jueves, 11 de marzo de 2010

de gratitudes y gratuidades


Oxígeno / Diálogos del alma
La gratitud es gratuita
Por Sergio Sinay

Noticias de Revista: Domingo 7 de marzo de 2010 | Publicado en edición impresa

Señor Sinay: en tiempos de individualismo, de acumular éxitos y riquezas, y de anteponer la propia felicidad a todo, es imposible ser primero feliz y luego interesarse por el otro. En esta búsqueda me topé con dos ideas: la gratitud y la gratuidad. Me parece importante ser agradecidos por todo lo que nos ha sido dado (a mi parecer sería prestado, ya que nada nos pertenece, sino que es parte del universo). Un día de sol, nuestros seres queridos, y una infinidad de cosas cuyo valor a veces escapa de nuestras miradas inconformistas. Es importante dejar de conservar para uno y dar gratuitamente, sin buscar el beneficio propio sino el bien común. En la medida en que uno sepa agradecer, dar y compartir, será uno verdaderamente rico y feliz, y no al revés. Josefina Fassio

Después de haber vivido una infancia verdaderamente feliz en Borgoña, Francia, donde había nacido en 1873, Sidonie Gabrielle Claudine Colette se casó, a los 20 años, con Henry Gauthier-Villars, novelista y vividor, con el que se mudó a París. Allí él la instó a escribir. Ella lo hacía con talento. El se apropiaba de aquellas obras y las firmaba con su nombre. Fue un matrimonio tormentoso, al que ella puso fin en 1906. Lanzada a vivir su propia vida, usó su apellido paterno como seudónimo; tuvo años de excesos; en 1912 se casó con Henry de Jouvenel y fue madre de una niña; pasó a la historia como Colette, autora de novelas y obras de teatro muy divulgadas, como las de la serie Claudine, como Cheri, El trigo verde, El nacimiento del día, Mitsou, La gata o Gigi, acaso la más conocida.

Se cuenta que Colette, que murió en 1954, asistió al estreno de una versión fílmica de su vida y al final de la función un espectador le dijo: "Se ve que fue usted una niña inmensamente feliz". Ella respondió: "Eso parece; lástima que no me di cuenta a tiempo". En su Diccionario filosófico, el pensador francés André Comte-Sponville define la gratitud como "recuerdo agradecido de lo que ha sucedido". Según él, esta virtud se refiere a lo que fue, "en tanto lo que fue permanece". Habría, pues, una estrecha relación entre gratitud y memoria. Sólo puede olvidar el agradecimiento quien cree que lo que tiene surgió por generación espontánea, que nada debe, que aquello que forma parte de su vida es lo menos que se merece y que aquello que no tiene es lo que otros le deben. Acaso así había considerado Colette su infancia, hasta que vio la película de su vida.

Quienes piensan que no tienen nada que agradecer (según sus códigos) tampoco imaginan que deben legar, que deben ceder, que deben cuidar. Avanzan sobre las prioridades de otros, ignoran necesidades ajenas, depredan en beneficio propio los espacios y los bienes comunes. Pasan primero, sin respetar normas, edades, circunstancias. Lo hacen en las rutas, en la cola de un colectivo, en una ventanilla o en donde sea. Olvidan mirar a sus semejantes a los ojos y jamás cruzan con ellos una sonrisa porque sí, gratuitamente.

Como apunta con lucidez nuestra amiga Josefina, también hay un íntimo vínculo entre la gratitud y la gratuidad. No hay pago, premio ni retorno que se pueda esperar a cambio de la gratitud. El agradecimiento es un deber moral, una necesidad de la condición humana para perpetuarse como tal. Y nada puede exigir quien, agradeciendo, simplemente cumple con un deber humano. La gratitud es gratuita.

¿Qué da, entonces, la gratitud? "Se da a sí misma", responde Comte-Sponville, en su Pequeño tratado de las grandes virtudes. "Es como un eco de la alegría, y por eso es amor, es reparto y don". Como se ve, la gratitud estaría en las antípodas del egoísmo. Quien tiene mucho para agradecer, siente que mucho ha recibido. El egoísta siente, en cambio, que todo es poco y que por eso debe sentarse sobre lo suyo, abrazarse a eso y no dar ni un gramo. Dar, para él, es perder.

Aunque se agradece algo que ocurrió, que se hizo, que se recibió, es decir algo que fue, la gratitud nada tiene que ver con la nostalgia. Ella afirma que aquello que pasó está instalado en el presente, está vivo bajo la forma de la alegría, del regocijo, y, digámoslo otra vez, del amor. En otro plano, el médico naturista alemán Andreas Moritz (autor, entre otros, de Los eternos secretos de la salud) dice que "la gratitud nos conecta con todo aquello de lo que nos hemos distanciado; es el mayor secreto de la curación y un requisito esencial para que ésta se produzca". Habrá más salud física, psíquica, emocional y espiritual cuando más gratitud, expresada en actos, circule entre nosotros.

sergiosinay@gmail.com

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Por Sergio Sinay

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el dispensador dice: no permitas, no dejes, no hagas posible... que la vida te pase de largo sin darte cuenta... Marzo 11, 2010.-

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