La cultura Hongshan y el dragón de jade
Hongshan fue una prehistórica civilización agrícola que habitó en el norte de China hace más de 5.000 años, durante el periodo neolítico. En 1971, unas excavaciones descubrieron, entre otros restos Hongshan, el primer dragón de la cultura china, esculpido sobre jade.
En la frontera que une el sureste de la Región Autónoma de Mongolia Interior con la provincia de Liaoning se encuentra la ciudad de Chifeng. Al noreste de la localidad fluye el río Yingjin, en cuya orilla se erige una montaña roja conocida por los naturales de esta zona con los nombres de Wulan Hada, cuyo significado es “la montaña roja” (红山, Hóngshān, en chino); y Jiunüshan (九女山), “la montaña de las nueve mujeres”. El origen de sus nombres procede de una leyenda que narra cómo, en un pasado remoto, nueve diosas violaron las normas celestiales, lo que causó la cólera de Xi Wangmu (西王母), la reina madre de Occidente. Las diosas, angustiadas por las consecuencias que sus actos podían acarrearles, derramaron de forma inconsciente un bote de colorete rojo mientras se maquillaban. La mayor parte de la sustancia acabó esparcida por la orilla del río Yingjin, por donde acabaría formando los cimientos de nueve montañas rojas. Lo más mágico de esta bonita leyenda es que el maquillaje cayó en una zona en la que, a lo largo de 200.000 km2, ha permanecido escondida durante siglos una multitud de tesoros de un valor incalculable, capaces de describirnos con gran fidelidad cómo era la vida durante los inicios de la civilización china. Son los vestigios que legó para la posteridad la conocida como cultura Hongshan.
Originada entre 5.000 a 6.000 años atrás, en el periodo neolítico, Hongshan fue una prehistórica civilización agrícola. Más cerca a nuestro tiempo, en 1971, unas excavaciones realizadas en Chifeng revelaron un hallazgo que asombró al mundo: el primer dragón de la cultura china. Desde entonces, y gracias al que sería conocido a partir de ese momento como el dragón de jade de Hongshan, este lugar se convirtió en un fenómeno histórico de gran interés para los expertos. El dragón es una pieza de jade de color negro y verde, alargada y con una forma transversal ovalada de entre 2,3 y 2,9 cm de diámetro. Presenta una postura que imita a una letra C de unos 26 cm de longitud, muy parecida a los caracteres que representaban a la palabra “dragón” en los huesos oraculares. Cuenta con una cabeza de tamaño relativamente pequeño, los labios extendidos ligeramente hacia afuera, como si estuviese dando un beso al aire, pero con la boca bien cerrada. La nariz finaliza en una forma achatada, aunque levantada en la punta, y lleva esculpidos dos agujeros para dar forma a los orificios de la nariz. Además, tiene en el rostro dos ojos saltones en forma de rombo. Sobre la nuca le nace una crin ondulada cuya punta mira hacia adelante. En la espalda cuenta con dos agujeros paralelos, uno arriba y otro debajo, que permiten colgar al objeto de una cuerda.
La excavación del dragón de jade de Hongshan fue un hallazgo de una repercusión sin precedentes, pues confirmaba la veneración profesada desde sus orígenes, en China, a los tótems con forma de dragón. Los académicos sostienen que su figura no procede directamente de la apariencia de un animal, sino que es el resultado de la unión de las características de distintas especies. Comúnmente se cree que cuenta con cuernos de ciervo, cabeza de camello, boca de burro, ojos de tortuga, orejas de toro, escamas de pez, bigotes de gamba, abdomen de serpiente y patas de águila, aunque existen otras teorías que tratan de explicar desde otras perspectivas sus rasgos zoomorfos. Hasta antes de que se produjera la excavación, en la que se hallaron los objetos de la cultura Hongshan, dichas teorías no eran más que especulaciones. Sin embargo, en el yacimiento se encontró también una figura conocida como el “cerdo-dragón de jade”, un animal con cabeza de cerdo y cuerpo de serpiente del que, muy probablemente, habrían evolucionado los tótems con forma de dragón. Además de confirmar hasta cierto punto el origen del animal mitológico, el cerdo-dragón de jade también es una prueba fehaciente de la enorme extensión del territorio que ocupaba la civilización china en sus orígenes y de su tendencia para absorber elementos de culturas diferentes. Numerosos registros escritos describen multitud de tótems con forma de osos, dragones, tortugas, nubes o pájaros, relacionados con el emperador Amarillo. Todos estos motivos han sido hallados en los ingenios que dejó como legado la cultura Hongshan.
Además de los objetos de jade, también es digno de mención un rostro femenino modelado en arcilla al que se le ha atribuido el nombre de la diosa de Hongshan y cuya imagen ha llegado a ser considerada como la Venus de Oriente. A principios de la década de 1980, un grupo de investigadores halló en el sitio arqueológico de Niuheliang, en el que se encuentran restos de finales del periodo primitivo de la cultura Hongshan, el rostro completo de una diosa modelado en arcilla. Cuenta con un tamaño muy similar al de una persona real, un semblante color rojo bermellón, los pómulos resaltados, una frente redondeada, una nariz chata y un mentón pronunciado, es decir, presenta los rasgos faciales comunes de los mongoles, muy cercanos a los que distinguen en la actualidad a los habitantes del norte de China. En la cuenca de los ojos tiene incrustadas dos bolas de jade, puro y cristalino, que le aportan una mirada repleta de expresividad. Lo más notorio es que, junto al rostro, se encontraron fragmentos de cuerpos de varias diosas esculpidos en arcilla de colores cuyo valor artístico es comparable al de la Venus de Milo hallada en Occidente. Durante su excavación, los arqueólogos se quedaron atónitos al descubrir que, a través de las cavidades de uno de los brazos de arcilla, se podían distinguir los huesos a la perfección, por lo que se especula que las imágenes podrían ser fieles representaciones del cuerpo humano de aquella época. De ser así, dichos fragmentos no solo serían una obra de arte, sino también un modelo perfecto y de enorme valor para etnólogos e historiadores. Al fin y al cabo, son cuerpos femeninos que han sobrevivido a más de 5.000 años de historia para revelarnos con detalle cómo era el físico de quienes habitaron China en tiempos tan remotos.
El descubrimiento de los fragmentos de arcilla de la diosa de Hongshan recuerda a Nüwa, madre de la civilización china y responsable de engendrar con barro a su pueblo. Cuenta la leyenda que Nüwa, además de utilizar el barro para concebir al ser humano, también dio forma a infinidad de instrumentos musicales y herramientas, instauró el matrimonio y, después de que el cielo comenzara a derrumbarse poniendo en peligro la supervivencia de los seres que ella había creado, lo reconstruyó usando piedras con sus propias manos. Por consiguiente, hay quien opina que debería ser ella la diosa adorada en los mitos y leyendas de todas y cada una de las etnias, pues es la principal responsable de la protección de la humanidad.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 48. Volumen III. Mayo de 2018.
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