recuerda el texto que la expresión correcta es “Me duele la cabeza”, y no “Me duele mi cabeza”, y defiende la corrección de fórmulas redundantes como “subir arriba” o “bajar abajo”, o de frases con doble negación como “No lo creeré hasta que no lo haya visto”.
El libro incluye un curioso apartado bajo el título ‘Cómo aprovechar el Diccionario’, en el que se explica el porqué de algunas de las definiciones que figuran en el Diccionario de la lengua española (DLE). Una de ellas es el significado que se da —“conjunto de las mujeres”— a la expresión sexo débil. Al recogerlo así, se señala, el Diccionario “no está intentando promover la idea de que las mujeres son débiles, sino que se limita a indicar que en los textos se documenta esa expresión con tal significado”.
Ahora bien, no hay explicación del porqué del título Libro de estilo de la lengua española, que remite a los manuales que ya poseen desde hace tiempo la mayor parte de los medios de comunicación. (EL PAÍS, por ejemplo, cuenta con su Libro de estilo desde 1977). El propio Diccionario define la palabra estilo, en su tercera acepción, como “manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor o de un orador”. Y lo que parece lógico en el caso de la prensa, establecer una normativa que dé coherencia y personalidad a lo que se publica bajo una cabecera, resulta menos comprensible aplicado a la lengua española, en la que conviven incontables estilos.
Libro de estilo de la lengua española. Real Academia Española. Espasa, 2018. 504 páginas. 24,90 euros.
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