Tang Suzong. Ilustración de Xavier Sepúlveda.
Tang Suzong: los méritos y deméritos del “afortunado emperador”
Tang Suzong (711-762), el undécimo emperador de la dinastía Tang, tuvo una vida llena de legendarios acontecimientos durante los que adquirió gran poder. Para los historiadores, su tenacidad y sus logros militares frente al desprestigio de su “traición al padre”, le han convertido en una figura controvertida en la historia de China.
La dinastía Tang (唐, 618- 907) fue una de las más espléndidas de la historia de China, con un total de veintiún emperadores. El undécimo fue el emperador Suzong. Nacido bajo el nombre de Li Heng en el año 711 y fallecido en el año 762, su vida estuvo llena de legendarios acontecimientos durante los que adquirió gran poder. Salvó a la dinastía Tang de la calamidad, pero también representó un peligro que la puso en aprietos.
Tiempos difíciles como príncipe
Li Heng fue el tercer hijo del emperador Xuanzong, también conocido como Li Longji, y era muy estimado por su padre de niño. Xuanzong solía presumir al decir: “Este chico es diferente a los demás, algún día será el afortunado emperador de nuestra familia”. El favoritismo que recibió en su infancia fue la base de su ascensión al trono. En el año 738 el príncipe Li Ying (segundo hijo de Xuanzong) fue engañado y conducido a la muerte. Li Heng fue entonces nombrado príncipe heredero, iniciando su complicado camino para convertirse en el “afortunado emperador”.
En aquella época, los ministros de la dinastía Tang tenían mucho poder y había muchas facciones diferentes que intentaban apartarlo del mando. Li Heng no disponía de mucha influencia política ni de capital alguno. Mientras los superiores deseaban averiguar las intenciones de su padre, Xuanzong, los súbditos buscaban protegerse de las posibles ofensivas de los ministros. Li Linfu y Yang Guozhong, los ministros más importantes en aquel momento, urdían sus propias conspiraciones políticas para ayudar al príncipe. Bajo este peligroso y enrarecido ambiente palaciego, el príncipe tuvo que soportar numerosas dificultades. Pero estas complicadas circunstancias también le permitieron desarrollar un carácter paciente y, cuando tuvo que lidiar con los ministros, fue construyendo poco a poco su esfera de influencia ganándose la confianza y el apoyo de Xuanzong.
La gloria del emperador de Lingwu
Tras cumplir el príncipe 17 años, surgió en el año 755 una enorme y turbulenta situación que impulsó a Li Heng al punto más álgido de su vida, cambiando tanto su destino como el de la dinastía Tang. Este acontecimiento fue la conocida Rebelión de An Shi (安史之乱), un evento significativo que llevó al linaje Tang de la prosperidad al declive y que supuso, además, un importante punto de inflexión en la trayectoria de Li Heng. En el año 756, con los rebeldes aproximándose a Chang’an (la actual Xi’an), el emperador se vio obligado a huir junto al canciller de la corte hacia el oeste hasta llegar a la capital de Shu (la actual Chengdu, capital de Sichuan). En junio, las tropas de Xuanzong que habían huido se encontraban en la estación Mawei (la actual Xingping, en la provincia de Shaanxi) cuando sucedió el llamado “Motín de Mawei”, y Xuanzong perdió por completo el control de la situación. Li Heng aprovechó la oportunidad: calmó a los soldados y manifestó a su padre que debía ir al norte a apaciguar al ejército rebelde. Xuanzong, que no tenía otra opción, aceptó la propuesta del príncipe y, desde ese momento, padre e hijo siguieron caminos diferentes.
Li Heng dirigió a sus súbditos hacia el caos del norte, plantando cara al ejército rebelde. Los ministros Tang esperaban que la dinastía continuase su posición de legitimidad y allá donde iba Li Heng todo el mundo respondía en masa. Tras alzarse con varias victorias, el heredero consiguió un gran poder político y en el año 756, en Lingzhou (la actual Lingwu, en la Región Autónoma Hui de Ningxia), se autoproclamó emperador Suzong, relegando a su padre a la posición de emperador emérito. Durante la crisis de la dinastía Tang, con el norte ocupado por los enemigos, Li Heng movilizó a civiles y militares de todo el país para frenar la rebelión armada. Defendiendo el país con pasión, consiguió revertir la situación bélica y recuperar tanto Chang’an como Luoyang, aminorando así el drama de la guerra y entrando en la historia. Pero Li Heng también ha cosechado numerosas críticas por haberse autoproclamado emperador cuando Xuanzong todavía estaba en el trono. A este acontecimiento se le ha llamado “el príncipe que traiciona al padre” (太子叛父, tàizǐ pàn fù), y se le considera una acción carente de piedad filial.
La triste tragedia palaciega
Después de convertirse en emperador, Li Heng centró sus esfuerzos en apaciguar las rebeliones armadas, dejando los asuntos internos de la corte en manos del eunuco Li Fuguo y la emperatriz Zhang. Esto otorgó a eunucos y concubinas imperiales una gran autoridad sobre los asuntos políticos, sentando un negativo precedente en la dinastía Tang al permitir una autocracia liderada por este tipo de personajes que suponían un gran peligro para el correcto desarrollo del gobierno. Los siete años de reinado de Li Heng no fueron precisamente felices. Por una parte debía protegerse frente al emperador emérito Xuanzong y, por otra, debía coordinar a los eunucos y a las concubinas además de sofocar las rebeliones armadas. En realidad, este “afortunado emperador” no tuvo en absoluto una vida feliz.
Hoy en día, más de mil años después, su tenacidad en épocas de turbulencia, sus soluciones en momentos difíciles y las maniobras militares que le facilitaron el trono son dignas de elogio, pero la “traición a su padre”, junto a su indulgencia con las acciones de los eunucos y las concubinas, también le han granjeado las críticas de numerosos historiadores, y por eso se trata de un emperador bastante controvertido en la historia de China. Al visitar Ningxia es imposible olvidar a este personaje clave de su tiempo. Los méritos y deméritos del “afortunado emperador” han sido analizados y discutidos durante generaciones.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 37. Volumen IV. Julio de 2016.
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